miércoles, 11 diciembre 2024

Este implante haría que los pacientes con parálisis se muevan de nuevo

Jason Gale para Bloomberg

Imagine si un implante cerebral del tamaño de un fósforo pudiera eludir las médulas espinales dañadas y ayudar a las personas con parálisis a moverse, impulsadas por sus propios movimientos.

La tecnología futurista, que implica un pequeño dispositivo que contiene una serie de electrodos, ha demostrado registrar con éxito actividad neuronal en las ovejas. A continuación, se probará en cinco voluntarios posiblemente en septiembre de 2018, según Nick Opie, un ingeniero biomédico de la Universidad de Melbourne y oficial técnico en jefe del proyecto australiano.

El llamado stentrodo está diseñado para transmitir pensamientos de forma inalámbrica a un dispositivo robótico externo, como un exoesqueleto o una prótesis, para permitir el control del cerebro y el movimiento. Es parte del creciente campo de la robótica, que el McKinsey Global Institute predijo en 2013 podría ayudar a más de 50 millones de personas con problemas de movilidad en el mundo desarrollado y generar beneficios económicos de hasta dos billones de dólares (1,70 billones de euros) al año para el 2025.

“Nuestro objetivo es devolver la independencia a estos hombres y mujeres»

“Nuestro objetivo es devolver la movilidad, independencia y comunicación a algunos de estos hombres y mujeres”, dijo Opie. “Estamos usando el dispositivo para extraer información que ya ha sido generada por el cerebro y evitar así los nervios dañados”.

Otros grupos de investigación tienen ideas similares. Neutralink, la startup cofundada por el multimillonario Elon Muks, está desarrollando interfaces cerebro-máquinas de ancho de banda ultra alto para conectar humanos y ordenadores. Y la unidad de investigación de Facebook, Building 8, trabaja para que las personas puedan escribir usando señales de sus cerebros.

El procedimiento

El stentrodo está hecho de electrodos en una malla expansible que se inserta en un vaso sanguíneo en la parte superior de la corteza motora, la parte del cerebro que controla el movimiento, a través de un catéter delgado insertado en la ingle. Una vez en posición, el catéter se retira, permitiendo que el stentrodo se expanda contra la pared del vaso, creando un tubo de alambre hueco y en forma de cigarro que registra la actividad cerebral.

El procedimiento de instalación es prácticamente idéntico al usado por los neuroradiólogos para eliminar los coágulos de sangre de los pacientes con accidente cerebrovascular, y se puede realizar en 30 o 40 minutos. Hecho de una aleación de níquel y titanio, el stentrodo es flexible con alta resistencia a la tracción, lo que le permite maniobrar a través de los vasos sanguíneos sin cirugía invasiva.

“La vía que hemos escogido evita cualquier cirugía de cerebro abierto”, manifestó Opie. “Muchas otras tecnologías requieren la extracción del cráneo, y eso es arriesgado. Evitamos ir por las venas”.

Versatilidad necesaria

Si bien el enfoque es menos invasivo que la cirugía cerebral, su potencial para derivar señales neuronales puede estar limitado por su ubicación, ya que sólo se puede implantar en vasos sanguíneos lo suficientemente grandes como para sostener el stentrodo, dijo Newton Howard, profesor de neurociencias computacionales y neurocirugía en la Universidad de Oxford en Inglaterra.

“La vía que hemos escogido evita cualquier cirugía de cerebro abierto”

“Una tecnología exitosa debería ser más versátil, ya que se puede implementar en cualquier parte del cerebro, no sólo a lo largo de la vasculatura preexistente”, dijo Howard en un correo electrónico.

También hay al menos un riesgo teórico de que el dispositivo cause bloqueos y, por lo tanto, aumente el riesgo de ataque cerebral, dijo, y agregó que esto puede hacer que el dispositivo se considere inadecuado para las personas predispuestas a la afección.

“En lugar de esta tecnología actual, creo que se convertirá en un elemento básico de la próxima generación de tecnología de interfaz cerebro-ordenador”, dijo Howard, quien también es presidente de Brain Sciences Foundation y estudia el desarrollo de interfaces cerebrales y neuronales funcionales. “El stentrodo es fundamentalmente diferente de otras tecnologías”.

Defensa de los Estados Unidos

La tecnología fue desarrollada por investigadores de la Universidad de Melbourne, el Royal Melbourne Hospital y el Florey Institute of Neuroscience and Mental Health, con fondos de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de los Estados Unidos en Arlington, Virginia, y de la Investigación Nacional de Salud y Medicina de Australia.

Se estima que hay 100.000 veteranos estadounidenses con una lesión o enfermedad de la médula espinal, de acuerdo con Paralyzed Veterans of America, una organización de servicio para veteranos autorizada por el Congreso. La tecnología tiene “el potencial de transformar las vidas de nuestros heridos y de otros con discapacidad”, dijo el entonces presidente Barack Obama en un vídeo de YouTube en abril de 2016 que discutió el proyecto.

Synchron, una compañía formada por Opie y sus colegas para desarrollar el stentrodo, dijo en abril que recaudó 7,6 millones de dólares (6,4 millones de euros) para completar una ronda de financiación.

Una vez que se haya establecido la seguridad en seres humanos, Synchron buscará inscribir a unas 30 personas en un ensayo mundial posiblemente en 2019, dijo Opie, y agregó que es muy pronto para calcular cuánto costará el dispositivo.

Acceso al mercado

“La compañía se puso en marcha para asegurarse de que, una vez que pasara los primeros ensayos en humanos, tendría una forma muy clara de comercializar y estar disponible para las personas que lo necesitan”.

«La tecnología tiene el potencial de transformar las vidas de nuestros heridos»

Una fase posterior de desarrollo investigará la posibilidad de que el stentrodo se use para otros trastornos relacionados con el cerebro, incluida la epilepsia y la enfermedad de Parkinson.

“Para que cualquier tecnología cerebral tenga éxito, realmente se trata de los datos: ¿demuestran eficacia, con un mínimo de efectos secundarios?”, dijo Edward Boyden, profesor de ingeniería biológica y ciencias cognitivas y del cerebro en el Instituto McGovern del Instituto Tecnológico de Massachusetts. “Esa es la carga que cualquier nueva tecnología cerebral enfrenta”.


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