Moragas, el hombre que lo tenía “todo controlado”

“Está todo controlado”. El golpe de melena y la sonrisa franca de Jorge Moragas infunde simpatía, probablemente confianza a los desazonados interlocutores del bloque constitucionalista en vísperas del 1-0. Moragas es el fontanero jefe de Moncloa, catalán además, quien lleva pilotando la extraña y errada estrategia del PP en Cataluña desde que Rajoy se hizo cargo del partido, en el lejano 2004. Suya es por tanto la responsabilidad de abrir un frente judicial contra los Pujol –que derivó en el feo asunto de la “policía patriótica”– y la estrategia en el último desafío del “procés”, que ha acabado en catástrofe. Y suyo es lo que en el PP llaman “el invento” de Andrea Levy. Moragas dejó este viernes Moncloa para irse a un lustroso puesto de embajador ante la ONU.

La escena tiene lugar en el Congreso de los Diputados, la semana antes del referéndum ilegal catalán. El juego subterráneo es casi tan importante como los alardes públicos, y la unión de los partidos constitucionalistas es clave, pero frágil. Moragas ha sido el coordinador de la estrategia de Moncloa, que tiene un frente político, otro policial con el envío de miles de agentes a Cataluña, y uno propio de la fontanería política. Entre los negociadores socialistas –que empieza comandando José Enrique Serrano, homólogo de Moragas en el Gabinete de Zapatero y después Carmen Calvo– hay inquietud. La pasividad habitual de Rajoy y la callada estrategia del Gobierno contrastan con el ruido que procede de los independentistas catalanes. Además, para el PSOE, tras las convulsiones internas por la abstención en la investidura de Rajoy y el terremoto de las primarias que ganó Sánchez, es muy delicado alinearse con el Gobierno aunque sea en este asunto de Estado.

La sonrisa de Moragas, seductora, pedía calma y confianza. Pero luego, el resultado de la jornada del referéndum ilegal fue una calamidad por parte del Estado. Aparentemente desorientados, los mandos policiales mandaron grupos de intervención a cerrar colegios cuando éstos ya estaban en marcha, y se vieron desbordados. Lo peor es que se vio claramente que el Estado no había logrado un solo acercamiento en el bloque independentista y se improvisaban las respuestas, nunca se llevaba la iniciativa. Así, hasta la efímera y autoproclamada República catalana.

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Nacido en Barcelona hace 52 años, afiliado al PP desde 2002, Jorge Moragas tomó muy pronto cartas en el asunto catalán. Él era amigo del colegio de Victoria Álvarez, la exnovia de Jordi Pujol Ferrusola. Vicky fue la principal baza en las primeras denuncias contra la presunta corrupción de la familia Pujol en sus años de gobierno en la Generalitat. El escándalo saltó cuando trascendió la grabación oculta de la conversación que mantuvieron durante un almuerzo privado Vicky Álvarez con Alicia García-Camacho, en la que daban rienda suelta al caso. La conversación fue grabada por Método 3 y divulgada dentro de la guerra sucia que se desató en Cataluña. Entonces se supo que el “reclutador” de Vicky para contar el caso fue el propio Moragas. No consta relación entre el jefe de gabinete de Rajoy y el excomisario José Villarejo, hoy en prisión.

A Moragas se atribuye la paternidad de una de las ideas que se califican de “invento” en el PP. La ascensión a la cúpula del partido de la que era un meritorio cuadro procedente de Nuevas Generaciones, Andrea Levy. Levy conecta con su título en Relaciones Internacionales y protocolo con la trayectoria de Jorge Moragas, que pertenece al cuerpo diplomático. Aunque el liderazgo del partido ha quedado en manos de Xavier García Albiol, Levy era el rostro de la renovación. Pero su papel ha quedado difuminado en la vida social de Madrid y, tras el batacazo de este 21-D, absolutamente en entredicho. Algunas voces en el PP sugieren que ella debería ir en el carro de las dimisiones, tras perder 7 diputados.

Jorge Moragas ha pisado fuerte en el Gabinete del presidente Mariano Rajoy. En consecuencia, ha estado en la dirección de la estrategia ante la crisis catalana, junto a Soraya Sáenz de Santamaría. Una estrategia que levantó fuertes críticas internas en el PP y que gozó de breve beneplácito con la actuación en la aplicación del Artículo 155, pero que ahora se ha venido abajo.

La estrategia realmente viene de más atrás, del “virreinato” de los hermanos Fernández, Jorge y Alberto, exministro y exlíder del PP catalán (hoy concejal), quienes relevaron a la generación de Vidal-Quadras cuando éste fue orillado por Aznar y otro experimento descarriló, el de Josep Piqué.

La estrategia en Cataluña ha despertado fuerte contestación interna en el PP y en el propio Gobierno. El mascarón de proa de esa oposición probablemente sea Dolores de Cospedal, en su doble condición de secretaria General del PP y ministra de Defensa.

Jorge Moragas además ha sido el gran timonel de las sucesivas estrategias nacionales de seguridad. Bajo su mando quedó el Departamento de Seguridad Nacional (DSN), que operativamente ha llevado su adjunto en el Gabinete, Alfonso de Senillosa. Este catalán de 49 años, amigo personal de Moragas, fue el inventor de la exitosa Workcenter –que vendió en su día– y es considerado un experto en márketing y nuevas tecnologías. Pero el protagonismo de Moragas en este campo ha sido tal, que él se ha encargado de presentar y defender la Estrategia Nacional de Seguridad en el Congreso, que en lógica parlamentaria debiera haber sido tarea del mismísimo Rajoy. El DSN –cuya base de operaciones está en el búnker de Moncloa– se creó con el Gobierno de Rajoy, a imagen de su homólogo estadounidense, un modelo que se repite en varios países europeos.

Tanto ha sorprendido en círculos del PP la salida de Moragas como la generosidad de Rajoy con su jefe de Gabinete. La sustitución de un jefe de gabinete en Moncloa no es habitual ni mucho menos. González tuve tres jefes de gabinete en 14 años (Roberto Dorado, Zabalza y José Enrique Serrano). Aznar uno (Carlos Aragonés) en ocho años y Zapatero otro en dos legislaturas (Serrano, tras su experiencia con González). Su cargo tiene rango de secretario de Estado, pero es clave y nuclear en todas las decisiones del presidente.

El destino de Moragas es una de las embajadas mejor remuneradas y de más prestigio, la ONU en Nueva York. Aunque pertenece al cuerpo diplomático desde 1995, su única ocupación como tal ha sido en el departamento de Protocolo de La Moncloa, desde ese mismo 1995.