En España más de un político se ha matado en un accidente aéreo. Fue el caso del exministro franquista Gregorio López Bravo, que pereció en febrero de 1985, cuando un Boeing 727 de Iberia se estrelló contra una antena que ETB, la televisión pública vasca, tenía instalada en el monte Oiz, a pocos kilómetros de Bilbao. Un terrible siniestro que dejó 101 muertos y 25 supervivientes- y del que luego se publicó que no había sido un accidente en realidad sino un atentado de la banda terrorista ETA que hizo impactar un misil en la aeronave en pleno vuelo. Según parece, ya se lo había anunciado el propio Franco en una conversación que ambos mantuvieron veinte años antes: ‘viaja usted demasiado en avión, Gregorio. Acabará por matarse en un accidente aéreo’. Increible clarividencia, si no fuera porque entonces jefe del Estado era… muy gallego.
Años después, el 24 de mayo de 1993, se enfrentaban en un debate televisado, por primera vez en la historia de la televisión en España, un presidente del Gobierno, Felipe González, y el aspirante del principal partido de la oposición, José María Aznar. Moderaba Manuel Campo Vidal. Contra todo pronóstico, Aznar venció aquel debate. Lo que no muchos recuerdan es que parte de la culpa de la desastrosa actuación del entonces brillante y consagrado líder socialista la tuvo un accidentado viaje en avión desde Las Palmas de Gran Canaria a Madrid que había tenido lugar apenas unas horas antes.
Mariano Rajoy ha sufrido tres percances aéreos, lo que le ha costado tener fama de gafe
Durante el vuelo, una de las puertas de la cabina sufrió una despresurización. El aparato se mantuvo planeando media hora y hubo que enviar a toda velocidad otro avión desde Madrid. Uno de los escoltas de González confesó años después, y así lo contó Campo Vidal en la cadena SER que «no alcanzaba a comprender como Felipe había podido enfrentarse a aquel duelo televisivo con unas mínimas garantías ya que algunos de los miembros del séquito presidencial estuvieron una semana sin poder pronunciar palabra de la impresión». La maldición de los vuelos presidenciales comenzaba también a alcanzar a los mandatarios españoles.
Mariano Rajoy aún no era presidente del Gobierno pero ya desde sus días como candidato sufrió varios incidentes aéreos que pudieron llegar a ser algo más que un susto. Un aterrizaje forzoso durante una campaña electoral en Zaragoza o, el más peligroso en opinión de los periodistas que le seguían en aquella época, incluido el autor de este artículo, en el aeropuerto vitoriano de Foronda. En aquella ocasión, el presidente del PP, se dirigía a un almuerzo convocado en San Sebastián con el cabeza de lista por el PP al Parlamento Europeo, Jaime Mayor Oreja.
Corría la primavera del año 1999 pero la península ibérica sufría un temporal de viento y nieve de los que quitan el hipo. El vuelo de Mariano Rajoy era seguido a corta distancia por un viejo ‘focker’ en el que, literalmente, se hacinaban cinco decenas de periodistas que le seguían en los actos de campaña. El destino era el antiguo aeropuerto de Sondika, en Bilbao. A los periodistas se nos acababa de informar que el aeródromo de la capital vizcaína había tenido que ser cerrado por el mal tiempo y que nos dirigíamos a Vitoria, tras el avión en el que viajaba el líder del PP. Mariano Rajoy llevaba a bordo, además de a sus asesores personales encabezados por Gabriel Elorriaga Pisarik, a un cámara de Antena 3 TV, el murciano José Luis Leandro.
El objeto era la grabación de un ’24 horas’ al líder gallego negociado por la dirección de la cadena privada con la entonces jefa de prensa de Rajoy, Belén Bajo. Gracias a aquella presencia, los españoles pudieron ver con perplejidad en el telediario de las 15:00 de aquel mismo día la imagen de un Rajoy aterrizando en Foronda sobre una capa de nieve que le llegaba apenas unos centímetros por debajo de las rodillas. Tras aquel amerizaje, el aeródromo vitoriano quedó cerrado y la vieja avioneta en la que viajábamos los informadores tuvo que dirigirse al de Hondarribia, antes llamado de Fuenterrabía.
Aznar decidió comprar dos Airbus de segunda mano, después del ridículo hecho tras una visita a washington
El piloto, un veterano exmilitar y comandante de Iberia, tipo curtido aunque afable donde los hubiera, nos advirtió: «preparaos para saltar porque esto se va a empezar a mover ya». Hubo risas hasta que empezó el baile y, con el primer bote, muchos dimos con la cabeza en el techo del aparato.
En las últimas filas, más por no dejarnos llevar por el pánico que porque la situación tuviera maldita gracia, algunos continuamos riendo, nerviosa y estruendósamente. Hasta que la veterana Elena Pastor, miembro del equipo de prensa del PP de la época nos pidió por favor que nos pusiéramos serios porque la situación era delicada y dos compañeras sentadas en la primera fila, Pilar Marcos y Carmen Morodo, lo estaban pasando muy mal. Las carcajadas cesaron. Se hizo el silencio. Aterrizamos en Fuenterrabía quince minutos después… gracias a Dios o a aquel extraordinario veterano del ejército del aire a quien nunca volví a ver. Ni que decir tiene que el aplauso al piloto fue de los que hacen historia.
La fama de gafe de Rajoy fue ‘in crescendo’, entre el cachondeo de algunos y el escepticismo de otros, hasta que en diciembre de 2005, un helicóptero de las Brigadas Especiales que hacía una demostración para las cámaras de televisión despegó de la Plaza de Toros de Móstoles. A bordo, el alcalde del municipio madrileño, Esteban Parro, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, el líder del PP, Mariano Rajoy y el cámara de Antena 3 TF, Fernando Maté. El aparato apenas se elevó unos metros y cayo en picado antes de ganar la altura suficiente para remontar las gradas del coso taurino. Se dijo que tal vez un exceso de peso -tanto Mariano Rajoy como el cámara de televisión superaban el uno noventa de estatura y los 100 kilogramos- pudo ser la causa real del dea ‘maldición marianista’. A partir de lo de Móstoles, fueron legión los que empezaron a tentarse la ropa antes de subir a bordo con el gallego… o ir tras él, que tanto daba.
El ridículo de Aznar
No hubo tensión alguna pero si una espantosa vergüenza en el aterrizaje del viejo DC-8 de la Fuerza Aérea española que trasladaba al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, a Las Azores. El objeto del viaje era la reunión en la cumbre en la que se decidió la invasión de Irak, con aquella posterior y célebre ‘foto de Azores’, entre George Bush, Tony Blair, José María Aznar y José Manuel Durao Barroso.
Miembros del equipo presidencial español, al observar la majestuosidad del avión del ‘premier’ británico y, sobre todo, del ‘Air Force One’ de George W. Bush, sintieron una tremenda vergüenza por tener que aterrizar y alinear a su lado aquel viejo aparato de la Fuerza Aérea española, con varias décadas de vida ya en sus motores y que había sido estrenado coincidiendo con la llegada al poder en los EEUU… de ¡John Fitzgerald Kennedy! A la vuelta de Azores, un abochornado Aznar, ordenó la adquisición de un gran Airbus, eso sí, de segunda mano, para mejorar nuestra imagen en determinados viajes al extranjero. Cabe añadir que los portugueses fueron más listos y ‘aparcaron’ su avión, aún más cochambroso que el español, fuera de los hangares y por tanto de la vista pública de cámaras y fotógrafos.