Caser vive un caótico plan de contingencias por el coronavirus

La escena es mítica dentro del séptimo arte. Los hermanos Marx, encerrados en un camarote, en el que no paraba de entrar gente. Un caos mayúsculo que finalizaba cuando se abría la puerta y todos caían hacia el exterior. Salvando las distancias, algo similar es lo que se ha vivido en Caser con la pandemia ocasionada por el Covid-19.

La aseguradora, cuyo 70% ha sido adquirido recientemente por Helvetia, estaba descabezada cuando se tomaron las medidas referentes al coronavirus. Su director general, Ignacio Eyries, estaba de viaje fuera de España. Y hasta el pasado domingo no ha estado presente en la sede de Caser. Una figura indispensable para mover las fichas oportunas.

Sin su presencia, Caser puso en marcha un plan de contingencias al que se le puede poner el calificativo de fallido. Recordemos que la plantilla está conformada por unas 1.500 personas en su sede de Madrid. Un colectivo que ha empezado a teletrabajar desde casa después de la proclamación del estado de alerta.

El jueves pasado fueron ya unos 200 trabajadores los que habían iniciado el teletrabajo. Al día siguiente, la cifra había subido a unos 500. No todos, porque, entre otras razones, no había portátiles para satisfacer la demanda. Además, y según señalan fuentes sindicales, no han podido llevar a cabo su trabajo de manera provechosa ya que los sistemas con los que funcionaban se quedaban bloqueados al conectarse tantas personas.

EL PLAN DE CASER

El plan de contingencia previsto por Caser se sustentaba en dos sistemas. Por un lado, uno llamado Forticliente, y otro denominado Arca. El primero de ellos no ha funcionado bien, ya que cuando se metían en el mismo unas 200 personas, fallaba. Así lo apuntan fuentes sindicales que no dudan en catalogarlo de la siguiente manera: “funcionaba a pedales”.

Los dos sistemas informáticos previstos para trabajar desde casa no son capaces de soportar la carga de trabajo

Además, el otro sistema puesto en funcionamiento por Caser, llamado Arca, aunque tiene una capacidad mayor, no ha sido tampoco capaz de aguantar la carga de trabajo. De hecho, desde la aseguradora están intentando aumentar su capacidad contratando personal externo.

Una curiosidad de lo que se ha vivido en Caser durante los últimos días y antes de la proclamación del estado de alarma es que, entre las medidas propuestas para hacer frente al coronavirus, se había planteado dejar las puertas abiertas. Se las frenaría con cuñas. Así la gente no tendría que tocar los pomos, evitando una posible fuente de contagio.

Uno de los hechos que denuncian los sindicatos es que la dirección se reunió con el comité de crisis, y no fueron invitados al mismo. También plantearon que se reuniera el comité de previsión.

CASER Y HELVETIA

Más allá de la situación creada por el coronavirus, en Caser parecen estar dispuestos a que el aterrizaje de Helvetia sea con las menos turbulencias posibles. De ahí que, desde que se hizo oficial la compra del 70% de las acciones, planee en la dirección el hecho de solucionar el problema de lo que se denominó con el conflicto de las pagas.

Los sindicatos de Caser lo calificaron con el sobrenombre de discriminatoria doble escala salarial. La razón es que, mientras que unos empleados cobran veinte pagas y media entre salarios y pagas de participación en primas, otros solo perciben las diecisiete pagas mínimas que establece el sector.

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El conflicto no es de ahora, sino que remonta a 2006. Las primeras demandas fueron posteriormente retiradas por los sindicatos. Sin embargo, y dada la actitud de Caser, las retomaron dos años después. En total, casi 70 sentencias en firme tanto del Tribunal Superior de Justicia como en los juzgados de lo Social. Las cantidades que demandan los trabajadores oscilan entre los 3.000 y los 5.000 euros por empleado.