¿Son un problema, o son buenos los amigos imaginarios? 

Muchos padres están preocupados por “los amigos imaginarios de sus hijos”, y buscan respuesta. Quieren saber si es normal, si son buenos o son realmente un problema.

Los amigos imaginarios de los niños pequeños son comunes en el 60 por ciento de los niños que pasan por una fase de inventar un personaje imaginario en sus vidas con el que hablan y juegan. Jugar con amigos imaginarios es similar a los niños que juegan de manera creativa con peluches o muñecas (quizás imaginando una fiesta o una aventura), excepto que no necesitan el «apoyo» de la muñeca para participar en el juego.

Los beneficios de los amigos imaginarios

Históricamente, se pensaba que podía ser problemático tener un amigo imaginario, que tal vez sugiriera que el niño no pudiese separar la fantasía de la realidad o que podría afectar su capacidad de tener verdaderos amigos, pero nada de esto pasó en la investigación. Estudios serios demuestran que los niños saben perfectamente que sus amigos imaginarios son «fingidos» e indican incluso que niños que han tenido este tipos de amigos, han desarrollado mejores capacidades sociales que niños que solo han jugado con amigos reales. Además, algunos estudios sugieren que tener un amigo imaginario podría proporcionar un amortiguador contra el estrés para los niños que se enfrentan a retos como la separación de los padres o el acoso escolar. En estas situaciones, los niños pueden «hablar» sus sentimientos con su amigo imaginario o confiar en ellos para escapar del estrés.

amigos imaginarios

Como resultado, los amigos imaginarios son vistos por los expertos mejor como un signo de una imaginación creativa y juguetona que puede tener muchos beneficios para los niños. Además de lidiar con el estrés, ser capaz de imaginar jugar con amigos puede ayudar a desarrollar las habilidades cognitivas y creativas de los niños, les permite practicar y ensayar habilidades sociales, y les proporciona una forma relajada de jugar.

Amigos imaginarios y tu hijo

Hay alguna evidencia de que los hijos mayores o únicos en las familias se involucran más en la creación de amigos imaginarios que tal vez sea comprensible cuando piensan que podrían tener menos oportunidades de jugar con niños de su edad en el hogar. En lugar de ser un problema (o sentirse culpable por ello como padre), vería esta capacidad como un recurso para tu hijo. Todos los niños tienen que aprender a jugar por sí mismos, a veces, y esta es una habilidad en la vida es importante para ellos para poder aprender. En el mundo moderno, parece haber una obsesión por sobreestructurar la vida de los niños y «llenar cada momento» con una actividad. Sin embargo, los niños se benefician tanto, si no más, de tiempos de juego no estructurados cuando tienen que crear, imaginar y planear una actividad de juego por sí mismos. Esto fomenta la creatividad, una imaginación vívida y un pensamiento independiente. Inicialmente podrían quejarse de estar aburridos e inseguros acerca de qué hacer, pero dado el espacio, el tiempo y el estímulo, observarás que ellos mismo solucionan este problema de aburrimiento.

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Conectarse con el amigo imaginario de tu hijo

Una buena manera de entender los pensamientos y el mundo interior de tu hijo es conectarse con su amigo imaginario. Cuando menciona a Jack, puedes preguntar «¿cómo está hoy Juan?» O «¿a qué habéis jugado Juan y tú?» Esto te da la oportunidad de disfrutar de su imaginación y participar en su mundo de la diversión. Además, hablar de sus amigos imaginarios puede darte una idea de alguna preocupación de tu hijo. Por ejemplo, si algo ocurre o hay un problema, puedes preguntarle «¿Qué piensa Juan?» O «¿Por qué se siente de esa manera?» Esto puede revelar los pensamientos y sentimientos de tu hijo, ya que podría proyectarlos en su imaginario amigo.

Ocasionalmente, puede haber problemas con los amigos imaginarios que pueden ser fácilmente tratados. Por ejemplo, si tu hijo dice «Juan dice que no tengo que ir a la cama», puedes decir «No tienes que escuchar a Juan, él no decide quién debe dormir en nuestra casa» y luego tratar con él la cuestión de una forma natural. O si te preocupa que tu hijo pueda hablar demasiado o estar obsesionado con Juan, puedes establecer algunas reglas o límites sobre su presencia. Por ejemplo, podrías sugerir «creo que Juan podría necesitar un descanso (o volver a su propia casa temporalmente)» o «hoy tenemos una cena familiar en la que Juan no tiene que estar».