Internet ante el abismo: aires de privatización y manipulación masiva

George Orwell no tenía internet, pero siempre lo tuvo claro: «El manejo de la imprenta facilitó mucho el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada. Todos los ciudadanos o por lo menos todos aquellos ciudadanos que poseían la suficiente importancia para que mereciese la pena vigilarlos, podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo constante observación de la policía y rodeados sin cesar de la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior». 

Esta situación distópica tenía visos de poder quebrar, como casi todo lo antiguo, de la mano de la red. Pero este terreno de presunta libertad se ha convertido en pasto de las injerencias políticas o económicas de la mano de la manipulación masiva, las «fake news». También podría convertirse en campo minado por la censura previa que podría llevar a cabo el Gobierno con la pérdida del anonimato de los usuarios, tal y como afirmó el portavoz del PP Rafa Hernando, o injusto por por la Ley Trump que apuesta por el fin de la «net neutrality», mecanismo con el que los proveedores de red podrán hacer más lento y costoso el acceso a según qué páginas. Y también estamos cada vez en menos manos y más peligrosas por las posibles relaciones incestuosas del poder con los gigantes de Silicon Valley, que monopolizan la publicidad de un modo asfixiante. El pensador argentino Arturo Jauretche señaló en los 70 que la situación predominante en los medios de la clase política y la financiera, poderes que gracias a los primeros «no necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes».

El vehículo idóneo para conseguir esta paz social son los medios de comunicación, que en España presentan una concentración muy preocupante. Pero a este hecho se le unen las posibles injerencias de las potencias mundiales, véase Estados Unidos o Rusia, a través de las «fake news» que bailan con frenesí en el mundo online. Y el caldo de cultivo mejora para ellas, tal y como señala La encuesta de impacto del Periodismo de la Asociación de Prensa de Madrid con datos del Informe anual de la profesión periodística: el 75% de los ciudadanos reciben información sobre actualidad a través de la televisión, tres puntos menos que el año anterior, y a través de las redes sociales ya son el 48%, trece puntos más que el año anterior, datos gracias a los cuales Facebook, Twitter y compañía ya son el menú informativo favorito para los jóvenes de 13 a 34 años. Los datos de esta encuesta también arrojan otros números interesantes: los diarios digitales superan a la radio o a los medios impresos y el 23% de los encuestados admite que no busca la información, sino que la encuentra en WhatsApp y otras redes.

¿Cómo combatiremos estos intentos de manipulación? Tal y como recoge el Cuaderno de periodistas en su edición de julio, Mark Farnel explica como intenta sortearlos la BBC: escribiendo artículos en internet en los que exponen mitos, lanzando una sección para chequear información y colaborando con otros medios a través de la iniciativa Cross Check. Google, Facebook y Twitter, en en España acaparan el 85% de la inversión publicitaria en la red, también estudian multitud de tareas para limpiarse de estas noticias, hecho que no cree Julian Assange, que ha denunciado la relación incestuosa entre los gigantes Facebook y Google con el Departamento de Estado norteamericano. Al poderío de estos dos mastodontes informativos, que apuestan cada vez más por el vídeo por su consumo masivo y su cómoda digestión, se le añade otro drama que recoge Ekaiz Cancela en La Marea: «La prensa tradicional ha abandonado los códigos éticos que establecían los límites para el ejercicio de su profesión con el fin de favorecer la versión de la realidad que defienden las grandes empresas que pagan su deudas; el carácter comercial se ha entremezclado peligrosamente con el criterio de verdad». Espíritu de supervivencia, le llaman.

Eli Parisier, autor del célebre libro El filtro burbuja, señalaba hace unos meses en El País que a día de hoy en internet no hay alternativa a Facebook y Google, que el límite entre la información y el entretenimiento hoy es cada día más difusa, que la tendencia del vídeo deglutirá al texto para las capas menos ilustradas, y cada día es más fácil el engaño masivo: «Hay una gran mayoría que espera que Facebook les avise de algo si es lo suficientemente importante. Esa sí es una mayoría del electorado. Consumen noticias a través de sus redes de amigos y de los algoritmos«. Corren tiempos de la posverdad, el populismo y las fake news. Sigan atentos a sus pantallas…