‘The Good Fight’, la secuela de la prestigiosa serie de Michelle y Robert King ‘The Good Wife’ (Movistar+) tiene una característica en común con su predecesora: El interés por las cosas que suceden en el mundo y un foco específico en el mundo de la tecnología. Tanto es así, que muchas veces llega a parecer que, casi por arte de magia, se adelanta a ciertas situaciones de maneras que parecen casi imposibles.
La más reciente tiene que ver con la revuelta de los anunciantes contra Google por su notable incapacidad para impedir que la publicidad acompañe discurso radical y de odio. Esta polémica supuso un desplome de las acciones de la matriz de la compañía de Mountain View a partir del 17 de marzo, después de que en Reino Unido, desde el día anterior, comenzase una protesta de ciertos anunciantes, como The Guardian, por la relación que se ha establecido entre sus anuncios y grupos que promueven el odio o el extremismo.
Lo que parecía un boicot iniciado por el Gobierno británico y The Guardian no tardó en extenderse a 250 marcas, obligando a Google a lanzar una revisión de sus sistemas para garantizar en la medida de lo posible que los anunciantes vean sus contenidos junto a otros poco recomendables. Pepsico, GM, Havas y otras marcas han tomado la decisión de suspender temporalmente las campañas.
El problema es que el 19 de marzo, cuando apenas había empezado la polémica, en The Good Fight hablaron precisamente de cómo Neil Gross, el dueño de una compañía similar a Google, contrata al bufete de las protagonistas para redactar unos nuevos términos y condiciones relacionados con los comentarios.
El episodio de The Good Fight
Buena parte del episodio habla sobre el discurso de odio, las fake news, la forma de polemizar de la Alt-Right y otros temas. Pero resulta como mínimo sorprendente que una serie como ésta haya hecho que Gross redacte unos nuevos términos y condiciones para su empresa precisamente para evitar que los anunciantes se den a la fuga al ver la relación entre anuncios y radicales justo cuando Google se ha visto obligada a hacer lo mismo.
Y otra pregunta incluso más interesante: ¿Hasta qué punto el episodio de Good Fight no ayudó a incrementar el debate sobre la cuestión y poner aún más dudas en las cabezas de los responsables de márketing y publicidad?