Todos los caminos recorridos por Carmen Martínez de Castro llevan a COPE

La llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa ha pillado a contrapié a COPE. La situación en la emisora de los obispos está que arde después de ver cómo la carrera de Mariano Rajoy ha quedado liquidada. Y es que Fernando Giménez Barriocanal había apostado por convertir a la cadena en la emisora de referencia gubernamental y en un terreno abonado para entrevistas simpáticas y susurros al oído. Esta cercanía se gestó a través de una operación que cristalizó hace cuatro años con el desembarco de Carlos Herrera al frente de la mañana de COPE. Sin embargo los nuevos vientos políticos han sacado de la ría a la famosa «Operación Herrera», escuálida de simpatías desde Ferraz.

Lo cierto es que se ha certificado el fin de ciclo de esta etapa político-radiofónica que quemó sus últimos cartuchos con la entrevista de un Rajoy ya dimitido. Fue el broche final para una relación pilotada por la ya exsecretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, ex número dos de Herrera en Onda Cero y en los últimos años «cienmileurista» con poco aprecio hacia las reivindicaciones sobre la jubilación, horizonte que para ella no está demasiado lejos. La entrevista de despedida de Rajoy fue un escaso premio de consolación que la COPE vendió como pudo: lograron la última como presidente y la última tras su caída. La situación queda complicada para quienes se enrocaron en el diseño de una estrategia trazada a mayor gloria de Herrera, de la emisora episcopal y de ciertos sectores del anterior Ejecutivo con peso específico, por su cercanía a Rajoy, en la cúpula del Partido Popular.

En realidad, la operación, tal y como se diseñó hace años, se ha desmoronado por la fuerza de los acontecimientos. El principal beneficiario político, Rajoy, ha quedado en fuera de juego. En peor situación se encuentra Martínez Castro, con un futuro laboral incierto. Tras doce años llevando el peso de la comunicación de Rajoy, tanto en el PP como en La Moncloa, el futuro de la asesora del expresidente resulta complicado. Porque a nadie se le escapa que los dos grandes favoritos para la sucesión, Feijóo y Soraya, cuentan con sus propios expertos en esta materia.

El mazazo de la moción y el estado de «shock» desatado en las filas populares también han afectado a Martínez Castro, a la que todas las quinielas sitúan en COPE. En el plano laboral le pueden pasar factura las críticas internas a su gestión, hasta ahora soterradas y discretas, pero ahora evidentes tras el desconcierto generalizado que circula a gran velocidad por Génova. Lo cierto es que durante una docena de años Martínez Castro ha estado en el ojo del huracán, siendo castigada por medios cercanos ideológicamente al PP como Libertad Digital, que denunciaron vetos, arrogancia, pasividad e inacción profesional.

En ese sentido, recuerdan la polémica generada en 2008 con la denuncia contra el ex jefe de opinión del periódico fundado por Jiménez Losantos, Víctor Gago, por unas afirmaciones sobre su labor en los meses previos al Congreso de Valencia, gestionada de una manera muy controvertida. O la forma de dosificar la presencia de Rajoy en los medios, escondiéndole durante gran parte de su trayectoria reciente como sobreexponiéndole de forma efímera, sin explicación y sin lógica aparente. Sin olvidar la propia «Operación Herrera», que posibilitó el movimiento laboral de un comunicador referente del centro-derecha y que fue valorada como una pérdida de un terreno a nivel interno por un motivo: Onda Cero se ha colocado desde sus inicios en el centro del tablero ideológico y COPE era un terreno previamentente «conquistado».

De hecho, diversas fuentes coinciden en señalar a la periodista como uno de los principales escollos en la relación del Ejecutivo con los medios de comunicación en la que el principal perjudicado ha sido Rajoy, sobre el que Carmen Martínez de Castro pidió árnica mediática tras ser desalojado del poder a través de un SMS muy comentado y silenciado. En Génova dicen hoy las malas lenguas que ha acabado haciendo buena a la hoy semiolvidada Belén Bajo, síntoma de una gestión del siglo XX que no ha resultado adecuada en pleno siglo XXI.