Reino Unido exhibe su flamante portaviones (sin aviones) en Gibraltar; un aviso a la Armada

La extraña proa del HMS Queen Elizabeth ha enfilado esta semana el Western Arm (Muelle Oeste) de Gibraltar, seguida de sus 70.000 toneladas de desplazamiento. El próximo buque insignia de la Royal Navy británica es un extraño portaviones que no tiene aviones. Es tan descomunal, que desplaza más del doble de grande que el buque insignia de la Armada española, el Juan Carlos I. La llegada del HMS Queen Elizabeth, además de un espaldazaro para los gibraltareños, es una señal de aviso a la Armada española por varias razones. La primera, paradójicamente, por la evidencia de su falta de aviones.

Este es el primer portaviones británico que recala en Gibraltar desde la Segunda Guerra Mundial. El buque realmente está en sus pruebas de mar y de vuelo con helicópteros. De hecho lleva embarcados unos aparatos Merlin y Chinook. Se trata de un proyecto enormemente ambicioso de la Royal Navy que ha costado 3.500 millones de euros y que tendrá un hermano que ya está en astilleros, el HMS Prince of Wales. Es, en sí mismo, la evidencia de los errores de planificación cometidos por los británicos, que amenazan ahora mismo a uno de los sistemas de armas más preciados de nuestra Armada, la aviación embarcada.

[td_block_11 custom_title=»» separator=»» post_ids=»36301″ limit=»1″ css=».vc_custom_1496993590403{border-top-width: 1px !important;border-right-width: 1px !important;border-bottom-width: 1px !important;border-left-width: 1px !important;padding-top: 5px !important;padding-right: 5px !important;padding-bottom: 5px !important;padding-left: 5px !important;border-left-color: #000000 !important;border-left-style: solid !important;border-right-color: #000000 !important;border-right-style: solid !important;border-top-color: #000000 !important;border-top-style: solid !important;border-bottom-color: #000000 !important;border-bottom-style: solid !important;border-radius: 4px !important;}» tdc_css=»»]

El HMS Queen Elizabeth no lleva a bordo aviones, ni los llevará hasta dentro de un año y medio, pero sí tiene previsto qué aeronaves operará. El controvertido caza F-35, en su modelo B, de despegue vertical (VSTOL), que fabrica la estadounidense Lockheed Martin. Los Harrier navales británicos ya están jubilados. Del mismo modo que en unos años se jubilarán los Harrier de la Armada española, claramente desfasados comparados con el carísimo nuevo modelo de Lockheed Martin, pese a ser magníficos aparatos. El problema es que los británicos tienen ya previstos los aviones para su mastodóntico buque insignia, y España sigue sumida en el desconcierto y ha alargado la vida útil de sus AV-8B hasta 2034 tras darse sucesivas prórrogas.

Dudas de diseño

Lo primero que llama la atención al ver al enorme portaviones británico son sus dos estructuras en la cubierta. Además de la larga pista de despegue de un portaviones clásico (diseño CATORBAR), tiene un ángulo en la proa para facilitar el despegue a aparatos VSTOL, verticales. O sea, la demostración de una cierta incoherencia en el diseño.

Lo curioso en esta etapa del diseño de las flotas es que son los aviones el factor determinante en la configuración de los barcos. La apuesta de la Royal Navy por estos nuevos portaviones fue tal, que jubiló y renunció a disponer de aviación embarcada en el ya lejano año de 2010, con la retirada del HMS Ark Royal. Todo el presupuesto se dedicaría a los nuevos buques.

Pero en plena planificación, las cabezas pensantes del Almirantazgo cambiaron de idea sobre el avión con que dotarían al Queen Elizabeth. Se decantaron por el F-35C. El cambio de B a C supone un mundo diferente. El C tiene mayor capacidad, pero no despegue vertical. Por eso necesitaban un barco tan largo, enorme, que habría que dotar de catapultas y cables de frenado para poder operar los F-35C. Lo que parecía una solución sencilla de ingeniería se complicó y los Lords del Almirantazgo decidieron finalmente que sería el F-35B de despegue vertical el avión de su buque insignia. La desviación presupuestaria de este amago supuso 1.400 millones de euros.

Un caza de quinta generación

El F-35 es la discutida nueva joya de la aviación de guerra de la industria estadounidense. Un caza de quinta generación con enormes avances tecnológicos  en motorización, firma radar, y cualidades aeronáuticas. El piloto, por ejemplo, dispone de un casco con prestaciones futuristas. Los hándicaps, sin embargo, existen. El precio es tan disparatado que hasta lo criticó Donald Trump al llegar a la Casa Blanca. Pero lo más doloroso son las dudas sobre su capacidad de combate aire-.aire: una leyenda no se sabe si fundada, que surgió porque en las primeras fases del proyecto un F-35 perdió un duelo con un vetusto F-16.

La Armada española no tiene las dudas de sus homólogos británicos, ni se las puede permitir, por obvias razones económicas. El Juan Carlos I (técnicamente un buque de proyección de fuerza que opera cazas, no un portaviones) solo puede operar con aviones de despegue vertical. El Jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA), almirante general Teodoro López Calderón, y sus planificadores apuestan por el F-35B para dotar al Juan Carlos I, conscientes de su desorbitado precio.

Una de las opciones pasa por comprar más cazas de este modelo para que prestaran servicio en el Ejército del Aire, que tiene que sustituir a medio plazo a los ya veteranos y muy rentables F-18, con el objetivo de aquilatar precios. Lo que pasa es que España llega tarde a este proyecto, que cuando nació tenía al Ministerio de Defensa volcado en el proyecto del Eurofighter.

La ‘premier’ británica, Theresa May, ha dicho que este buque devolverá la condición de superioridad en la mar a la Royal Navy, muestra de un país de vocación marítima. Lo cierto es que es un aldabonazo en forma de 70.000 toneladas, aunque los ajustes presupuestarios han recortado algo las alas de las primeras previsiones.

Aunque el buque cuenta con capacidad para embarcar y operar un ala de 36 cazas, finalmente su aviación embarcada consistirá en solo 12 F-35B. Además dispondrá de helicópteros, se prevé que unos 12 Augustawestland Merlin. Esto supone que la Royal Navy podrá desembarcar en una sola oleada aérea a cerca de 250 infantes de marina, lo que supone una pegada importante. Si al HMS Queen Elizabeth le unimos a su hermano gemelo, el HMS Prince of Wales, la proyección de la potencia naval británica es ya de respeto. Ambos portaviones coincidirán en servicio solo un periodo de tiempo, ya que la idea es que ambos se reemplacen entre estancias en la mar y las necesarias revisiones en puerto de un buque de esta complejidad.

La ciudad marina de 280 metros de eslora apabulla, vista en los muelles de la abigarrada ciudad de Gibraltar, a la sombra del Peñón. Escoltado por la fragata Sommerset, el portaviones se está dejando ver por los mares en los que tiene que hacer imponente su presencia. Ojos de la Armada española encima, no le han faltado.