¿’1984′ o Venezuela? La distopía orwelliana es una realidad

Luis Carías Toscano

Los paralelismos entre 1984, la distópica obra de George Orwell y el socialismo del siglo XXI de Venezuela, el invento de Hugo Chávez, son irrefutables. Página a página los sucesos se compaginan con la realidad de la nación bolivariana.  

Empezamos con sus ojos. Te vigilan desde dondequiera, sea lo alto de un edificio o los vericuetos de un barrio de clase baja. Sea el Gran Hermano o Hugo Chávez ambos encarnan al líder, una figura mítica que ha traspasado las barreras entre la vida y la muerte.

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Claro, después está la contradicción. Vamos a llamarlo doblepensar, como hizo Orwell en el año 1949. Se le llama golpistas a los opositores, pero el gobierno celebra el 4 de febrero, una fecha en la que Hugo Chávez realizó su primer intento golpista contra el entonces mandatario, Carlos Andrés Pérez.

Pero, ¿cuál ha sido el peor daño infligido por el chavismo en los últimos 20 años? Vamos a descubrir los nexos que entrelazan la ficción y la realidad a través de los pasajes emblemáticos de la obra y ver cuál de las involuntarias profecías orwellianas ha sido la más devastadora.

Una economía en estado de coma

En la obra de Orwell, el Ministerio de la Abundancia está encargado de la economía y de conseguir que la gente viva al borde de la subsistencia mediante un duro racionamiento.

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Ese concepto apenas alcanza para adornar la realidad en Venezuela. Recientemente, la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) advirtió que la producción interna de comida sólo alcanza para suplir a un 30% de la población.

Además, un boletín de la asociación civil Convite situó en 90% la escasez de medicamentos para septiembre de 2017 y, a finales del año pasado, se reportó que el racionamiento de gasolina del país petrolero era tal que se necesitaban varios días para cargar el tanque de un coche.

La cifra más apabullante es la de inflación. Según la última previsión del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía venezolana cerró 2017 con un incremento de precios del 720%, pero aún ese número se queda corto con la estimación realizada por la Asamblea Nacional -de mayoría opositora-, que relevó una aceleración en torno al 2.616%, por lejos la más alta del mundo.

Un estado de vilo permanente

El Ministerio de la Paz, en la distopía, se esfuerza por lograr que la contienda sea permanente. Según la psicología social, hay menos revueltas cuando el odio y el miedo se enfocan hacia afuera.

Lo más reciente fue el cierre de fronteras aéreas y marítimas con Curazao, Aruba y Bonaire

¿Cuántas veces ha chocado dialecticamente el chavismo contra España, Estados Unidos o Colombia? ¿Cuántas han sido las denuncias de magnicidio “urdidas secretamente” desde el extranjero (17 entre 2013 y 2015)? ¿Cuántas veces se ha alertado sobre una posible invasión extranjera?

Hoy mismo, Venezuela mantiene un cuello de botella en la frontera con Colombia. La excusa es el supuesto de contrabando de productos básicos, dada la carencia de valor del bolívar. Lo más reciente fue el cierre de fronteras aéreas y marítimas con Curazao, Aruba y Bonaire, presumiendo que en estos territorios existen contrabandistas que perjudican a su economía.

Y para lograr que la barrera entre la ficción y la realidad sea aún más transparente, no nos olvidamos que en 2013, el presidente Nicolás Maduro anunció la creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo.

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La violación a los derechos humanos

De nuevo, en la literatura, el Ministerio del Amor se ocupa de administrar castigos, la tortura y reeducar a todos para inculcar un amor férreo por el Gran Hermano y las ideologías del Partido.

En la Venezuela de hoy, tan ligada a la ficción, con la profundización del chavismo se ha acrecentado la politización en las escuelas al punto que distintos organismos han denunciado un “adoctrinamiento descarado” hacia los niños para inducirles amor por Hugo Chávez.

la abogada penalista Tamara Sujú denunció ante la Organización de Estados Americanos (OEA) 289 casos de tortura

Cuando nos enfocamos en la tortura, nos encontramos con que la ex fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, enumeró que 121 personas perdieron la vida en protestas y otras 1.958 resultaron heridas durante 2017, mientras que los arrestos ascienden a 3.200, de acuerdo con la ONG Foro Penal.

Además, en septiembre de 2017, la abogada penalista Tamara Sujú denunció ante la Organización de Estados Americanos (OEA) 289 casos de tortura, incluyendo incidentes durante las protestas y casos de violaciones sexuales.

Manipulación de la verdad

1984 explicaba que el Ministerio de la Verdad se dedicaba a manipular o destruir documentos históricos para conseguir que las evidencias del pasado coincidieran con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado.

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En la Venezuela de hoy, el poder se respira con un aire de imbatibilidad. A menudo, en las redes sociales se leen comentarios como: “cuando Maduro dice que vio a un Chávez fantasmal en el Metro es una estrategia para tener su imagen de forma omnipresente” o Diosdado Cabello, el segundo al mando, amenaza con multar a la Unión Europea, algo que sirve para desviar la atención pública de los problemas reales. Todo es una cortina de humo. Todo es una invención del G2 cubano. Todo es parte de una estrategia formada por mentes infinitamente superiores, capaces de prever cualquier escenario posible y mover las piezas de este juego de ajedrez a su antojo.

El mito de la imbatibilidad efectivamente vuelve invencible a una figura. Cualquier amenaza hacia el chavismo, la amasa como una oportunidad. Cualquier debilidad se convierte en una fortaleza. No hay margen de error.

Emmanuel Goldstein y… Oscar Pérez

Y tras haber visto la superficie de los cuatro grandes ministerios de la obra de Orwell, aterrizamos en el enemigo del Gran Hermano, ese que siembra esperanza entre los individuos, y que confabula contra la dictadura.

Quizá el ejemplo más reciente lo refleja Oscar Pérez, un ex policía que se rebeló contra el régimen de Nicolás Maduro en 2017

El ruso León Trotsky y el ficticio Emmanuel Goldstein son dos caras de una moneda, pero más recientemente se sumó a la mesa el nombre de Oscar Pérez.

Definitivamente, la manipulación de la verdad es el peor daño que el chavismo ha infligido en Venezuela. Quizá el ejemplo más reciente lo refleja Oscar Pérez, un ex policía que se rebeló contra el régimen de Nicolás Maduro en 2017 cuando tomó un helicóptero que voló a la sede del Ministerio del Interior, ejecutó 15 disparos sobre una fiesta con 80 invitados y lanzó cuatro granadas sobre el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Se convirtió en el enemigo. Acto seguido, su cara y el cartel de “Se busca” se veía en las paredes del aeropuerto de Caracas, donde se le calificaba como “un terrorista y fascista”. Era la fórmula química perfecta: los ojos del Gran Hermano contra los del enemigo.

Desde entonces, Oscar Pérez aparecía periódicamente a través de las redes sociales. Llamaba a la lucha, a la organización, a la rebelión. Los usuarios le correspondían con burlas y lo tildaban de un show montado desde el Gobierno para hacer creer que existía esperanza. Se afincaron en el historial de Pérez como actor para argumentar que algo “olía raro”.

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En realidad, culpar a los venezolanos por confiar es injusto. En el año 2000, un ex compañero de armas de Hugo Chávez, de nombre Francisco Arias Cárdenas se pasó al bando opositor y compitió por la presidencia, únicamente para después devolverse a las filas rojas, diluyendo las barreras con la ficción.

Pero el pasado 15 de enero, cuando Oscar Pérez grabó varios vídeos que subió a las redes sociales, los venezolanos desconfiaron. Con el rostro ensangrentado pedía un cese al fuego mientras en el fondo se escuchaban explosiones y disparos. Todo era un show mediático, decían, sólo para darse cuenta horas después que el chavismo celebraba haber abatido “una célula terrorista” ante los ojos de un incrédulo mundo que llamó al actor un “ejecución extrajudicial”

De vuelta a 1984, Goldstein fundó La Hermandad, una organización dedicada a promover la caída del partido, tras supuestas diferencias con el Gran Hermano. Y en realidad, tal movimiento jamás existió: nunca hubo una oposición organizada al régimen.

Más de una vez, se ha rumorado que opositores de alto calibre como Henry Ramos Allup o Manuel Rosales -el primero presidió el Congreso y el segundo fue candidato presidencial-, han negociado el cese de protestas, porque no tienen un interés real en que Nicolás Maduro salga del poder.

¿Fue Oscar Pérez el primer intento de formar esa oposición? ¿Fue todo parte de un gran show mediático? Esa facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, y que George Orwell bautizó como doblepensar, está más vigente que nunca.