Soraya: el discreto encanto del poder absoluto

Dicen las malas lenguas que hubiera triunfado en cualquier partido político. En el PSOE o en el PP. Que la ideología le da igual. Tal vez esto no sea más que un gran elogio, visto el grado de profesionalización al que ha llegado la ‘cosa pública’ en España. Porque si algo define a Soraya Sáenz de Santamaría es su eficacia. Y su ingente capacidad de trabajo. Justo lo que más admira de ella Mariano Rajoy.

Todo empezó…¡enviando un curriculum!

Lo cierto es que osadía, le echó un rato. El de Soraya constituye el único caso de un político -que recordemos- que ha llegado a ocupar niveles relevantes en una formación a la que llegó…¡echando un curriculum! Por eso, dicen sus detractores, que podría haberlo enviado igualmente a la sede de los socialistas en Valladolid, su ciudad de origen. Lo cierto es que lo dirigió al PP porque alguien le comentó que en esa formación estaban buscando un abogado del Estado. Y ella lo era. Aunque ejerció poco tiempo. Apenas dos años en León, entre 1999 y 2000.

Con 29 años, le hizo llegar la ya famosa ‘papela’ a uno de los más íntimos amigos que ha tenido Mariano Rajoy en la vida y en política, el ya fallecido Francisco Villar. Y, según cuentan, este quedó sencillamente ‘alucinado’. Como impresionado debió quedar el propio Rajoy, que la ‘adoptó’ como asesora hasta que hubo sitio para ella como diputada en el grupo parlamentario, en sustitución de Rodrigo Rato, tras la segunda derrota electoral de los populares. Aún son recordadas sus ‘batallas’ parlamentarias de los miércoles con María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno de entonces, o con el mismísimo Alfredo Pérez-Rubalcaba.

635048120659451263w 3da2558e Merca2.esEra aquel un grupo del que, con no pocas resistencias de algunos ‘halcones’, Rajoy ya la había nombrado jefa. Había que escuchar los comentarios que hacían algunos ‘veteranos de Vietnam’ en la bancada popular acerca de la que, despectivamente, calificaban como ‘la niña de Rajoy’. Y cierto es que no lo tuvo fácil. Desde una humillante entrevista a la que fue sometida por Federico Jiménez-Losantos hasta una recordada sesión de fotos -pactada en principio- en la que fue inmortalizada en picardías negro en un hotel de Valladolid. Los resultados fueron tan catastróficos que la joven política nunca se lo perdonó a Pedro J. Ramírez, a la sazón director y responsable de la ‘brillante’ idea.

Para entonces, Mariano Rajoy ya había ganado las elecciones de noviembre de 2011 y la había llevado a su vera, como vicepresidenta del Gobierno, ministra de la Presidencia y portavoz del Gobierno, dejando a María Dolores de Cospedal como ‘ama de llaves’ del partido. Soraya acumulaba un poder sin precedentes, en el que se incluía el control del CNI.

Al frente del grupo, en el Congreso, quedaba uno de sus peones más fieles: el vitoriano Alfonso Alonso, al que tiempo después hizo ministro de Sanidad. Porque dicen que Soraya ha puesto y ha quitado ministros. Como lo oyen. Tan es así que, desde el principio, el Gabinete estuvo partido en dos: los ‘marianistas’ del llamado ‘G-5’ (grupo que se ha ido ampliando con el tiempo) y los ‘sorayistas’. Entre los primeros, García-Margallo, Soria, Arias Cañete, Ana Pastor -la otra gran amiga del presidente- y Fernández-Díaz. Entre los segundos el ya citado Alonso, la andaluza Báñez, su más fiel escudera desde los tiempos del grupo parlamentario o, más recientemente, Rafel Catalá.

La ‘arquitecta’ gubernamental

De su mano han venido muchas grandes orientaciones y decisiones que han suscitado grandes polémicas y que han vertebrado la dirección de un Ejecutivo en el que Mariano Rajoy parecía, solo lo parecía, estar a veces como mero espectador. Por ejemplo la política de medios de comunicación, con la ayuda a PRISA para refinanciar su inmensa deuda o la absorción de La Sexta por Antena 3 y su relanzamiento cuando era una cadena casi destinada al cierre y en la ruina. Su larga mano también estuvo tras la leve reforma de la Ley del Aborto, que apenas tocó el texto precedente y llevó al ministro de Justicia de entonces, Ruiz Gallardón, partidario de una revisión más amplia, a dimitir y a abandonar la primera línea de fuego.

Ahora, el Presidente del Gobierno le ha encomendado tal vez la papeleta más difícil: recomponer los consensos rotos con el Gobierno autonómico catalán y hacer política, política de altura, para reconducir el que sin duda es el reto más importante que tiene planteado España en los próximos años. De su éxito en la tarea dependa, tal vez, el que pueda seguir aspirando a suceder algún día a Mariano Rajoy al frente de la jefatura del Ejecutivo, previo paso como cabeza visible por el cartel electoral del PP. Tendrá que pasar por encima de Cristina Cifuentes o de Alberto Núñez-Feijóo. Pero Soraya es lista, muy lista. Y sobradamente preparada. Pocos dudan de que, a pesar de no haber sido nunca una ‘mujer de partido’, estaría en condiciones de conseguirlo. Siempre que se lo proponga.