En los últimos quince días, el presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, ha dicho por dos veces que se siente fuerte para continuar, que quiere seguir y que se ve encabezando de nuevo la candidatura del PP en las próximas elecciones generales, que en principio nadie pone en duda que serán cuando se agote la legislatura o, quizás, un poco antes.
Que Mariano Rajoy afirme eso, no deja de ser un ‘respiro’ para el PP, al que lo último que le faltaba es que se abriera a dos o tres años de las elecciones un melón sucesorio que nadie sabría como cerrar. La experiencia de lo que pasó con Aznar cuando dijo que su mandato duraría ocho años hace que en el PP las cosas se las tomen de otra manera.
De ahí que las palabras de Rajoy hayan tenido un efecto más tranquilizador que otra cosa. Porque, en el fondo, todos saben en ese partido que se le está poniendo muy cuesta arriba a Mariano Rajoy para volver a ser candidato. Las encuestas dicen que el PP cae en intención de voto, a pesar de la euforia que muestra el Gobierno con la recuperación económica.
¿Son suficientes las intenciones de Rajoy?
No es suficiente, quizás porque eso era lo que ‘se esperaba’ del PP y, sin embargo, las continuas noticias sobre casos de corrupción y la propia imagen del presidente sentado ante un tribunal, le están pasando una factura importante. Si no fuera porque en España no hay una oposición en condiciones y eso hace que Rajoy se crezca ante sus adversarios, lo lógico hubiese sido que un presidente que se sienta en un banquillo, aunque fuera como testigo, dejase de ser presidente.
Todo eso hace que en el PP tengan bastante claro que habrá que buscar un sucesor, que ha llegado el momento de la tan cacareada renovación y que el partido tendrá que elegir a alguien que represente ese espíritu regenerador que tanto reclama la sociedad. Y, obviamente, se ponen nombres encima de la mesa, algunos ya en boca de todos, pero ya habrá tiempo de entrar en quinielas que, hacerse, se hacen.