‘Quizás no era tan buena idea’, probablemente pensó el Conseller de Empresa y Conocimiento de la Generalitat, Santi Vila, al conocer el súbito retroceso del cañonazo. Las continuas advertencias empresariales, se habían despachado con la misma soltura que cualquier razonamiento que pusiera en duda el procés: “eso no va a ocurrir”. Oriol Junqueras, Carles Puigdemont o anteriormente Artur Mas habían jurado a sus acólitos y votantes que “no habría una huída de empresas en Cataluña”. Faltaría más. Quien en su sano juicio podría querer no formar parte del cielo en la tierra que iba a ser la Cataluña independiente.
Y en el momento más álgido del secesionismo. Cuando ya se veían con la miel en los labios, dos colosales cañonazos en un radio de apenas cuatro kilómetros lanzados desde la principal artería de Barcelona les devolvía a la realidad. A esa que siempre ha estado delante de sus ojos, pero que nunca han querido ver.
Casi al unísono, los dos gigantes bancarios catalanes, Banco Sabadell y Caixabank, reconocieron que estaban valorando mudarse de la región. Apenas unas horas después, el disparo se comprobó como letal y Sabadell anunciaba su marcha a Alicante. Lo de Caixabank era cuestión de horas. En ese momento un escalofrío recorrió la espalda de Junqueras o del mismo Vila, al que ahora le entran dudas y pide que se negocie ante la que se le viene encima. La realidad es tozuda y el dinero miedoso, muy miedoso. Además, a estas alturas nadie va a explicar a un catalán aquello de que ‘la pela es la pela’.
En la gran familia independentista hay dos especies diametralmente opuestas: la derecha económica que rige en JxSí y sus votantes, una amplia mayoría, y la izquierda más reaccionaria y ultra representada por la CUP, una minoría. Cuando el futuro que se atisba ya no es la ídilica República de Cataluña, sino un solar de empresas y bancos, con la que fantasea la CUP, ya no es una opción seria para la mayoría, los de derechas. En este punto puede empezar a hacer aguas el independentismo, y raudo el Gobierno que ha olido la sangre se ha afanado por aprobar un decreto que da prácticamente barra libre para que las empresas puedan trasladarse de Cataluña. Al final es la economía la que ha hecho saltar más dudas en el secesionismo.
Entre las grandes empresas que ya han decidido mudarse están: Sabadell, Mediolanum, Oryzon, el Grupo Dogi o Klockner. Pero va a más, las que amenazan con irse son muchas de ellas y algunas santo y seña de la economía catalana: Caixabank, Gas Natural, Abertis, Catalana Occidente, Codorníu, Freixenet, Seat o Service Point Solutions. Y claro, el Gobierno que ha visto una fuga importante ya ha aprobado un decreto para reducir al mínimo los trámites para el cambio de domicilio social de las empresas.
Tras el devenir de los acontecimientos, ahora debe salir Junqueras a repetir eso de que “no va a haber una huida de empresas en Cataluña”. Después, podría añadir un “seguiremos en el euro y en la Unión Europea” para que el chiste quedase redondo.
Años de mirar a otro lado
La marcha de empresas de Cataluña no es nuevo, ni para los que siguen la prensa –al menos, la no catalana- ni para los miembros de la Generalitat. El mismo Vila lo reconoce en su artículo al diario ARA: «Como conseller de Empresa y Conocimiento, he constatado que los empezamos a notar», al referirse al movimiento de empresas catalanas.
Importante el matiz de “los hemos empezado a notar”. Cómo si el señor Vila no fuese consciente de que entre 2013 y 2016 cerca de 800 empresas habían hecho las maletas. Un año más tarde ya eran más de 1.200. Pero la realidad no se puede negar todo el tiempo, y menos cuando las señales son tan claras y en ese momento la gente empieza a replantearse la locura que significa la independencia.
Fronteras para las empresas. Fuera de la Unión Europea. Fuera del euro. Fuera de los tratados de libre comercio. Los grandes países no reconocerían una Cataluña independiente por no avivar un problema que podría sacudir Europa si otras regiones siguieran el ejemplo. Un sistema de pensiones quebrado. El rating de deuda al nivel Zambia o Camboya. Ahora que ha quedado claro que los mandatarios mentían al hablar de que no habría fuga de empresas, quien garantiza eso de que “no va a pasar”. Al final ni Mariano Rajoy, el Tribunal Constitucional o la misma Ley va a detener al independentismo, lo ha hecho lo mismo que la empezó: ‘la pela’. Acaso, ¿hay algo más catalán que eso?