Hito en China. Logran fabricar ¡bolígrafos decentes!

El smartphone que llevas en el bolsillo lo han fabricado ellos, pero hasta ahora no habían conseguido hacer lo mismo con el bolígrafo de los de ‘siempre’. O no lo hacían muy bien. Pero, por fin, los chinos han logrado someter una tecnología sencilla que se les atascaba.

Pero primero, un poco de historia: Recordar que el bolígrafo, llamada en sus orígenes pluma esferográfica, fue un invento del húngaro nacionalizado argentino Ladislao Biro y su hermano Georg, que era químico. La leyenda (que es como llamamos los periodistas a Wikipedia), dice que Biro tuvo la idea “observando a unos niños mientras jugaban en la calle con bolitas que al atravesar un charco salían trazando una línea de agua en el suelo seco: se dio cuenta de que en vez de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita”.

El dilema de la bolita

El problema es que en 1938 era difícil desarrollar esferas lo bastante pequeñas. Y en 2017, al parecer, tampoco es sencillo. De hecho, la mayor dificultad a la que se han enfrentado todos estos años los fabricantes asiáticos ha sido el tener que importar las dichosas bolitas de otros países.

Argentina, de hecho, ofreció un visado a Biro cuando el expresidente Agustín Pedro Justo le vio escribiendo con uno. Tardó en hacer uso de él e hizo falta el ascenso de Hitler, pero en 1940 viajó al país andino junto con su amigo y socio Juan Jorge Meyne y juntos crearon el padre de todos los bolígrafos, la birome, patentada en 1943 en Buenos Aires.

De ahí al éxito, con la venta a Parker Pen en EEUU y, especialmente, a Marcel Birch en Francia, que comercializó el invento bajo la marca BIC, con apoteósico resultado. Hoy aún sabemos perfectamente que BIC naranja escribe fino y BIC cristal escribe normal.

Los chinos hacían bolis toscos

Según cuenta la BBC, el premier Li Keqiang ya se quejó hace un año por televisión de la incapacidad de su país de producir algo aparentemente tan sencillo, con versiones “toscas” en comparación con las de Alemania, Suiza o Japón.

El problema estaba en la dichosa puntita, que exige maquinaria de alta precisión y un acero de una calidad que en China no bastaba. Al menos hasta ahora, después de que la compañía estatal Taiyuan Iron and Steel Co haya resuelto el problema después de cinco años de investigación.

Hasta el punto de que ya han salido de producción las primeras bolas de 2,3 milímetros, lo que permitiría a China cancelar las importaciones en dos años, en algo que puede parecer nimio pero es simbólico para el orgullo del mismo país que no tiene problemas en fabricar cientos de millones de teléfonos inteligentes.

Lo curioso es que los chinos han tenido poca tradición en ingeniería de precisión –recordemos que muchos componentes clave de los smartphones los importan de Japón y Taiwán–, y que además siguen dependiendo de las importaciones de acero de alta calidad. Pero, para colmo, al tratarse de un artículo de bajo valor, no ha sido una prioridad.

¿Veremos un día en el que el Made in China incluya los valores simbólicos que conferimos a los productos de precisión suizos o alemanes? Lo que sí podemos decir es que estamos un bolígrafo más cerca de ese día.