¿Por qué lo llaman ‘coworking’ cuando quieren decir espacio vacío con mesas?

Si empieza por C y acaba por ING es guay. Esa es una de las reglas no escritas en el mundo emprendedor, en el cual puedes financiar tu negocio con crowdfunding, alimentar tu tecnología con los datos de otros gracias al crowdsourcing y hasta vivir en la misma comunidad de vecinos que otros fundadores de startups a través del coliving. Y todo eso, por supuesto, montando tu startup disruptiva o desarrollando tu genial idea desde un espacio de coworking.

Pensar que los coworking tienen su particular burbuja no es algo nuevo. Ya pasaba hace cuatro o cinco años, cuando la crisis aún estaba haciendo estragos en muchas organizaciones. Algunas tenían muchos puestos de trabajo sin ocupar -después de haber prescindido de gran parte de su plantilla para poder seguir a flote o simplemente aprovechando la reforma laboral- y pensaron que era buena idea sacarles beneficio.

“En el 2012 o 2013 ya hablamos sobre que había una pequeña burbuja. Muchas empresas a las que les sobraba espacio ponían bien grande en sus oficinas que eran espacios de coworking. Creían que porque la palabra era molona iban a tener una fila de emprendedores llamando a su puerta, pero no fue así”, explica Manuel Zea, fundador de CoworkingSpain.es y organizador de la Coworking Spain Conference.

No solo han sido las empresas. Todos los que han podido se han subido al carro de este concepto. La división horizontal ha estado en sus mejores horas y daba dinero. “Muchos se han intentado beneficiar de la palabra molona, desde hoteles hasta el propio gobierno. Incluso desde la Administración han anunciado unos cursos coworking…. yo creo que para conseguir la subvención de los fondos europeos. Sí que hay muchas empresas que han aprovechado la imagen molona del término coworking para vender servicios que no tienen que ver”, apostilla Zea.

Las administraciones y ayuntamientos se han puesto el traje del coworking bastante en los últimos años y a algunos les ha quedado bastante grande. Los municipios con una cifra significativa de habitantes han abierto sus propios viveros de empresas, pero se las han visto canutas para llenar todos los puestos que ofrecían y encontrar emprendedores que quisieran ocuparlos. Lo que ha pasado en Salamanca no es una excepción. Lo que iban a ser centros creados para impulsar startups tecnológicas o basadas en la innovación se transforman en cajones de sastre de despachos en los que caben asesorías, negocios tradicionales, etc. Cualquier cosa vale con tan de cumplir números. Ya le meteremos la parte TIC como sea.

Todos los ayuntamientos tenían que tener un espacio de coworking. Pero han caído en un gran error. Un espacio vacío con mesas no es un coworking. Así ha ocurrido, que muchos espacios públicos han terminado cerrando”, subraya el organizador de la Coworking Spain Conference. “¿Por qué lo público se mete en gestionar temas que se están haciendo bien desde lo privado?”, se cuestiona.

De la misma opinión que Zea es Jorge Zanoletty, CEO de World Office Forum y creador de PropTech Lab, una asesoría y consultoría de innovación inmobiliaria. Éste opina que el término se usa “muy alegremente” por algunos que quieren aprovechar la moda y “ofrecer como coworking algo que, en esencia, no lo es”. No obstante, Zanoletty apunta que “el coworking puede ser una buena manera de reducir y/o compartir costes” para aquellas compañías con excedente de espacio en sus oficinas, “pero hay que saber hacerlo bien”.

Spaces, sin regusto a Regus

Regus, el gigante del alquiler de oficinas y oficinas virtuales, también ha metido cabeza en este negocio con la adquisición de Spaces, una compañía holandesa dedicada al coworking. Aprovechando esta marca están expandiéndose y abriendo nuevos espacios colaborativos. El primero de ellos es España se sitúa en la capital, en un lugar estratégico. Google Campus ha sido uno de los enclaves que más han hecho por el mundo emprendedor en Madrid (prácticamente todos los días hay eventos, conferencias, premios, talleres, etc) y justo a su lado acaba de inaugurarse este primer coworking de Spaces.

“El modelo de coworking, es decir, ‘trabajar junto a otros profesionales’ no es una burbuja, sino una nueva forma de trabajar que está impulsada por las necesidades creativas del trabajador de hoy en día, la economía digital y las tecnologías actuales. Los profesionales de hoy en día necesitan nuevas formas de trabajo, mucho más flexibles, que le permitan exprimir al máximo sus ideas y productividad”, asevera Philippe Jiménez, country manager de Regus y Spaces en España. Cree que el valor añadido de este tipo de espacios es que “son lugares modernos, abiertos y equipados con las últimas tecnologías. En decir: ofrecen un espacio inspirador para que los profesionales puedan desarrollar sus negocios en un entorno agradable, e incluso ser más productivos”.

Regus ha reacondicionado un espacio vacío que además se encuentra en un sitio privilegiado y le ha dotado de actividades, flexibilidad de zonas y un concepto de comunidad. Para el CEO de World Office Forum es “muy lícito” que empresas de este tipo le intenten sacar el mayor rendimiento a los inmuebles. “De hecho, es una buena manera de dar nueva vida a espacios y edificios singulares que de otra manera sería difícil rentabilizar”.

Zea ve con buenos ojos esta diversificación de Regus y la adquisición de Spaces. “A Regus no le hace sombra nadie, pero le hace la competencia WeWork”, explica Zea. “Desde Regus se dieron cuenta de que aquí hay un nicho de mercado que se estaban dejando. WeWork le estaba metiendo una paliza en el sector”. Esta startup que simplemente se dedica a hacer de intermediara entre propietarios de espacios y usuarios obtuvo en agosto una abultada ronda de financiación de 4.400 millones de dólares liderada por Softbank, la cual habría elevado su valoración a 20.000 millones de dólares. Es una barbaridad, prácticamente lo que vale Space X, una empresa que hace cohetes y que quiere sustituir los vuelos en avión por cohetes de pasajeros capaces de transportar a una persona a cualquier lugar del planeta en una hora. Pero en Silicon Valley no vale más quién más innova, sino quién más especula.

Jiménez reconoce que “muchas empresas están empezando a ofrecer servicios de coworking, pero lo hacen porque saben que así pueden ofrecer a los negocios emergentes nuevas formas de trabajo mucho más flexibles que las que ofrece un espacio tradicional”. El responsable de Regus y Spaces en nuestro país está convencido de que “España es uno de los países vanguardistas en cuanto al trabajo flexible. De hecho, el tejido industrial emprendedor es muy importante en este país y hay mucha demanda de este tipo de espacios. Por eso este modelo de trabajo se está extendiendo tan rápidamente en España”.

Las pegas del trabajo colaborativo

No todo el mundo vale para trabajar en un espacio de coworking. Pero tampoco pasa nada. Al no firmarse un contrato de alquiler como tal, simplemente los coworkers prueban y si no les convence la fórmula o las instalaciones se marchan, sin más dramas. “No escuchamos muchas quejas de estos centros, pero es lógico. Normalmente la gente va a verlos antes y si no ofrecen lo que buscan no van allí”, señala el creador de Coworking Spain. “Te cuesta poco irte, sencillamente la gente no vuelve si, por ejemplo, les parece que hay muchos eventos y no es silencioso. No se lamentan, directamente se cambian a otro”.

Desde Regus entienden que haya algunos problemas de adaptación al pasar de trabajar en la típica oficina a hacerlo en un coworking y que pueda añorarse cierta intimidad. “Es posible que muchos profesionales, acostumbrados a trabajar en oficinas tradicionales, vean el concepto de oficina ‘open space’ como un lugar que no permite realizar ciertas tareas en un ámbito más privado”, indica Jiménez. En su caso han pensado en ello y en Spaces dan la posibilidad de reservar espacios por horas para reuniones, talleres, seminarios o eventos privados.  El country manager de Spaces no duda de que “ninguna persona que ha experimentado en primera persona el espacio coworking de Spaces quiere volver al tipo de oficina tradicional”.

Pese a la rotundidad de la afirmación de Jiménez no todos piensan igual. Claro que hay vuelta atrás y que los coworking no tienen que satisfacer siempre las necesidades de todos los profesionales. “Una de las piedras angulares de la filosofía del coworking es que, al mezclarse diferentes individuos en un mismo espacio de trabajo, se producirán sinergias y colaboraciones, pero no todos tenemos las mismas expectativas en este sentido. Cuando algunos empiezan a dudar de que el trabajo en espacios abiertos sea realmente bueno para la productividad y el wellness, hay que tener claro que el coworking no es para todos”, justifica Zanoletty.

El futuro del sector

La alta valoración de WeWork y el impulso de Regus son dos hechos claros de que algo está cambiando en el negocio del coworking. Se han clausurado viveros oficiales, hay empresas que ya no ofrecen sus espacios (porque han crecido otra vez y no tienen sitios libres), pero parece que por fin se ha llegado a un momento de variedad que puede ser muy beneficioso para los emprendedores y profesionales que recurren a esta fórmula. “En España lo que ha pasado es que ha habido muy poca diferenciación o precios muy similares. La diferenciación de mercado apenas ha existido. El precio medio es de 200 euros. Pero eso está evolucionando. Si te vas a un coworking ‘5 estrellas’ deberías pagar más por ello”, sugiere el fundador de Coworking Spain. “Aún falta oferta, pero los coworking se están diferenciando”.

El CEO de PropTech Lab es prudente. “Tendremos que esperar para ver si el negocio es rentable o no en el largo plazo. Desde luego que, en mercados nuevos en los que todavía existen pocos operadores, el negocio es rentable”. Para el experto inmobiliario “el mercado tenderá a ajustarse, conforme se vayan incorporando nuevas empresas al sector y exista más competencia”.

En el horizonte podría plantearse una normativa para regular los espacios de coworking. Actualmente está la Ley de Arrendamientos Urbanos, pero esta solo tiene en cuenta la relación entre el arrendados y arrendatario del edificio. La relación entre una empresa de coworking y los coworkers se basaría en un contrato de prestación de servicios que se parecería al que regula una estancia en un hotel.

Para Zea no es malo “estar al margen de la ley”, sin embargo, reconoce que en ocasiones piensa que “un poco de regulación no nos vendría mal”. Le da miedo que quien hiciera la ley no entendiera demasiado y todo fuera a peor, pero solventaría algunos problemas. “Los técnicos del ayuntamiento están muy perdidos porque no saben lo que es el coworking. No es alquiler y se lían. Entonces en ese aspecto estaría guay tener un epígrafe”, contempla.

Si empieza por C y acaba por ING es guay. Esa es una de las reglas no escritas en el mundo emprendedor, en el cual puedes financiar tu negocio con crowdfunding, alimentar tu tecnología con los datos de otros gracias al crowdsourcing y hasta vivir en la misma comunidad de vecinos que otros fundadores de startups a través del coliving. Y todo eso, por supuesto, montando tu startup disruptiva o desarrollando tu genial idea desde un espacio de coworking.

Pensar que los coworking tienen su particular burbuja no es algo nuevo. Ya pasaba hace cuatro o cinco años, cuando la crisis aún estaba haciendo estragos en muchas organizaciones. Algunas tenían muchos puestos de trabajo sin ocupar -después de haber prescindido de gran parte de su plantilla para poder seguir a flote o simplemente aprovechando la reforma laboral- y pensaron que era buena idea sacarles beneficio.

“En el 2012 o 2013 ya hablamos sobre que había una pequeña burbuja. Muchas empresas a las que les sobraba espacio ponían bien grande en sus oficinas que eran espacios de coworking. Creían que porque la palabra era molona iban a tener una fila de emprendedores llamando a su puerta, pero no fue así”, explica Manuel Zea, fundador de CoworkingSpain.es y organizador de la Coworking Spain Conference.

No solo han sido las empresas. Todos los que han podido se han subido al carro de este concepto. La división horizontal ha estado en sus mejores horas y daba dinero. “Muchos se han intentado beneficiar de la palabra molona, desde hoteles hasta el propio gobierno. Incluso desde la Administración han anunciado unos cursos coworking…. yo creo que para conseguir la subvención de los fondos europeos. Sí que hay muchas empresas que han aprovechado la imagen molona del término coworking para vender servicios que no tienen que ver”, apostilla Zea.

Las administraciones y ayuntamientos se han puesto el traje del coworking bastante en los últimos años y a algunos les ha quedado bastante grande. Los municipios con una cifra significativa de habitantes han abierto sus propios viveros de empresas, pero se las han visto canutas para llenar todos los puestos que ofrecían y encontrar emprendedores que quisieran ocuparlos. Lo que ha pasado en Salamanca no es una excepción. Lo que iban a ser centros creados para impulsar startups tecnológicas o basadas en la innovación se transforman en cajones de sastre de despachos en los que caben asesorías, negocios tradicionales, etc. Cualquier cosa vale con tan de cumplir números. Ya le meteremos la parte TIC como sea.

Todos los ayuntamientos tenían que tener un espacio de coworking. Pero han caído en un gran error. Un espacio vacío con mesas no es un coworking. Así ha ocurrido, que muchos espacios públicos han terminado cerrando”, subraya el organizador de la Coworking Spain Conference. “¿Por qué lo público se mete en gestionar temas que se están haciendo bien desde lo privado?”, se cuestiona.

De la misma opinión que Zea es Jorge Zanoletty, CEO de World Office Forum y creador de PropTech Lab, una asesoría y consultoría de innovación inmobiliaria. Éste opina que el término se usa “muy alegremente” por algunos que quieren aprovechar la moda y “ofrecer como coworking algo que, en esencia, no lo es”. No obstante, Zanoletty apunta que “el coworking puede ser una buena manera de reducir y/o compartir costes” para aquellas compañías con excedente de espacio en sus oficinas, “pero hay que saber hacerlo bien”.

Spaces, sin regusto a Regus

Regus, el gigante del alquiler de oficinas y oficinas virtuales, también ha metido cabeza en este negocio con la adquisición de Spaces, una compañía holandesa dedicada al coworking. Aprovechando esta marca están expandiéndose y abriendo nuevos espacios colaborativos. El primero de ellos es España se sitúa en la capital, en un lugar estratégico. Google Campus ha sido uno de los enclaves que más han hecho por el mundo emprendedor en Madrid (prácticamente todos los días hay eventos, conferencias, premios, talleres, etc) y justo a su lado acaba de inaugurarse este primer coworking de Spaces.

“El modelo de coworking, es decir, ‘trabajar junto a otros profesionales’ no es una burbuja, sino una nueva forma de trabajar que está impulsada por las necesidades creativas del trabajador de hoy en día, la economía digital y las tecnologías actuales. Los profesionales de hoy en día necesitan nuevas formas de trabajo, mucho más flexibles, que le permitan exprimir al máximo sus ideas y productividad”, asevera Philippe Jiménez, country manager de Regus y Spaces en España. Cree que el valor añadido de este tipo de espacios es que “son lugares modernos, abiertos y equipados con las últimas tecnologías. En decir: ofrecen un espacio inspirador para que los profesionales puedan desarrollar sus negocios en un entorno agradable, e incluso ser más productivos”.

Regus ha reacondicionado un espacio vacío que además se encuentra en un sitio privilegiado y le ha dotado de actividades, flexibilidad de zonas y un concepto de comunidad. Para el CEO de World Office Forum es “muy lícito” que empresas de este tipo le intenten sacar el mayor rendimiento a los inmuebles. “De hecho, es una buena manera de dar nueva vida a espacios y edificios singulares que de otra manera sería difícil rentabilizar”.

Zea ve con buenos ojos esta diversificación de Regus y la adquisición de Spaces. “A Regus no le hace sombra nadie, pero le hace la competencia WeWork”, explica Zea. “Desde Regus se dieron cuenta de que aquí hay un nicho de mercado que se estaban dejando. WeWork le estaba metiendo una paliza en el sector”. Esta startup que simplemente se dedica a hacer de intermediara entre propietarios de espacios y usuarios obtuvo en agosto una abultada ronda de financiación de 4.400 millones de dólares liderada por Softbank, la cual habría elevado su valoración a 20.000 millones de dólares. Es una barbaridad, prácticamente lo que vale Space X, una empresa que hace cohetes y que quiere sustituir los vuelos en avión por cohetes de pasajeros capaces de transportar a una persona a cualquier lugar del planeta en una hora. Pero en Silicon Valley no vale más quién más innova, sino quién más especula.

Jiménez reconoce que “muchas empresas están empezando a ofrecer servicios de coworking, pero lo hacen porque saben que así pueden ofrecer a los negocios emergentes nuevas formas de trabajo mucho más flexibles que las que ofrece un espacio tradicional”. El responsable de Regus y Spaces en nuestro país está convencido de que “España es uno de los países vanguardistas en cuanto al trabajo flexible. De hecho, el tejido industrial emprendedor es muy importante en este país y hay mucha demanda de este tipo de espacios. Por eso este modelo de trabajo se está extendiendo tan rápidamente en España”.

Las pegas del trabajo colaborativo

No todo el mundo vale para trabajar en un espacio de coworking. Pero tampoco pasa nada. Al no firmarse un contrato de alquiler como tal, simplemente los coworkers prueban y si no les convence la fórmula o las instalaciones se marchan, sin más dramas. “No escuchamos muchas quejas de estos centros, pero es lógico. Normalmente la gente va a verlos antes y si no ofrecen lo que buscan no van allí”, señala el creador de Coworking Spain. “Te cuesta poco irte, sencillamente la gente no vuelve si, por ejemplo, les parece que hay muchos eventos y no es silencioso. No se lamentan, directamente se cambian a otro”.

Desde Regus entienden que haya algunos problemas de adaptación al pasar de trabajar en la típica oficina a hacerlo en un coworking y que pueda añorarse cierta intimidad. “Es posible que muchos profesionales, acostumbrados a trabajar en oficinas tradicionales, vean el concepto de oficina ‘open space’ como un lugar que no permite realizar ciertas tareas en un ámbito más privado”, indica Jiménez. En su caso han pensado en ello y en Spaces dan la posibilidad de reservar espacios por horas para reuniones, talleres, seminarios o eventos privados.  El country manager de Spaces no duda de que “ninguna persona que ha experimentado en primera persona el espacio coworking de Spaces quiere volver al tipo de oficina tradicional”.

Pese a la rotundidad de la afirmación de Jiménez no todos piensan igual. Claro que hay vuelta atrás y que los coworking no tienen que satisfacer siempre las necesidades de todos los profesionales. “Una de las piedras angulares de la filosofía del coworking es que, al mezclarse diferentes individuos en un mismo espacio de trabajo, se producirán sinergias y colaboraciones, pero no todos tenemos las mismas expectativas en este sentido. Cuando algunos empiezan a dudar de que el trabajo en espacios abiertos sea realmente bueno para la productividad y el wellness, hay que tener claro que el coworking no es para todos”, justifica Zanoletty.

El futuro del sector

La alta valoración de WeWork y el impulso de Regus son dos hechos claros de que algo está cambiando en el negocio del coworking. Se han clausurado viveros oficiales, hay empresas que ya no ofrecen sus espacios (porque han crecido otra vez y no tienen sitios libres), pero parece que por fin se ha llegado a un momento de variedad que puede ser muy beneficioso para los emprendedores y profesionales que recurren a esta fórmula. “En España lo que ha pasado es que ha habido muy poca diferenciación o precios muy similares. La diferenciación de mercado apenas ha existido. El precio medio es de 200 euros. Pero eso está evolucionando. Si te vas a un coworking ‘5 estrellas’ deberías pagar más por ello”, sugiere el fundador de Coworking Spain. “Aún falta oferta, pero los coworking se están diferenciando”.

El CEO de PropTech Lab es prudente. “Tendremos que esperar para ver si el negocio es rentable o no en el largo plazo. Desde luego que, en mercados nuevos en los que todavía existen pocos operadores, el negocio es rentable”. Para el experto inmobiliario “el mercado tenderá a ajustarse, conforme se vayan incorporando nuevas empresas al sector y exista más competencia”.

En el horizonte podría plantearse una normativa para regular los espacios de coworking. Actualmente está la Ley de Arrendamientos Urbanos, pero esta solo tiene en cuenta la relación entre el arrendados y arrendatario del edificio. La relación entre una empresa de coworking y los coworkers se basaría en un contrato de prestación de servicios que se parecería al que regula una estancia en un hotel.

Para Zea no es malo “estar al margen de la ley”, sin embargo, reconoce que en ocasiones piensa que “un poco de regulación no nos vendría mal”. Le da miedo que quien hiciera la ley no entendiera demasiado y todo fuera a peor, pero solventaría algunos problemas. “Los técnicos del ayuntamiento están muy perdidos porque no saben lo que es el coworking. No es alquiler y se lían. Entonces en ese aspecto estaría guay tener un epígrafe”, contempla.