No importa lo que las cosas sean en realidad. En la civilización de la imagen y de los 140 caracteres, lo que importa es lo que parecen. Y como en el test de Riley –“si anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato, entonces es un pato”- aquí pasaba tres cuartos de lo mismo: si hay urnas, si hay papeleteas y si hay cientos de miles de personas votando, entonces es un referéndum.
Da igual que no lo haya sido porque ni valían las urnas, ni valían las papeletas, y la gente podía votar como quisiera, donde quisiera y cuantas veces quisiera. Un referéndum no puede serlo si no cumple con las más elementales garantías para su celebración, y éste no cumplía ninguna. Pero para los intereses de los independentistas, ha cumplido su papel con creces, porque de lo que se trataba era de movilizar a la gente –lo han conseguido-, y de trasladar la imagen de que lo hacían frente a la represión del Estado –también lo han conseguido-, y si además se producían escenas de violencia con las fuerzas de orden público españolas, mejor que mejor –y también lo han conseguido-.
A los efectos de su campaña de propaganda, objetivo alcanzado. El siguiente paso, el recuento, ya da igual porque todos sabemos lo que va a salir –un ‘si’ como una casa a la independencia, aunque la mitad de los votos ya estuvieran depositados en la urna antes de ponerla en el colegio-, y el último será mañana cuando bien el President o bien el Parlament declaren unilateralmente la independencia de Cataluña.
Esto era lo que no tenía que pasar. Nada de lo que ocurrió ayer tenía que haber ocurrido. Por supuesto que quienes convocaron y desafiaron la legalidad son los mayores responsables y si Cataluña no consigue la independencia acabarán pagando sus delitos. Pero también es responsable quien tuvo en la mano evitarlo y no lo hizo.
Rajoy tiene que irse, él ya no tiene la llave de la solución a este problema, aunque antes tendrá que dar el último paso, que no es otro que suspender la autonomía catalana, nombrar un gobierno en funciones y convocar elecciones. No sólo autonómicas, también generales. Y no podrá ser él quien encabece la lista del PP.
Ha llegado el momento de que seamos todos los españoles los que nos pronunciemos sobre lo que pasa en Cataluña, y decidamos a quién corresponde buscar una solución, pero Mariano Rajoy ha quedado deslegitimado para seguir gobernando. La imagen de España ha quedado por los suelos, y ya veremos si a partir de hoy algunas declaraciones de estos días atrás no empiezan a matizarse en las cancillerías europeas. Y el responsable de que eso sea así, se sienta en el Palacio de La Moncloa.