Rajoy elude el fondo de la cuestión, como si no hubiera pasado nada

Había mucha expectación ayer en el Congreso de los Diputados con el discurso de Mariano Rajoy, el día después de la declaración de independencia en diferido que había hecho Carles Puigdemont en el Parlament. Se esperaba un discurso contundente, toda vez que por la mañana el Consejo de Ministros había activado el artículo 155 de la Constitución, requiriendo primero a Puigdemong sobre la naturaleza de lo dicho en su discurso y, después, con otro requerimiento para que vuelva a la legalidad.

Pero no. Mariano Rajoy, fiel a sí mismo, compareció en la Cortes como sino pasara nada. Ya puede hundirse el mundo bajo sus pies, que él seguirá impasible. El problema es que si está pasando, y lejos de ser un problema legal o de orden público, como le dijo Pablo Iglesias con bastante acierto, lo que hay es una crisis sin precedentes del modelo de estado autonómico que nos dimos en la Constitución del 78. Y Mariano Rajoy es incapaz de admitir eso.

De hecho, que Rajoy haya aceptado la exigencia del PSOE de abrir el debate de una reforma de la Constitución, no es más que el producto de su debilidad parlamentaria y la necesidad de encontrar el apoyo de los socialistas a la aplicación del 155. Pero no les quepa duda de que Rajoy hará todo lo posible por alargar esa comisión hasta el aburrimiento, como me decía ayer en los pasillos del Congreso un destacado dirigente de su propio partido.

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Mariano Rajoy solo es capaz de ver lo que está pasando desde el prisma de la legalidad, no desde el prisma de la política. Es verdad que ahora lo que toca es aplicar la ley, y en ese sentido el Gobierno actuó ayer con prudencia dando cinco días de plazo al Govern para contestar a su requerimiento, y un plazo más hasta el jueves que viene para que dé marcha atrás en sus pretensiones. De lo contrario, el 155 se aprobará en el Senado y se intervendrá la autonomía catalana.

Pero eso no puede ser un obstáculo para dar un paso más. El presidente del Gobierno debe estar por encima de los mecanismos de la ley, e ir más allá, siendo consciente de que existe un problema político importante que requiere una solución. Cataluña es una sociedad dividida ahora mismo, y necesita mensajes de esperanza, y ya que no llegan de su Gobierno autonómico, que lleguen al menos desde Madrid. La mano tendida, pero no para hablar de servicios públicos, es lo que le falta a Ray para ser un estadista.