Jesús Mariñas rompe su pacto de silencio con Cristina Blanco y desvela su obsesión por Rociíto

Jesús Mariñas suma y sigue. En el último número de la revista Tiempo de hoy el periodista gallego ha roto su pacto de silencio con Cristina Blanco, de la que echa pestes al recordar su obsesión por Rociíto, de la que filtraba información sin cesar. Así recuerda Mariñas cómo Rocío Carrasco vivía en Barcelona con Antonio David en paz y armonía hasta que recibieron una singular visita.

«Enseguida se les unió Cristina Blanco, supuesta hada madrina. Vendió que los ayudaría en su convivencia conyugal. Que allanaría dificultades incluso con ayuda económica. Dejó a los suyos por esta parejita prometedora y de auxilio y se transformó en desveladora de secretos cameros, presuntas infidelidades maritales, contando que él se entendía con una empleada del hogar que finalmente despidieron. De todo nos informaba con detalle: entradas y salidas, frustraciones, disgustos, la insatisfacción, el tedio y el cansancio que allí se respiraba. Nos tenía al corriente de todo. Yo lo escribía con voracidad informativa y poca lealtad aunque creyese obligado deber detallar las anomalías».

Mariñas ha desvelado que Cristina fue su principal fuente de información sobre la vida de Rocío Carrasco
Mariñas recuerda que su hasta entonces amiga Rocío Jurado se le revolvió: «Eso causó mi primer enfrentamiento con la Jurado hasta entonces fraternal: “¡Con esa no te metas, que la he parío yo!”, me recriminaba. Pero Cristina no cesaba de enviarme datos telefónicos siempre atrayentes. Débil es la carne, y más informando de algo tan puntual. Acabamos distanciados y no se remedió mientras la bruja de los famosos fue mi inseparable al menos en el día a día y noche a noche de seis veranos marbelleros, donde no vi nada de lo que ahora cuentan: ni magia negra, encantamientos, brujería, yuyos, o vudú. Pero sí la amistad, relación o lo que fuese con adineradas jequesas árabes entonces inéditas en la Costa del Sol. Con ellas se forró, era generosa y mimosa».
Más duro que en esta crónica lo fue el periodista contra la vidente en Sálvame la semana pasada: «Fue una engañabobas y vivía engañando a la gente porque es tonta. Yo le decía que tenía mucha jeta y ella se reía. En una ocasión me regaló unos mocasines de cocodrilo de 130.000 pesetas. Rocío Jurado seguía sus pronósticos como el padrenuestro». En La Razón Mariñas recordaba que «a Cristina todos le llamaban «la bruja» y tenían sus razones, porque atendía cualquier demanda de la clientela, entre la que abundaban jequesas que pagaban espléndidamente. Lo comprobé al verla exhibir los cheques con que abonaban sus adivinaciones, conocimiento, pronósticos o intuiciones. Porque nunca tuve claro lo que realmente sabía, además de ser guapa, cariñosa y generosa. Al hotel solía mandarme tortillas de patata hechas por ella, de ahí lo que aprendió su hijo, ya ganador de MasterChef».
Cristina Blanco se refugia hoy en día en el anonimato que le proporciona su trabajo en El Corte Inglés

Y añadía: «Fuimos íntimos. Imagino que aún lo somos pese al alejamiento que cortó su ascenso social fulgurante. Todos a sus pies habían bailado en la revistas de Colsada. Lo mismo echaba las cartas al alcalde Jesús Gil que a Mae Dominguín y su tropa con Olivia Valère. Conocía bien a Maripi y Pedro Román; José María García y la Campos la tenían de oráculo y Terelu cultivaba intimidad al punto de viajar juntas a Londres para comprar zapatos que pagaba la que imaginan. Entonces un par costaba 1.400 pesetas. Luego deslumbraba en las «soirées», donde sólo una vez le prohibieron que entrase. Medié y disfrutó con aquella panda élite de aquel tiempo tan feliz en la capital de la Costa del Sol».