Los celos de Jorge Javier Vázquez con Ana Rosa Quintana como protagonista

No corren buenos tiempos para Jorge Javier Vázquez. El presentador lo confirmaba lacónico: «No está siendo fácil el inicio de la temporada». Con esta frase el de Badalona admitía de forma implícita que los números de ‘Gran Hermano Revolution’ no están siendo los esperados y que la atmósfera en ‘Sálvame’ no es la propicia.

Recuerden que sus apariciones en el universo vespertino de Telecinco se han reducido para el presentador a tan solo tres apariciones semanales, hecho que sin duda redundará negativamente en su facturación anual. Recuerden que Jorge Javier Vázquez ingresó medio millón de euros menos en 2016 que en 2015, síntoma de sus menguantes presentaciones de las jugosas menciones publicitarias en el programa vespertino estrella de Mediaset.

No se corta Jorge Javier cuando cree que no se le valora los suficiente. Hace unos años dejó caer su molestia por tener un salario similar a Jesús Vázquez cuando él tenía mucho trabajo más. Ayer el ex conductor de ‘Aquí hay tomate’ señaló con su habitual máscara irónica que estaba que trinaba por no haber sido invitado al besamanos que organizó Zarzuela tras el desfile del Día de la Hispanidad.

Al acto protocolario sí que fueron invitados compañeros de cadena como María Teresa Campos, Ana Rosa Quintana o Pedro Piqueras, amén de colegas de profesión como Carlos Herrera, Juan Ramón Lucas, Luis del Olmo, Nieves Herrero o Pedro J. Ramírez.

Si Jorge Javier hace unos años admitió que el día que sacó a Olvido Hormigos entre insultos del plató del ‘Deluxe’ estaba motivado por un enfado laboral, ahora este hecho pudo volver a repetirse con la expulsión el pasado sábado de Àlvaro de Marichalar, al que acusó de decir «gilipolleces». Pero el tema no ha quedado ahí, ya que el tío de Froilán le acusó de «pobre esbirro del mal» mientras el presentador recordó desde Lecturas el incidente del aventurero en un viaje de Blabacar, en el cual una usuaria protestó por la actitud de su acompañante: «Sacó su teléfono y comenzó a encadenar llamadas, presentándose. Gritaba mucho y no dejaba de hablar de negocios, marcas, inversiones y de Soria. Era todo muy disparatado. No era nada discreto y, desde luego, resultaba imposible no oírlo. También fue imposible volver a hablar. Cuando colgaba el teléfono continuaba su monólogo echándose flores: que si era aventurero, empresario…».

Tampoco se muestra cómodo con la polarización política que ha provocado tensiones entre Madrid y Barcelona, por lo cual ha querido explicar su maravillosa relación con la primera: «Amaba Barcelona sin saberlo porque dedicaba muchas horas a soñar con Madrid. Siempre quise vivir aquí, tenía idealizada la ciudad. De vez en cuando me escapaba y la ciudad soñada jamás me defraudaba. Me gustaba perderme por el Madrid de los Austrias, recorrer la parte más castiza y pasear una Gran Vía atiborrada de cines. Estoy hablando de hace más de veinte años, de cuando las tiendas de moda no habían invadido la zona. Tenía tan mitificada Madrid que vivir en ella podría haberme decepcionado, pero eso jamás sucedió. Desde el primer momento me sentí como en casa. No es que amara Madrid nada más pisarla sino que llevaba queriéndola en sueños desde hacía muchísimos años. Me acogió con amor y yo le correspondí devolviéndole ese amor multiplicado por dos. Soy madrileño. Sólo me faltan tres años para haber pasado el mismo tiempo en Madrid que en Barcelona. Pero también soy catalán. De Badalona».

Pero para Barcelona tiene palabras de cariño: «Y de Barcelona, que me recogió con muchísimo cariño tras la finalización de ‘Aquí Hay Tomate’. Aterricé en ella aniquilado, destrozado anímicamente. Con una perspectiva laboral más negra que el alma de Trump. Pero el amor que me regaló la ciudad durante los cerca de ocho meses que estuve allí sirvió para que me regenerara emocionalmente y volviera a creer en mí. Fueron meses en los que me reencontré con mi ciudad y mi familia. Volví a ser un poco más joven y más feliz. La Barcelona que me vio nacer también me reconstruyó y el Madrid que abandoné desesperado me volvió a acoger de nuevo con el corazón abierto de par en par. Hasta hoy, que me veo en ese punto absurdo en el que no te dejan ser de muchas partes. Menuda idiotez. Yo tengo el corazón suficientemente grande para amar a dos ciudades. El problema lo tienen otros».