Revisitando Mayo del 68

“Un halo elegíaco se cuela por la ventana y nos envuelve”. El alma de poeta de Francisco J. Castañón es un punto muy interesante para iniciar una revista a París, que siempre merece la pena, pero con el reloj puesto en Mayo del 1968. “Tal vez la última utopía que ha sacudido en Antiguo Continente”, como dice Castañón en su “Mayo del 68: una utopía tras las barricadas” (Ediciones Vitrubio).

Quizás se pueda decir que con Mayo del 68 empezó todo, o bien que terminó todo. Un movimiento estudiantil convulsionó la Francia del presidente (y general de brigada) Charles de Gaulle en busca de un imposible plasmado en este inmortal eslogan: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. La Francia más selecta de Sarte, Simone de Beauvoir y, como no Danny “el rojo”, hoy su señoría Danniel Cohn-Bendit, eurodiputado.

El viaje de Cohn-Bendit del anarquismo al reformismo es el símbolo de aquella revolución que levantó los adoquines del “pavés” parisino para erigir barricadas. Entre las obras que han traído el recuerdo 50 años después destaca esta obra del escritor, poeta y periodista Francisco J. Castañón, hoy director de la revista cultural on-line Entreletras.

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La suya es una crónica fideligna de lo que allí pasó, con la credibilidad del indudable rigor intelectual de Castañón, que ha buceado en fuentes originales y hasta se ha empapado de cientos de fotografías para conseguir sustanciar el espíritu de aquellos estudiantes utópicos.

LOS AÑOS DE LAS REVOLUCIONES

¿Quedaba algo que contar de aquel mayo del 68? Pues sí, y mucho se encuentra en la obra de Castañón. Mayo del 68, como todas las revoluciones, no nació solo ni aislado. La guerra de Vietnam, los levantamientos al otro lado del Telón de Acero (singularmente en Checoslovaquia, la Primavera de Praga), había un aire universal de levantamiento, de inconformismo.

La historia cuenta –y así lo hace el relato certero de Castañón– que una protesta estudiantil contra la sociedad de consumo logró el apoyo de los obreros del sector industrial y que todo desembocó en la mayor huelga general de la historia de Francia. De la gran historia de Francia, donde la palabra revolución es casi una marca registrada.

MAYO DEL 68 Y LAS DIGESTIONES DE LAS GUERRAS

Seguramente fuera la digestión de la guerra mundial, de las culpas por el trato a los judíos en la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial (todo un tabú en Francia), las secuelas de las guerras coloniales (Indochina y Argelia), el paso de un régimen a otro… Todo se fue disolviendo y reconduciéndose a cauces que, por ejemplo, han llevado a Danny “el rojo” a las moquetas de la Eurocámara de Bruselas.

Pero siempre quedará ese poso, ese cosquilleo como una alergia, ese ademán como el rizo de un flequillo rebelde, cuando se enfila la primavera. Las primaveras árabes, el 15-M español –ya institucionalizado con Podemos en las Cámaras y Pablo Iglesias en un chalet de 660.000 euros–, no son más que rebrotes de ese cosquilleo en la nariz que surge cuando llega la primavera bajo el modelo de Mayo del 68. Unos acaban bien, otros en tragedia, como ocurrió en Praga o ha sucedido en casi todos los países del Magreb, bañados en sangre tras estas alérgicas primaveras.

MONSIEUR GRIMAUD

¿Hay cosas aún que contar? Pues sí. Quizás una de las mejores aportaciones de este “Una utopía tras las barricadas” sea la descripción y reseña de los principales protagonistas. Entre los hallazgos con que ha dado Francisco J. Castañón está Maurice Grimaud, quien era prefecto de París. El jefe de la Policía, por tanto.

Libro Francisco Castañón mayo 68
Portada del libro de Francisco J. Castañón sobre las revueltas de Mayo del 68 en París.

Lejos de un ser represor, Grimaud era un hombre amante de la literatura, un espíritu sensible al que el rigor de los tiempos metió en la Policía. Lejos de pedir que sus agentes se ensañaran, escribió órdenes casi poéticas, en las que llamaba a la concordia con los manifestantes: “Golpear a un estudiante que está en el suelo es como golpearse a sí mismo. Ganaremos, quizá, la batalla en la calle, pero perderemos algo mucho más precioso: nuestra reputación”. Irónico, inteligente y fino, cuando los estudiantes empezaron a quemar coches –había empezado él antes una batalla para reducir el tráfico en París–, dijo que no imaginaba que los estudiantes compartieran “las mismas preocupaciones”. Cuando murió, en 2009, a la muy venerable edad de 95 años, se ordenó leer en todas las comisaría de Policía del Francia la poética y ejemplar carta que escribió a sus agentes en Mayo de 1968.

Crónica, reflexión y hallazgos. Se puede decir que, 50 años después del mayo utópico, merece la pena revisitar aquellas calles empedradas y turbulentas de aquel París.