La bicoca de ser presidente del Ibex

Ser Presidente de una gran compañía cotizada en el Ibex es muy atractivo para estar en el “todo Madrid” y ser tenido en cuenta en muchos actos sociales significativos, tanto a nivel económico como a nivel político. Hay personas que se lo han ganado con su buen hacer, como puede ser el caso de Pablo Isla, presidente de Inditex, que además tiene la suerte de tener un accionista mayoritario, Amancio Ortega, que también se lo ha ganado a pulso, desde aquel pequeño taller de confección con el que empezó en Arteixo.

Sin embargo, no todo ocurre como en el caso de la multinacional gallega. Hay personas que han llegado a presidentes simplemente por sus relaciones con el Gobierno, que a pesar de definirse como neoliberal, interviene y mucho cuando quiere. Hay otros que son nombrados por que entidades financieras tienen o han tenido una participación significativa en la compañía y, lógicamente, eligen a la persona que les parece más idónea como premio a los servicios prestados en el pasado; da lo mismo si saben o no algo de la actividad de la empresa que van a presidir. Al margen de los presidentes, hay otros muchos consejeros que simplemente lo son por la “cuota” de puertas giratorias, y ello a su vez incide y mucho en el mantenimiento y la toma de decisiones de los presidentes.

A veces la jugada puede salir mal, como en Abengoa, pero por lo general puedes permanecer años en el cargo sin tener que dar grandes explicaciones por tu gestión

Hay personas que llegan a presidente prácticamente por sucesión, ya que su padre fue el presidente, y se rodeó de consejeros afines que le prometieron que su vástago heredaría el puesto cuando él falleciera, a pesar de no tener ni de lejos una posición accionarial mayoritaria. Luego, si otros accionistas significativos levantan la voz basta con aprobar una ampliación de capital sin derecho preferente y con descuento sólo para ellos, y así se contentan.

Es evidente que no vamos a descubrir ahora cómo son los resortes del poder, y cómo funciona la gente poderosa; pero, sin embargo, sí que podemos denunciar el por qué estas personas se mantienen indefinidamente en el poder a pesar de que en muchos casos, apenas tienen un 1% del capital de la empresa que han convertido en su particular cortijo.

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El hecho es que la legislación vigente en materia de sociedades de capital concede a las Juntas Generales de Accionistas todas las facultades necesarias para la toma de decisiones, y que sean todos los accionistas reunidos en asamblea los que tomen las decisiones de aprobación de cuentas pasadas y de estrategia para ejercicios futuros. Nada más lejos de la realidad. La mayor parte de las grandes empresas del Ibex tienen muchos miles e incluso millones de accionistas anónimos que nunca expresan su opinión sobre la gestión del presidente de la empresa y su equipo de consejeros afines.

El modelo se basa en que el presidente de la empresa en connivencia con las redes de sucursales bancarias siempre tenga un porcentaje mayoritario de derechos de voto en su poder cuando entra en la sala donde se reúne la Junta General. Es habitual que se ofrezca un regalo, como un libro o una caja de bombones a los miles de accionistas anónimos cuando va a haber una Junta, y se les indica que pueden pasar a recoger su regalo en la sucursal bancaria donde tienen depositados sus valores, a la vez que entregan la delegación de voto firmada en blanco para que luego pueda ser utilizada en la Junta de Accionistas y así “su voto no se pierda”.

Hay personas que se lo han ganado a pulso. Otras, en cambio, están por favores políticos

Esta falacia, lo que realmente supone es que las entidades bancarias recopilan miles y miles de delegaciones de voto en blanco que luego se envían siempre al departamento de Relaciones con Inversores de la compañía, y se le entregan al Presidente para que sea el verdadero destinatario de la delegación de voto. Por eso, cuando el notario toma acta de la representación en la Junta, suele haber un 5% de acciones presentes y un 40% de acciones representadas, las cuales figuran en la cartera del Secretario del Consejo, que sabe que inexorablemente se aprobarán una a una todas las cuestiones incorporadas en el orden del día, incluida por ejemplo una ampliación de capital sin derecho preferente, a pesar de la dilución y perjuicio que este tipo de operaciones hacen a los accionistas minoritarios ordinarios.

Esta situación ha sido denunciada en numerosas ocasiones, pero a nadie poderoso le interesa cambiar un modelo que supone de facto la perpetuación de los grupos de poder que además son bastante afines a la gobernanza política. Ser político tiene fecha de caducidad; ser presidente o consejero de una gran empresa no, y cuando el político se quema o pierde su partido las elecciones, el lugar más adecuado donde aterrizar es en un cómodo consejo de administración de una gran empresa, donde se paga una cantidad de seis cifras sólo por ir a comer de vez en cuando con gente importante. A veces te sale mal, como ha ocurrido recientemente con Abengoa, pero esto es la excepción; en condiciones normales, uno puede seguir varios lustros en ese consejo y tener su jubilación asegurada sin tener que depender de la Seguridad Social que, vaya Vd. a saber, si en un futuro les podrá pagar una cantidad digna a los sufridos españoles que se limitan a firmar las delegaciones de voto en blanco en las sucursales bancarias, para que todo siga igual.