El confortable turismo rural del emérito Rey Juan Carlos

Si no fuera porque su figura ha sido la más célebre en España en los últimos 40 años, ese anciano que va apuntalado con un bastón y acompañado por un hombre de mediana edad pasaría totalmente inadvertido. Seguramente lo que llamaría la atención es el Bentley Bentayga del que se baja. Un SUV valorado en casi 300.000 euros. Así llegó el Rey Juan Carlos I a Jiménez de Jamuz, un recóndito pueblo de la comarca de Tierra de La Bañeza, en León.

‘El Capricho’ fue el último devaneo conocido de Juan Carlos de Borbón con su dieta. Allí recaló esta semana con su discretísimo equipo de seguridad, pero a bordo de un mucho menos discreto Bentley. El Rey emérito no para quieto, a pesar de sus visibles limitaciones físicas. Unas limitaciones que no empañan un visible buen humor.

Los movimientos de Juan Carlos de Borbón a veces se preparan con solo 24 horas de antelación. Un lujo en la vida de una persona que ha tenido la agenda repleta y programada durante meses en los últimos 40 años de vida pública. Improvisación, caprichos casi todos gastronómicos y movimientos discretos. Antes había avanzadillas de seguridad, rastreo de explosivos con perros, GEOS patrullando alrededor, citas cerradas con seis meses de antelación…

Así fue como llegó a Jiménez de Jamuz. ‘El Capricho’ siempre tuvo buena fama en la comarca. Tan buena, que ésta se extendió como una mancha de aceite, y con la celebridad llegó la subida de precios y una estrella Michelin. Carne extraordinaria conforme a la tradición de la zona, y concesiones a la gastronomía del siglo XXI. No necesita mucho más Juan Carlos de Borbón para hacerse presente en el lugar.

Bentley Bentaiga
El fastuoso interior del Bentley Bentayga.

La principal limitación del Rey emérito son sus movimientos físicos. Las operaciones de cadera han fracaso visiblemente, lo que hace que apenas pueda caminar con pasitos breves de anciano y con la pierna derecha feamente metida hacia dentro. La cadera falla en ese lado. Por eso solo puede ir a sitios en los que pueda acceder desde un vehículo. Si hay muchos escalones, el paso está vedado para Juan Carlos I. Si hay que caminar un trecho largo, se buscan alternativas, como un cochecito eléctrico de golf.

ESCOLTA CASI INVISIBLE

Juan Carlos de Borbón lleva una escolta apenas visible. Conductor, dos agentes y un ayuda de cámara. Éste último, un empleado de la Casa Real de la máxima confianza, es quien tiene la labor más ardua, porque ha de cuidar, guiar y llevar a Don Juan Carlos con la mesura suficiente como para no dañar su dignidad.

La comitiva del Rey emérito tiene en sí misma un aire de grupo familiar. Se trata de escoltas que llevan años en la Casa, igual que el ayuda de Cámara, que tras años de tensión máxima y compromisos de carácter mundial con amenazas terroristas ciertas y próximas contra el monarca, ahora lo acompañan por sus periplos deportivos y gastronómicos. La tensión no es la misma, el aire serio y profesional, el de siempre.

EL REY JUAN CARLOS I Y SU CHALECO

El restaurante ‘El Capricho’ está a pie de calle, lo que permitió al Rey Juan Carlos bajarse del fabuloso Bentley Bentayga y en solo unos pasos acceder al comedor. Los responsables de ‘El Capricho’ habían acudido esa mañana a una floristería para colocar unos centros de mesa dignos de un rey. En los platos, un manjar también propio de un monarca, chuletón y tartar. Con la excelencia de la casa.

Vestía un pantalón encarnado de algodón y, sobre una discreta camisa azulada, un chaleco beige. El chaleco se ha convertido en un complemento inseparable del Rey emérito. Se ignora si por algún motivo de seguridad, pero lo que sí es seguro es que lo lleva por cuestiones estéticas. Su figura no luce fina y el chaleco quita de la vista redondeces abdominales y en los flancos.

UN REFUGIO EN SANXENXO

Juan Carlos de Borbón acudió a este pueblo de la comarca de La tierra de La Bañeza –la cabecera de la misma es La Bañeza– desde Sanxenxo (Pontevedra). En esta bella villa marinera –donde veranea el ex presidente Mariano Rajoy– tiene un refugio.

Allí no solo está el barco con el que navega y regatea, sino que tiene un entramado de amistades entre las que destaca el gran patrón de la vela española, Pedro Campos. En el refugio gallego Juan Carlos de Borbón vive discretamente, protegido de miradas indiscretas y filtraciones dañinas.

Cuando aparece en público es extraordinariamente amable, accede a todo tipo de fotos. Sobre todo cuando ve niños. Los pequeños, muchas veces se quedan impresionados al ver a un señor mayor al que no reconocen. Tres años fuera del trono son una eternidad para las nuevas generaciones.

DIFICULTADES FÍSICAS

En la nueva vida de jubilado de oro del Rey emérito hay algunos peros. No es el más pequeño lo complicado que se hace disfrutar de la caza con las limitaciones físicas que padece. En pleno proceso de recuperación de una de sus operaciones de cadera el Rey estaba realmente melancólico por su lejanía del ambiente de campo. Consiguió que un todoterreno lo llevara, en la misma finca de La Zarzuela donde vive, a un apostadero desde el que se ven algunos de los gamos y jabalíes del monte de El Pardo.

El ayuda de cámara se afanó con la silla para poder llevar al Rey a un lugar con buena visibilidad. Los testigos aseguran que la expresión que puso casi parecía la de un niño. Estos días de acoso con los flecos del asunto Corinna, seguro que el rey prefiere el mar, el campo o incluso Jiménez de Jemuz a mirar un periódico.