Isidoro Álvarez, el atormentado gran patrón de El Corte Inglés

Al contrario que Franco, Isidoro Álvarez no pudo dejarlo todo “atado y bien atado” cuando una inesperada crisis respiratoria se lo llevó de este mundo a finales del verano de 2014. La crisis actual en la que vive inmerso El Corte Inglés es en buena medida responsabilidad directa de sus errores, demasiado frecuentes en los últimos años de su vida. Su obsesión por intentar salvar a El Corte Inglés del impacto de la crisis aumentando el tamaño sin orden ni concierto ha dejado al grupo en una situación financiera muy complicada. Y los actuales gestores dedican más tiempo a conspirar en sus guerras intestinas que en diseñar una estrategia que permita a la compañía adaptarse a los nuevos tiempos.

“Si Don Isidoro levantara la cabeza…” repiten con letanía empleados, directivos e incluso clientes de los grandes almacenes que comprueban cada día que poco queda ya de los principios fundadores que fueron santo y seña de la casa. Pero lo que la mayoría desconoce es que Álvarez es el primer responsable que El Corte Inglés ya no sea lo que era. Algunos dicen que la muerte le llegó de forma inesperada, pero sus viajes a Houston hacían presagiar que su leucemia –para la que poco saben que iba a recibir un tratamiento experimental– no le iba a permitir aguantar mucho tiempo más en plenas facultades al frente del imperio.

Sus últimas horas las pasó rogando a los médicos que encontraran la forma de conseguirle un año más de vida para garantizar que el grupo no se diluiría como un azucarillo, porque en lo más profundo de su ser sabía que no podía dejar en manos de sus hombres de confianza un juguete tan goloso como El Corte Inglés. La empresa que fue un icono empresarial del desarrollismo español de la última parte de la dictadura franquista y que alcanzó sus mejores resultados en 2007 antes del estallido de la Gran Depresión lucha ahora por sobrevivir financieramente atenazado por las luchas intestinas de sus herederos.

La vida de Isidoro Álvarez es una historia de luces y sombras que en su mayor parte ha permanecido oculta gracias al férreo control informativo del grupo, logrado a golpe de talonario mediante el riego sistemático de millones de euros a prácticamente todos los medios de comunicación nacionales. Sin embargo, como ha sucedido recientemente con la Casa Real, vivimos tiempos en los que es muy difícil ponerle puertas al campo y tarde o temprano la verdad sale a la luz.

Y en el caso del gigante de la distribución lo que nos encontramos es un culebrón venezolano en el que la avaricia, el rencor y la traición son los elementos fundamentales de la trama, como reza el subtítulo del libro de Carlos Díaz Güell La historia oculta de El Corte Inglés (Dlibros, 2018), una obra de cabecera perfectamente documentada para todo aquel que quiera conocer lo que hay de verdad en el seno del grupo del triángulo verde.

EL CLAN EN EL QUE NADIE REGALABA NADA A NADIE

Isidoro Álvarez nació en una pequeña aldea asturiana y tuvo una infancia difícil. En el clan familiar no se regalaba nada a nadie hasta que hubiera demostrado sus capacidades, al menos a los que estaban destinados a mandar. Realizaba grandes caminatas para ir a la escuela y el tiempo libre lo dedicaba a las faenas del campo, tarea que no le era remunerada con grandes emolumentos. Tras su paso por el internado de los maristas en Oviedo se mudó a Madrid para estudiar Económicas. Por las mañanas acudía a la universidad y por las tardes descargaba camiones en el centro de El Corte Inglés de Preciados, donde había sido colocado por su tío Ramón Areces, por aquel entonces amo y señor de la compañía.

Don Ramón le dejó muy claro que el trabajo debía ser su prioridad absoluta y le prohibió que jugara al fútbol los domingos con sus compañeros de clase. La exigencia era total, hasta el punto de que Isidoro casi terminó aborreciendo otra de sus aficiones –la caza menor– porque Areces quería que aprovechara sus escapadas cinegéticas para tejer relaciones y hacer negocios. Ya en aquellos años se formó una estrecha relación entre tío y sobrino que marcó la vida y el carácter de Isidoro, el cual tenía a Ramón una mezcla de respeto y temor disfrazada de lealtad absoluta.

Quizás fue en estos primeros años cuando Álvarez configuró un sentido por el deber que rozaba lo enfermizo y que le llevó a pasar más tiempo en los centros comerciales que en los despachos o en su propio domicilio, situado durante años en un solemne edificio del Paseo de la Castellana. Del mismo modo que al fundador del grupo, su tío abuelo César Álvarez, a Isidoro le apasionaba acudir a los establecimientos de El Corte Inglés a realizar compras (a modo de los modernos mistery shoppers) para calibrar la calidad del servicio, fiscalizando todo lo que ocurría en los grandes almacenes. También son famosas sus reuniones de fin de semana con los directivos, que acudían raudos a la sede madrileña de la calle Hermosilla cuando el presidente tocaba la corneta.

Sin embargo, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, Isidoro todavía no sabía que había sido elegido por Ramón Areces y César Rodríguez para llevar el timón del grupo. El fallecimiento de su padre, atropellado por un tren cuando ejercía su trabajo de vigilante de seguridad, le obligó a asumir responsabilidades familiares muy pronto, especialmente con su hermana pequeña, María Antonia, que entonces tenía seis años y que tiempo después se convertiría en la madre de Dimas Gimeno. Desde entonces guardó el luto con sus trajes oscuros y corbatas negras, vestimenta que le caracterizó y por la que era reconocido en la empresa.

Isidoro creció a la sombra de Areces, que le nombró consejero director general certificando que sería su sucesor cuando le faltara la fuerza vital. Álvarez era un hombre lleno de contradicciones, soberbio y autoritario, pero también tímido y acomplejado, con graves carencias afectivas que le atormentaron durante toda su existencia y que marcaron sus relaciones con el sexo femenino. Tenía un gran pánico a hacer el ridículo y verdadero pavor a las intervenciones públicas.

SU RELACIÓN CON EL TODOPODEROSO FERNÁNDEZ CERNUDA

Uno de los peores momentos de la vida de este empresario fue cuando le llamaron a declarar como testigo en un caso que implicaba al gigante de la distribución en el blanqueo de capitales de las comisiones del AVE Madrid–Sevilla. Su fiel escolta Juan Carlos Fernández Cernuda logró que no compareciera utilizando métodos inconfesables y no fue la primera vez que sus oscuras artes permitieron a Álvarez eludir el banquillo. Hoy en día este ex policía es el todopoderoso jefe de seguridad del grupo que reparte jugosos contratos a empresas del sector y que está siendo investigado por corrupción y estafa.

Cernuda fue un hombre clave de la vida de Isidoro desde aquel momento. Tal como ha desvelado MONCLOA.COM el jefe de seguridad tenía importantes contactos policiales y judiciales que permitieron a Álvarez evitar ser imputado en varias ocasiones, lo que tejió una relación de dependencia. El comisario José Manuel Villarejo confesó al marido de María Dolores de Cospedal, Ignacio López del Hierro, en una de las grabaciones publicadas por el citado medio de comunicación, que Cernuda “tenía acojonado” a Álvarez porque durante su vida se había ocupado de ocultar algunos de los secretos inconfesables del empresario, llegándole incluso a solicitar en varias ocasiones ser consejero del grupo a cambio de su silencio.

LA HISTORIA OCULTA DE CUBA «YA ES PRIMAVERA EN EL ENCANTO»

Al mando del imperio, Don Isidoro continuó el legado de su tío cuando este falleció en 1989. Lo primero que hizo fue garantizar que guardaría el gran secreto que Areces ocultó con éxito durante tantos años y que ahora ya es casi vox populi: que el verdadero fundador de El Corte Inglés no fue Ramón sino su tío, César Rodríguez, que desde Cuba copió el modelo de los grandes almacenes El Encanto, del mismo modo que su primo Pepín Fernández hizo lo propio para crear Galerías Preciados. Y no sólo fusilaron el modelo comercial, sino también su publicidad. ¿Saben cuál era el eslogan de estos comercios cubanos cuando el invierno tocaba a su fin?: “Ya es primavera en El Encanto”. Un plagio en toda regla.

No es este el único secreto que intentó esconder Álvarez con la inestimable ayuda del departamento de comunicación de El Corte Inglés y de Fernández Cernuda. Todo lo que tiene que ver con su vida personal se ha metido bajo las alfombras y los escritores que desvelaron cómo conoció a su mujer, María José, han visto como sus libros se retiraban de los estantes para ser destruidos y descatalogados a la velocidad del rayo. Y si no que se lo digan a Javier Cuartas, que investigó durante una década los orígenes del grupo y cuyo trabajo ha estado oculto durante años. La leyenda dice que El Corte Inglés destruyó los 20.000 ejemplares de esta biografía no autorizada antes de que llegaran a las tiendas para ser vendidos.

Isidoro conoció a su mujer en El Riscal, una mezcla de restaurante, sala de fiestas y picadero en el que las jornadas comenzaban con paellas y terminaban en reservados o apartamentos cercanos en los que algunas mujeres alternaban con supuestos caballeros. María José Guil había llegado en los años cincuenta a Madrid desde su Almería natal para probar suerte en el mundo del espectáculo. Pero acabó trabajando en este lugar de encuentro y referencia de adinerados de la época que acudían allí para olvidar las amarguras de la posguerra. Acabó casándose con el dueño Alfonso del Rey (alías Camorra) y heredó el negocio tras su fallecimiento.

LAS NOCHES DEL RISCAL, PAELLAS Y ALGO MÁS

El Riscal era uno de los sitios de referencia de Ramón y de su sobrino Isidoro, que tenían gran querencia por el alcohol y las compañía femenina. Quizás porque conocía bien el percal, Areces nunca vio con buenos ojos la relación de Álvarez con la mujer que décadas después se convertiría en su esposa. No obstante Isidoro decidió seguir adelante en contra del criterio de su familia, le pidió a María José que traspasara el negocio y le puso un piso cerca del parque del Retiro, donde se fue a vivir con las dos hijas: Marta y Cristina. El mismo se avergonzaba de esta relación, ya que el entonces director general de El Corte Inglés siguió viviendo en casa de su madre. Doña Eustaquia nunca aceptó que su hijo se amancebara con “la del Riscal”.

Isidoro tardó mucho en convivir con María José y no se casó con ella hasta 1992. Y lo hizo de forma secreta. A “las niñas”, como se las conoce en El Corte Inglés, las adoptó cuando ya rondaban la cuarentena en un proceso que se está dirimiendo en los tribunales. “Mi hermano se casó cuando tenía 60 años, en secreto, en una capilla de un convento, con solo cinco personas. No nos enteramos ni que se habían casado porque él no se atrevió a decírnoslo y siguió viviendo en nuestra casa hasta varios meses después. Nunca vinieron a ningún acto de nuestra familia porque mi madre no lo permitió”, ha confesado su hermana en una reciente entrevista concedida al diario El Confidencial.

Los caracteres de la pareja eran completamente antagónicos. Se enfrentaban cada día la austeridad con la ostentación y en aquella época se abrió una grieta en el seno familiar de los Álvarez que está en el origen de las actual guerra de poder por el control del grupo, en la que es una parte fundamental la Fundación Ramón Areces que está en manos del todopoderoso Florencio Lasaga.

Este octogenario era uno de los principales hombres de confianza de Don Isidoro que, tras su muerte se alió con sus hijas adoptivas para dar el finiquito a Dimas Gimeno, el delfín elegido por Álvarez para continuar su legado. Lasaga, junto a Carlos Martínez Echevarría (ambos miembros del clan de los navarros) y el eterno aspirante al torno, Juan Hermoso, fueron los hombres en los que se apoyó Álvarez durante su mandato. Todos ellos le sirvieron sin rechistar hasta que falleció, momento a partir del cual se lanzaron como lobos para asegurarse el control del cortijo gerontocrático en el que se ha convertido el consejo de administración.

Juan Hermoso ejerció de psicólogo de Isidoro y se convirtió en su apoyo durante la última etapa de su vida en detrimento de Lasaga. El ejecutivo soñaba con ser el presidente de El Corte Inglés y maniobró para lograrlo aprovechando su cercanía con el patrón. Son famosas sus intrigas palaciegas en la sede de Hermosilla y su carácter prepotente que le granjeó numerosas antipatías entre los trabajadores y directivos del grupo. Sus colaboradores aseguran que era incapaz de leer un balance y que carecía de conocimientos básicos de gestión empresarial. Salió por la puerta de atrás dos años después de la muerte de Isidoro aludiendo a “motivos personales” para su marcha, dejando vía libre a Lasaga y a “las niñas” para el asalto de la presidencia del grupo.

LA MISIÓN DE PIZARRO: SANEAR ‘EL CORTIJO’ PARA SACARLO A BOLSA

El problema fue precisamente ese, que la empresa familiar se acabó convirtiendo en un cortijo, en el que Álvarez tomaba las decisiones del negocio en soledad apoyado en su guardia pretoriana, en la que a tenor de los sucedido después podemos afirmar que confió más de lo debido. Algunos dicen que en sus últimos días se dio cuenta de que tenía que profesionalizar la gestión y que por eso fichó a Manuel Pizarro, para que limpiara la empresa de polvo y paja dotándola de los mecanismos de transparencia indispensables para salir a Bolsa. El problema es que el ex presidente de Endesa no pudo ni comenzar su labor ya que a las pocas semanas de ser nombrado consejero murió el presidente y pronto descubrió que era imposible poner orden en esa maraña jurídico–institucional que rige el grupo de empresas de El Corte Inglés.

Todos daban por sentado que Álvarez quería a su sobrino como presidente gestor y a sus hijas como propietarias rentistas sin voz ni voto. Para ello había establecido un delicado equilibrio entre la Fundación Ramón Areces, su sociedad patrimonial IASA y El Corte Inglés. Todo dependía de que Dimas fuera, al mismo tiempo, presidente de la Fundación y de la empresa, como antes lo habían sido todos los mandatarios del grupo. Pero fue Lasaga el que logró ponerse al frente de la Fundación, ayudando a Marta y Cristina a acabar con Gimeno para evitar que se abrieran las ventanas de El Corte Inglés para expulsar el olor a naftalina.

Isidoro dejó una empresa con graves problemas financieros y dificultades serias de liquidez, pero nadie duda de que fue el empresario más importante del sector retail y el que llevó al grupo a ser uno de los principales referentes del sector privado español. Su mayor error fue el afán desmesurado de expansión, abriendo multitud de centros en las periferias de las ciudades que hoy en día son deficitarios y que sólo sirven para que las familias disfruten del aire acondicionado gratuito en los tórridos días de verano. ¿Por qué no se cierran? Porque eso supondría admitir el fracaso en los despachos de Hermosilla.

LLEGA LA CRISIS: HUÍDA HACIA DELANTE A LOMOS DE LA DEUDA

Recurrir a la deuda para financiar la actividad fue prácticamente obligado, ya que no dispuso del dinero del tío abuelo, que ya se había encargado de invertir Areces en las décadas prodigiosas de los años sesenta y setenta. Cabalgando a lomos de la expansión crediticia de principios de siglo llevó al grupo al mejor resultado de su historia, con unas ventas de casi 18.000 millones de euros y un beneficio de 716 millones. Pero como decía Ramón Areces: “si pides dinero a los bancos estás trabajando para ellos”, una frase que sólo puede plantear quien no tuvo que recurrir a la deuda porque las inversiones las financió con el patrimonio de Don César, al que posteriormente quiso enterrar en la cuneta de la historia.

Sea como fuere, lo que no se puede negar es que Lasaga y Martínez Echevarría son tan responsables como Álvarez de la deriva financiera de la empresa, ya que ellos eran los encargados de llevar las cuentas. Y lo hacían “de aquella manera”, como confiesan ex directivos que se vieron obligados a salir en la purga que se inició para restarle apoyos a Dimas Gimeno, en esta lucha de poder fratricida que aún no ha terminado. La última voluntad de Don Isidoro no se ha respetado y quizás por eso El Corte Inglés esté abocado a desaparecer, como suele ocurrir con las empresas familiares cuando llegar a la cuarta generación.

Jesús Nuño de la Rosa es el primer presidente que no pertenece a la saga familiar, aunque pudo casarse con Marta Álvarez Guil si Isidoro no hubiera mandado a su hija a Londres para poner fin a la relación sentimental que mantenían la heredera y el hijo del “rey de la noche”, que era como se conocía al padre de Nuño de la Rosa por ser un relevante empresario de locales de ocio.

De momento el nuevo presidente ha conseguido que los bancos le den una tregua, pero tarde o temprano deberá devolver los 3.650 millones de euros que les debe. Ese es el principal regalo envenenado que le dejó Don Isidoro, pero no el único. Los armarios de la sede de Hermosilla están llenos de cadáveres que tarde o temprano serán descubiertos por investigaciones judiciales o periodísticas que pueden salpicar a miembros del consejo de administración. Y todo ello mientras Amazon, Mediamarkt, Decathlon e IKEA quitan a los grandes almacenes tradicionales cuota de mercado a pasos agigantados. La herencia que dejó Álvarez está envenenada.