El 31 de diciembre de 2014 vendí los pocos valores que tenía, dejé el dinero en cuenta corriente y no lo he movido desde entonces. ¿Conservadurismo?, ¿edad avanzada?, ¿aversión al riesgo? ¡Pues no! Simplemente ver en el horizonte nubes demasiado negras como para aventurarme en las procelosas aguas de unos mercados financieros sin un fundamento claro y en un país en el que los problemas en vez de afrontarlos, se los mete debajo de la alfombra, a ver si hay suerte, y nadie se da cuenta de ellos.
¿Qué ha ocurrido en estos dos años y dos meses? Pues nada del otro mundo. La bolsa, usando como indicador el Ibex, ha bajado desde 11.000 a 10.000 (-10%). Las Letras del Tesoro han pasado de 0,10% a -0,29%, es decir, no han dado nada, y en los últimos meses hay que pagar interés por tenerlas. Los bonos a tres años también están ahora a un interés negativo del -0,11%, e invertir a más plazo no es racional. Finalmente, las inversiones en inmuebles exigen de mucho capital y la asunción de importantes costes de intermediación y de potencial iliquidez. Por supuesto, los depósitos bancarios no dan nada.
España no es país para banqueros
Por tanto, quedarse en liquidez no fue una mala decisión. Queda por ver, si seguir en liquidez es o no una buena decisión. Vayamos por partes. Como hemos visto, la bolsa ha bajado en estos dos años, pero como en los últimos meses ha repuntado, pues la gente se vuelve a poner eufórica, y piensa que después de haber tocado el 10.000 de Ibex, va a seguir subiendo, y a lo mejor es así, pero para volver después a caer. El motivo es obvio, ya que los rendimientos de las empresas del Ibex no están creciendo, y los PERs de los valores cotizados están altos, se diga lo que se diga.
En cuanto a la renta fija del Estado, sigue más o menos igual, a pesar de que con eso del 3% de inflación, los deseosos rentistas están volviendo a ver el cielo abierto. Mal de nuevo. El incremento se ha debido a la subida del precio del petróleo, que estamos ya viendo que es temporal, y de la electricidad por el efecto del frío invernal. Sí, estoy seguro de que el precio del petróleo no subirá, porque las empresas de “fracking” son rentables a 40 o 50 dólares el barril, y en el momento en el que se vuelvan a poner en producción, los países de la OPEP tendrán que volver a bajar el precio para no verse excluidos del mercado.
El crudo no va a volver a subir. Estamos en un momento en el que el fracking lo hará bajar de precio junto a la producción de la OPEP
Por tanto, nos vemos abocados a una época deflacionaria, en la que vivir de las rentas no va a ser posible. Los que tienen posibles pueden pensar que entonces lo que hay que hacer es comprar inmuebles y alquilarlos, pero los bajos niveles salariales hacen inviable el pago de alquileres elevados, por lo que la rentabilidad bruta de los alquileres será del 3% o del 4%, y luego hay que pagar los gastos de comunidad, las reparaciones y asumir potenciales impagos de los inquilinos, por lo que de nuevo hay que pensárselo mucho para invertir en vivienda.
Lo de tomar participaciones en empresas sólo queda para los que tienen un importante nivel económico, por lo que ya hemos agotado el elenco de inversiones, y ninguna parece atractiva. La bolsa no va a tirar, la renta fija no va a pagar intereses; los depósitos bancarios tampoco, y la vivienda tiene mucho peligro. Lo que he dicho al principio, hay que estar en cuenta corriente.
La última pregunta que nos haríamos es ¿por qué está pasando esto ahora, y no pasaba antes? Sencillo, porque la crisis del 2008/2009 ha confirmado a los gurús financieros que la Economía real no es capaz de producir los réditos que precisa la Economía financiera (que es tres o cuatro veces más grande que la real), y por tanto, ya no se puede vivir de las rentas. Antes se podía porque se consideraba renta la potencial plusvalía de los activos en los que se invertía, y “como todo subía”, pues todo el mundo contento. Digamos que estábamos considerando como renta, los beneficios que se producirían en los ejercicios futuros, y no en uno ni dos, sino en muchos; vamos, la renta de nuestros hijos. Y como ahora nos damos cuenta de que ya no podemos jugar con eso, pues nos hemos quedado sin cupones ni dividendos.
Si añadimos que en España tenemos un nivel de deuda pública y de déficit público desbocados, y un agujero enorme en las cuentas de la Seguridad Social, amén de un desempleo cercano al 20% de la población activa (y ello a pesar de que en los diferentes países occidentales hace tiempo que la crisis se dio por acabada), pues estamos ante un cóctel explosivo que no invita a apostar por una Economía que tiene todas las papeletas de hacer “default” en los próximos tres años.
La mejor manera de solucionar un problema es darse cuenta de que lo tenemos, y el problema de los Sres. Rajoy y De Guindos es que no se dan cuenta de que lo tienen, o si se dan cuenta, no nos lo dicen, no vaya a ser que no les votemos. Según ellos, España está de maravilla, y aunque los salarios sean de 700 €, la mitad que en Europa, España va bien, y estamos en la senda adecuada. No pasa nada porque para pagar la pensión de un nuevo jubilado, se necesiten dos nuevos empleados que encuentren trabajo. Mientras que nos podamos sacar una foto con el resto de los próceres europeos, todo irá bien, y podremos incluso alardear de que se va a crear una Europa a dos velocidades. Lo que nadie le ha dicho al Sr. Rajoy es la velocidad en la que nuestros colegas europeos piensan encuadrar a España.