Pánico por la factura de la luz: se dispara el precio y lo peor está por llegar

Con las olas de calor olvidadas, y sin apenas rastro del frío, el precio de la electricidad marcó este lunes un máximo anual. Algo realmente inusual. Entre las 19.00 y las 20:00 alcanzó los 182,54 euros, cifra récord en lo que va de 2017. El anterior pico anual estaba fechado el 25 de enero durante el temporal gélido que azotó a España en el primer mes del año que disparó la factura de luz.

La situación del mercado eléctrico en España está fuera de control. Las reformas no han mitigado los desmanes y tropelías pasadas y los ciudadanos lo pagan cada mes con su factura. Para hacerse una idea de la flagrante evolución: el precio máximo que alcanzó la luz en 2013 fue de 88 euros por megavatio hora, cuatro años más tarde es de 182,54 euros, un incremento del 180%.

Pero lo peor está por llegar. Normalmente, la luz alcanza picos máximos cuando la demanda es muy alta, lógicamente. Esto es, en épocas de mucho frío, como ocurrió el 25 de enero, o también –aunque en menor medida- en olas de calor con un alto uso del aire acondicionado. Lo anormal de la situación es que se produce a mediados de octubre, cuando el frío apenas se ha dejado sentir sin elevar la demanda en exceso.

Por la configuración del propio sector, a medida que haga acto de presencia el frío y la lluvia o el aire dejen de hacerlo la luz puede dispararse a cifras nunca vistas. La explicación es sencilla: la demanda se cubre con las centrales más baratas -hidráulica, eólica y nuclear-. El problema aparece cuando el requerimiento es muy alto y dichas centrales no alcanzan a cubrirla. Esto ocurre en dos escenarios: el primero, es porque el volumen de la demanda -por temperaturas extremas- se dispare. En segundo lugar, porque la generación en dichas centrales es baja -los embalses están en mínimos, no hay aire y se cierran las nucleares- en ese momento se usa las denominadas centrales de ciclo combinado, esto es usar gas para generar electricidad.

Las centrales de ciclo combinado de gas y carbón actúan como generadores de emergencia. Cuando las centrales baratas no copan toda la demanda se ponen en funcionamiento. En este caso, los embalses están en mínimos y la energía eólica apenas ha crecido, dando como resultado una importante reducción de electricidad barata. Por ejemplo, este lunes 23 de octubre las centrales hidráulicas han dividido por tres su capacidad de generación respecto al año pasado, del 10,4% al 3,4%. Esos casi siete puntos, los ha asumido las generadoras de emergencia –las centrales de ciclo combinado- que han pasado del 17% de hace un año a superar el 25%.

El súmmum puede alcanzarse en unos meses, cuando el frío azote a la península y la demanda se dispare. Para entonces, si la lluvia no ha llenado los embalses se pueden ver cifras récord en la factura de la luz.

La factura se dispara al usar en mayor medida las centrales de ciclo combinado por varias razones: la más importante, porque el sistema eléctrico español es marginalista. Esto significa que las últimas centrales en sumarse a cubrir la demanda son las que fijan el precio del resto. Cómo se ha comentado, las baratas son las primeras en cubrir demanda y cuando no son capaces se recurre a las más caras. Por tanto, independientemente del precio inicial, el costo que ponen las más caras –las de ciclo combinado- será el que lleve la voz cantante. Pero, y ¿por qué es tan caro la oferta de dichas centrales?

Las decisiones políticas causantes del desastre

La relación mercado eléctrico y Gobierno no pueden entenderse el uno sin el otro. No se trata de un mercado más, si no de un oligopolio permitido por el Estado por sus peculiares características. El Gobierno español ha sido una pieza fundamental durante muchos años, no solo porque regula un 60% de la factura que paga cualquier ciudadano, sino por la planificación del sector.

De aquellos barros, estos lodos. Explica el popular refrán español, y es que la necia planificación llevada a cabo por el gobierno socialista desde 2004 ha llevado al sector al caos que ahora le reina. En primer lugar, la desorbitada esperanza de que la oferta creceria ‘ad infinitum’ ha supuesto una sobrecapacidad sangrante. Tanto Gobierno, a través de ayudas como las propias eléctricas invirtieron más de 15.000 millones en las centrales de ciclo combinado, de las que ahora apenas se usa ni un cuarto de su capacidad.

Además, las propias eléctricas no le hacen ascos a poder utilizar dichas centrales para subir el precio. Ante la necesidad de cubrir demanda, las firmas compran gas en el mercado diario –spot en términos técnicos- que es mucho más caro. A las eléctricas en parte no las importa, puesto que será ese precio el que pongan a toda la oferta. La única referencia posible para este fenómeno es la plataforma de negociación Mibgas, y está ha subido con fuerza. En este caso, se debe la dejadez -¿intencionada?- por parte del ministro de Energía, Álvaro Nadal, al que Competencia le ha pedido en reiteradas ocasiones aprobar las obligaciones que deberían cumplir los operadores dominantes del sector gasista para actuar como creadores de mercado. Pero ni con esas.

Por último, la suma de medidas políticas, ya sean con intenciones electorales o imprudentes llevadas a cabo desde 2004. Como las mil millonarias ayudas a las renovables, que cuestan 20 euros de cada 100 euros de factura, sin sentido lógico. La obligación de utilizar carbón nacional, más caro y contaminante. Las subvenciones a ciertos grupos privilegiados. Al final, todas las malas decisiones tomadas por unos y otros se han traducido en una de las facturas más caras de toda Europa.