Las redes sociales son terribles, pero no tienen por qué serlo…

The Editor para Bloomberg View

Para el negocio de las redes sociales, este nuevo año es una noticia sombría. Todos los días, al parecer, los pioneros en el campo ofrecen mea culpas: expresan pesar, cautela y piden disculpas por una tecnología que parece haberse vuelto loca.

Un ex ejecutivo de Facebook admitió recientemente que la red está «desgarra el tejido social». Un ex ingeniero ha advertido de una «distopía» inminente. Otro veterano admitió que la compañía «explota una vulnerabilidad en psicología humana» y añadió que «Sólo Dios sabe lo que le están haciendo al cerebro de nuestros hijos».

A través de Silicon Valley, los conocedores últimamente han planteado preocupaciones similares, como por el modelo comercial de las redes sociales puede socavar el bienestar de sus usuarios. Un creciente cuerpo de investigación sugiere que tienen razón.

Las empresas han deducido formas inteligentes de mantener a los usuarios en sus sitios

Entre los jóvenes, las redes sociales pueden jugar un papel en el aumento de las tasas de depresión y suicidio. Parece inducir sentimientos de envidia, ansiedad e inadecuación. Parece reducir la autoestima, inhibir el sueño, interferir con el trabajo escolar y fomentar el comportamiento asocial. Alrededor de dos tercios de los niños ahora dicen que no les importaría si las redes sociales no existieran. ¿Y quién puede culparlos?

El problema es que es difícil dejarlo. Armados con vastos trozos de datos, las empresas han deducido formas inteligentes de mantener a los usuarios en sus sitios. Han desarrollado herramientas potentes: notificaciones, botones «me gusta», videos de reproducción automática, que explotan las peculiaridades de la psicología humana para crear algo parecido a la adicción.

Agregamos todo esto y surge una verdad incómoda: las personas se sienten atraídas inexorablemente hacia un producto que les hace sentir terribles. Se han propuesto varias soluciones para este dilema. Probemos «desintoxicantes digitales», dicen algunos.

Al final, sin embargo, depende de las redes sociales hacer que sus productos sean más humanos y menos explotadores. Sus líderes podrían seguir el ejemplo de una tecnología más antigua y más humilde.

[td_block_11 custom_title=»» separator=»» post_ids=»42796″ limit=»1″ css=».vc_custom_1496993590403{border-top-width: 1px !important;border-right-width: 1px !important;border-bottom-width: 1px !important;border-left-width: 1px !important;padding-top: 5px !important;padding-right: 5px !important;padding-bottom: 5px !important;padding-left: 5px !important;border-left-color: #000000 !important;border-left-style: solid !important;border-right-color: #000000 !important;border-right-style: solid !important;border-top-color: #000000 !important;border-top-style: solid !important;border-bottom-color: #000000 !important;border-bottom-style: solid !important;border-radius: 4px !important;}» tdc_css=»»]

Inscrito en la pared de la oficina de correos de Old City (ahora el National Postal Museum) en Washington, se encuentra un verso relevante de Charles W. Eliot, llamado «The Letter»:

“Mensajero de Simpatía y Amor Siervo de Amigos Partidos Consolador del Vínculo Solitario de la Familia Dispersada. Más grande de la Vida Común. Proveedor de Noticias y Conocimiento. Instrumento de Comercio e Industria Promotor del Conocimiento Mutuo de la Paz y de la Buena Voluntad entre los Hombres y las Naciones”.

Esas pueden parecer grandes aspiraciones para el negocio de clics y de me gusta. Pero fundamentalmente, escribir una carta e iniciar sesión en Facebook son expresiones del mismo antiguo deseo: de conexión humana.

A medida que amanece el nuevo año, vale la pena reflexionar sobre cómo satisfacer ese deseo, sin hacer que todos se sientan miserables en el proceso.