Si Trump fuera un algoritmo de Inteligencia Artificial…

Alguien con buenas o malas intenciones podría analizar los movimientos del recién nombrado presidente de Estados Unidos y deducir que su comportamiento corresponde al de un programa de Inteligencia Artificial.

Si Donald Trump fuera un algoritmo partiría de tres bases asignadas por su programador. La primera, el objetivo, que corresponde a una proclama que ha repetido hasta la saciedad: América primero. La segunda, una ingente cantidad de datos sobre los estadounidenses: puro big data. Y por último, la tercera, un mecanismo de defensa que proteja el primer objetivo, Estados Unidos, de cualquier amenaza exterior.

El modus operandi del algoritmo siempre será el de prueba y error a partir de opciones que el programa ha establecido a raíz de los datos almacenados. Para empezar, el programa de Inteligencia Artificial sabe y conoce cómo son sus votantes americanos a través de los datos almacenados. Y deduce lo que la América profunda necesita oír: proclamas alrededor de los inmigrantes, la tenencia de armas, el terrorismo, los impuestos, ataques a la política sanitaria de Obama y la discriminación de género. Como guinda, un muro en la frontera de México.

El programa ha obtenido unos datos tan exactos sobre lo que necesita su electorado que está muy seguro de conocerle bien. Por eso lanza su osada frase de «podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos» como parámetro de validación y control interno.

Segunda fase

Una vez que ha conseguido la presidencia de Estados Unidos, una tarea para la cuál no tiene experiencia, entra a explorar sobre un entorno totalmente nuevo. Por ello pasa a la función de machine learning empleando el método A/B de evaluación de resultados. En esta línea, ensaya provocando a México, a China, a Australia, a la OTAN, a Alemania, etc, etc, y aguarda feedback. Da igual la afrenta escogida, lo importante es capturar datos para seguir actuando.

Consigue poner nervioso a México porque tienes menos recursos de procesamiento, cuelga el teléfono a Australia porque no le entiende, provoca a la OTAN para que le ayude y pague más, y consigue cortocircuitar el programa Alemania. Con China aprende que no debe jugar. Analizando todos estos resultados avanza a la siguiente fase de aprendizaje.

En su política de seguridad ha determinado cuáles son sus posibles enemigos, identificando a los inmigrantes musulmanes. En este punto hemos de deducir que su acción ha sido errónea pues ha intentado bloquear en masa a sujetos inocentes para evitar la entrada de una parte, que no llega a ser parte. El programador del algoritmo cometió fallos en el cálculo probabilístico elemental. Ni siquiera se ha acercado. Pero la Justicia, como supervisora a ha reiniciado el sistema de forma adecuada.

Una innovación que es preciso reseñar es la de tomar a su enemigo tradicional, como amigo. Así, se acerca a Rusia e incluso bendice sus ciberataques. Este también es un movimiento de prueba-error, pero con un giro basado en los resultados negativos de sus predecesores en el asunto tradicional ruso.

El programa naturalmente ha de correr sobre un robot que se asemeje a un humano, para poder moverse, hablar e interactuar con otras inteligencias. Pero el resultado ha sido pobre: el robot elegido es demasiado exagerado en sus gestos, y muy artificial en sus movimientos y habla.

En suma, si Trump fuera un programa de Inteligencia Artificial, deberíamos calificarlo como un prototipo que se ha lanzado al mercado muy pronto en versión Beta, sin esperar una evolución 2.0.