Nuestra democracia, además de imperfecta, ahora secuestrada

Y luego hablan de los chinos y de otros pueblos como los más cívicos, obedientes y sumisos; ¡pues anda que el “nobilísimo” Pueblo español!…. Más allá de unos cuantos incidentes aislados de unos pocos ciudadanos que se han resistido a este “arresto domiciliario” decretado por el Gobierno Sánchez, la verdad es que el común de los habitantes de esta España nuestra lo están poniendo muy fácil, ¡y a fe mía que sencillo no es! ¿Arresto domiciliario he dicho? Pues sí, y sin más condena previa que la de padecer unos gobernantes que tienen de líderes experimentados lo que yo de arzobispo de Madagascar. Pero ahí estamos casi todos: conminados a estar confinados como convidados forzosos a este banquete de incuria política y administrativa del que son anfitriones -ya muy deslegitimados- Pedro Sánchez y los suyos, señaladamente, quien, como es el caso de Pablo Iglesias, ve en esta crisis una excelente oportunidad de llevarnos al “chavismo” a la española. Pero, afuer de sintéticos, retomo el titular de estas líneas para centrarme en él:

Es una democracia imperfecta la que no tiene una perfecta separación de poderes; y en España, enterraron los políticos a Montesquieu hace ya 35 años, con, entre otros instrumentos, el manejo impúdico de los nombramientos por cooptación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

Es imperfecta también aquella democracia que no tiene pluralidad en los medios públicos de comunicación; y en España, todas las televisiones y las radios públicas sirven al “amo” de turno, señaladamente, TVE.

Es fea e imperfecta la democracia que, sin sonrojo del que más manda, manipula organismos tan relevantes como el CIS, o sea, el que más dinero gasta en encuestas que, luego, sirven también al que manda.

Es imperfecta y de bajísima calidad la democracia que pone, también por cooptación, los miembros del Tribunal de cuentas, y hasta los altos empleados de dicho Organismo.

Es aún más baja en calidad la democracia que tiene una Cámara Alta (el Senado) que es menos relevante que un inmigrante ilegal en una comisaría.

Y es de bajísima calidad la democracia en la que el que gobierna lo hace con criterio hejemónico del poder, como si “toda la pastelería fuera suya” y tuviera que hartarse él solito con todos los pasteles.

Podría seguir enumerando aspectos que pueden hacernos sentir nada orgullosos del sistema que tenemos en España; pero, ¿para qué?, si desespero tanto de su posible arreglo.

Y ahora, Sánchez, desde el púlpito sabatino-vespertino, nos lanza su prédica habitual de cada semana, anunciando en la última que nos vamos a ir a unos “nuevos pactos de la Moncloa”. ¿Pero con quién? ¿Con Pablo Iglesias a su lado?

Eso es tan posible como que mañana yo recupere la vista de la que estoy privado desde que nací. Pablo Iglesias (y hasta el propio Sánchez) se dieron soporte, apoyo mutuo tras las elecciones del 10-n porque en sus cromosomas existe un condicionante básico que les impide ahora rectificar, que no es otro que el sectarismo vital contra todo lo que sea PP y Vox. ¿Alguien se cree que van a ser capaces de sentarse con Casado y con Abascal? La técnica para eximirse de la culpa de no acabar haciéndolo es muy vieja: Sánchez lo propone y, luego, ante la menor crítica de Abascal, sale el Ministro Ávalos diciendo que con Vox no se sientan. Demasiado fácil; lo ve hasta un ciego.

Pero además de todo eso, ahora nos tienen secuestradas las “raspas de esta democracia nuestra porque, con la aquietada anuencia o falta de combatividad de la Oposición, Sánchez e Iglesias han dejado el Parlamento reducido a su mínima expresión, esto es, al mero y mínimo papel de decir amén a los Decretos-Leyes que ellos van pariendo. Y esta Oposición (que, a fuerza de ser acondicional, se está convirtiendo en “incondicional”, se lo permite sin decir ni mu, no vaya a ser que les acuse Sánchez de ser poco patriotas.

Nos han secuestrado las libertades con un instrumento, el Estado de alarma, a todas luces insuficiente desde el punto de vista constitucional para perpetrar esas limitaciones; y la Oposición, ¡venga a decir amén! No existe Parlamento; y la Oposición, ¡aborregada, sin fuelle para nada! Dicen algunos que, en estas circunstancias, les es más rentable a Casado, a Arrimadas y a Abascal tener un perfil bajo; ¿será por aquello de que, así, no se equivocan tanto como si hablaran? ¿Valiente forma de ser valientes!

El final de esta crisis sanitaria todavía tardará; pero lo que es el final de la crisis económica de proporciones siderales que se nos avecina, ese final necesita mucha altura de miras, mucha generosidad y mucha sabiduría para poder alcanzarlo. Y estos gobernantes carecen de esos ingredientes, porque, por el contrario, búsquenles en los contravalores de esos tres conceptos y los encontrarán.

Miguel Durán Campos (Abogado)