El maleficio del FMI: tres directores gerentes ‘malditos’

No puede decirse que los últimos directores gerentes del FMI hayan sido precisamente unos ‘águilas’. Ni que la alta institución internacional, cuyos máximos responsables tienen rango de jefes de Estado, haya tenido excesiva fortuna a la hora de elegirlos. Lío, problemas judiciales, desprestigio internacional… así ha ido ocurriendo, como si de una plaga bíblica se tratara, con cada uno de los tres últimos que han pasado por la más alta responsabilidad de uno de los organismos rectores de la economía mundial junto con el Banco Mundial. Tan poderoso a la hora de poner en la diana a países ‘díscolos’ con el cumplimiento de la ortodoxia más austera y desregulatoria como desafortunado en el cumplimiento de las previsiones de sus distinguidos equipos de expertos.

Rato: auge y caída del artífice del ‘milagro español’

Unos pronósticos que llevaban, por ejemplo, a afirmar al español Rodrigo Rato en las postrimerías del 2006 que vivíamos ‘en el mejor momento de la economía mundial’. Y que ‘el crecimiento económico en España’ era ‘sostenido e intenso’. Ahí es nada. Un fiera. Uno más. Otro artista -en estrecha unión con Zapatero y Solbes en el caso de  nuestro país- que no vio venir una crisis que arrasó económicamente a la clase media española. Y a la de medio mundo. Aunque esto tampoco hubiera sido mucho decir, si la maldita hemeroteca se limitara ahora a sacar los colores al exvicepresidente económico de Aznar solo por aquello.
El auténtico calvario para el hijo de don Ramón llegaría años después. Tras su precipitada y nunca bien explicada marcha del FMI -meses antes de concluir un mandato al que le llevó el buen oficio de la administración socialista española de la época- y su aterrizaje en Bankia: ‘allí fue donde Rodrígo la lió parda’, recuerda un excompañero de gabinete de Rato en conversación privada y navideña con Merca2.
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‘Mira que era difícil empeorar el listón de Blesa, pero Rodrigo lo consiguió con creces’. Una gestión en la que las ‘black’ fueron solo una guinda de un pastel mucho más indigesto compuesto básicamente por una tramposa y pésimamente diseñada salida a bolsa. Y es que, para una de las mayores entidades financieras del país, no es precisamente un timbre de gloria que dos de sus expresidentes se hayan visto inmersos en gravísimos sumarios judiciales con el riesgo de elevadas penas de cárcel. Pero es otra maldición. La del ‘osito’. De esa ya hablaremos otro día.
No abundaremos más en los follones de don Rodrigo en Bankia porque el objeto de esta pieza es evidenciar como la casualidad -o no, que diría Rajoy…-  ha llegado a conducir a alguno de nuestros héroes desde un gran despacho en Nueva York a una oscura mazmorra. Tal fue el caso del francés Strauss-Khan, que sucedió al español al frente de la institución.

Strauss-Khan: ‘¿vicioso compulsivo?’

De su aterrizaje como director gerente del FMI, en olor de multitud a su vergonzante dimisión en 2011, tras ser formalmente acusado de violar a una camarera en un hotel de lujo, recorrió un largo camino. El que media entre resultar favorito en las quinielas para liderar a los socialistas franceses y optar con notables posibilidades de éxito a la presidencia gala a dar con sus huesos en la cárcel entre el bochorno y el desprecio de sus compatriotas en particular y de la opinión pública mundial en general.
Una repugnancia tan extendida que llevó a afirmar públicamente a Gérard Depardieu que lamentaba haber rodado una película -‘Welcome to New York’- sobre el exministro de economía francés. Se dijo, y nunca pudo probarse como suele ocurrir- que Strauss-Khan fue una fácil victima de una conspiración al más alto nivel. Que sus aficiones y sus adicciones -no siendo según parece la del sexo la menor de ellas- le pusieron en la diana de quienes le querían fuera de la política y propiciaron su muerte civil. Se llegó a apuntar a Nicolas Sarkozy y a una poderosa mafia corsa como ejecutores de tan refinada y cruel operación. Tal vez nunca lleguemos a saberlo.

Lagarde: refinada y lista. De momento, se ha librado del castigo

Aunque no es lo normal, una francesa sucedió a otro francés. La glamourosa Christine
Lagarde, exministra de economía con Sarkozy, aterrizó en Nueva York después de, al igual que Rato, una exitosa trayectoria política al frente de las finanzas de su país.
La diferencia con los anteriores era que Lagarde llegaba ya arrastrando tras de sí la sombra de un problema judicial en su país de origen. La controvertida -y judicializada- venta de Adidas por parte magnate Bernard Tapie, íntimo amigo del entonces presidente Nicolás Sarkozy, durante los tiempos en los que Miterrand era presidente. Hasta ahí se remonta el asunto. Y la oscura maniobra por la que Crédit Lyonnaise utilizó, mucho tiempo después, sociedades opacas para revender algunas partes de la multinacional adquiridas años antes y optimizar la plusvalía.
En  teoría, el precio que Tapie tuvo que pagar para entrar en política con el bígamo expresidente socialista. Aunque los jueces presupusieron desde el principio que todos -salvo los contribuyentes franceses- salieron muy beneficiados de esta operación. El asunto se prolongó en el tiempo hasta alcanzar el mandato de ‘Sarko’. Y terminó por salpicar a Lagarde, presidenta de un comité de arbitraje a la que se achacó haber mirado para otro lado. Finalmente, la justicia francesa reconoció su culpabilidad pero, debido a su ‘relevancia internacional’, la exoneró de culpa alguna. Tan es así que la elegante dama – que ni siquiera viajó a París para escuchar la sentencia alegando compromisos previos- podrá optar a un segundo mandato de otros cinco años al frente del FMI… siempre y cuando el maleficio que acabó por arruinar las vidas y haciendas de sus predecesores no termine por alcanzarle de lleno también a ella.