El Pacto de Toledo y la (no) secreta ambición de Sánchez

Ayer tomó posesión el nuevo Gobierno de Castilla-La Mancha, en el que José García Molina, secretario general de Podemos en la región, será el nuevo vicepresidente, y su compañera Inmaculada Herranz, consejera. Lo que en un principio aparecía como un desafío a la autoridad del propio Pedro Sánchez, con un acuerdo pactado entre Emiliano García Page y García Molina a espaldas de sus respectivas direcciones nacionales, se ha acabado convirtiendo en una oportunidad para que los líderes del PSOE y de Podemos experimenten sobre futuros posibles acuerdos parlamentarios.

E, incluso, de gobierno. Una vez superada la crisis interna abierta por el Pacto de Toledo, y después de que las militancias de ambos partidos se posicionaran mayoritariamente favorables al acuerdo, tanto Sánchez como Iglesias han optado por aprovecharse de la ocasión. “Es el primer acuerdo de estas características, y nos va a servir para tantear como nos va juntos y si somos capaces de llegar a otros acuerdos de mayor envergadura”, dicen fuentes de la Ejecutiva de Ferraz.

Y es que, pese a las dificultades para lograr el respaldo suficiente para que salga adelante, ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias se rinden ante la idea de intentar una nueva moción de censura contra Rajoy. De hecho, la amenaza de que esa iniciativa parlamentaria pueda volverse a presentar va a estar sobrevolando el resto de la legislatura.

Las opciones de Pedro Sánchez

El acuerdo con Podemos en Castilla-La Mancha acerca, además, al PSOE a conseguir el apoyo de otras fuerzas políticas de corte nacionalista que estarían dispuestas a apoyar esa moción. De ahí el empeño de Sánchez en desmarcarse del PP y de Rajoy e intentar ofrecer una solución alternativa, una tercera vía al conflicto catalán, aunque no sea capaz ni él ni nadie del PSOE, de concretar cual es verdaderamente su propuesta respecto de la plurinacionalidad.

Pero Sánchez no necesita concretar nada: basta con mostrarse abierto al diálogo frente al inmovilismo de Rajoy, para conseguir que el nacionalismo le de una oportunidad. La única duda esta en saber si el PSOE será capaz de soportar sin fracturarse el peso de un acuerdo de ese tipo que, sin duda, puede tener un importante coste electoral en el resto de España. Pero, por lo pronto, Toledo ya es un primer paso en esa dirección.