El debate del miedo: de la baldosa de Amazon al ubercapitalismo

Había miedo en el debate de anoche porque casi todos tenían mucho que perder: el PSOE cree que va a ganar, el PP que se va a recuperar, Vox que se va a disparar y Unidas Podemos que va a consolidar su peso estratégico.

El único que podía arriesgar era Albert Rivera, que haciéndole caso al asesor de Trump o Díaz Ayuso, «que hablen de mí aunque sea bien», se sacó del bolsillo de Doraemon un supuesto adoquín que según algunos tuiteros era un trozo de baldosa comprado por 29,50 en Amazon.

EL GRAN DEBATE

Noche de lunes con los cinco principales líderes políticos debatiendo tan solo una vez porque el asunto se sigue sin regular por Ley y porque en este caso al PSOE, que ha mantenido varias posturas sobre el tema, no le interesaba.

Lo que tampoco parece poder regularse es la visión española sobre la política, neofútbol que se ha convertido en un hobby para gente aburrida en feliz teoría de ciertas élites, conscientes de que en Grecia, año 2015, se evidenciaron los límites de la democracia burguesa.

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Pedro Sánchez fue el ganador del debate, según una encuesta de La Sexta.

Cierto es que la política parece ser, a día de hoy, la única herramienta viable para impartir cierta justicia social en unos tiempos lampedusianos en los que no sabemos a dónde vamos ni recordamos siquiera de dónde venimos.

GUERRA DE MEMES

Rivera olía a leche y se sacó el adoquín, pero al menos arriesgó ante el freno de mano de sus colegas de profesión. Más comedido se mostró Pablo Casado, que luce barba y pragmatismo tras encerrar en el armario al locuaz aznarista que nos enseñaba sus empalagosas fotos de su viaje imaginario a Harvard.

Muy cómodo estuvo Santiago Abascal, que aprobó en su primera vuelta, ‘El Hormiguero’, y ayer lo volvió a hacer con nota. El líder de Vox se benefició de que casi nadie le increpó. Decimos casi nadie porque Rivera le recordó lo bien que vivía de los ‘chiringuitos autonómicos’.

Abascal salió vivo y casi nadie le recordó sus perlas sobre mujeres, homosexuales, inmigrantes y partidos democráticos como el PNV. Y es que todos apuntaban a Pedro Sánchez, que se cogió del brazo de Amancio Ortega y Cataluña para robarle el centro a Cs y distanciarse de Iglesias.

PRESIDENCIAL

El único candidato que se creyó anoche que va a ser presidente tras el 10-N es Pedro Sánchez, que bien asesorado por Iván Redondo tapó sus enormes lagunas y comenzó a hacer anuncios en tono presidencial: vicepresidencia económica, para disipar los nubarrones que denuncia con acierto el PP, y ministerio contra la despoblación rural para sumarse a la moda literaria que rentabilizan algunos urbanitas progres.

Casado recordaba mientras tanto las listas de espera andaluzas que escondió bajo siete llaves el PSOE, Rivera utilizó su eterno latiguillo que le viene hecho a medida («no se ponga nervioso»), e Iglesias le recordó a Sánchez su electoralismo e hipocresía en materia social.

Al menos el candidato del PP tenía preparado un argumento para defenderse de los palos de su cuate en Madrid y Sevilla, Rivera, que tiró de postureo en materia demográfica al igual que Iglesias, que se puso a defender los derechos de esos militares de edad avanzada que suelen tener una ideología escasamente progresista tras años de banderas, gritos y parodias de guerras que por suerte nunca librarán.

DIVISIÓN

Sánchez prometió la ilegalización de la anacrónica Fundación Francisco Franco, Rivera pidió dejar el 34 y el 36 para regresar al siglo XXI, Iglesias impostó el tono jesuítico de costumbre y Abascal miró a sus homólogos europeos y apostó por un discurso social contra el ubercapitalismo.

Aunque el líder de Vox todavía reclama la soberanía sin renunciar al europeísmo, sigue lanzando datos falsos y cree en una especie de peligrosa división entre inmigrantes de primera, los latinos católicos, y los de segunda, los árabes musulmanes.

En RTVE se volcaron con el debate y La 1 aprovechó las pausas entre bloques para distanciarse de los canales de Atresmedia, esclavos de la publicidad, y de los de Mediaset, que al menos no organizaron un debate paralelo entre los juguetes rotos de ‘Sálvame’. Porque el único debate de la noche fuel que moderaron Vallés y Blanco, escasamente libres ante un formato que no dejó de ser una colección de monólogos.

FERRERAS, PEDRO J. Y MONEDERO

En Televisión Española apostaron por una mesa con periodistas para analizar el evento. Pedro J. Ramírez llevó la voz cantante y Chema Crespo, hombre de partido cedido por el PSOE a Can Roures, le intentaba devolver la bola desde el flanco izquierdo.

Sandra Golpe se llevó un premio al conducir el especial de Antena 3 por sus grandes datos al frente del informativo del mediodía. Entre los comentaristas de la noche contaron con Juan Carlos Monedero, que llevaba mucho tiempo sin dejarse ver en Atresmedia.

No ayuda a su presencia su distancia con Ferreras, que se rodeó de politólogos, Simón, Orriols y el ‘estadounidense’ José Miguel Contreras. El especial de ‘Al rojo vivo’ también tiró de encuestas, de fact-cheking, de conexiones con las performances de los políticos entre las risas falsas de sus militantes y de Íñigo Errejón, al que Carmena le ha echado una mano demasiado tarde.

VUELVE EL TURNISMO

Errejón apareció en La Sexta, «la cadena de los debates», como salvador de un problema que su proyecto podría agravar. Pero al menos se dejará de aburrir por Vallecas. Rufián, falto de tele, se mostraba tajante en Twitter contra Abascal: «9 demócratas en una celda y un fascista en un debate».

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Abascal durante un mitin de Vox.

Antes del facismo en España llegó el turnismo y este modelo decimonónico se restaurará en nuestro país a partir del 10-N para alegría de Sánchez y Casado, disfrutones de un teatrillo político que nos hace recordar el eterno lema anarquista: si votar sirviese para algo estaría prohibido. Pero no hacerlo es regalarle nutrientes a las sombras.