Antonio Brufau (Repsol): un superviviente a tiro de opa

Si la semana pasada hablábamos de la vida y obra de Luis del Rivero –a cuenta del escándalo protagonizado por BBVA y su presunta alianza con las cloacas del Estado– en esta ocasión toca analizar a uno de sus más acérrimos enemigos: Antonio Brufau, empresario catalán y miembro destacado de esa Barcelona del seny y la pela que sacó tajada del nacionalismo y que ahora observa con horror como la turba ha tomado los mandos de una revolución independentista que no lleva a ninguna parte.

Como en el caso de FG, Brufau es de los que se agarran al sillón hasta el final, incapaces de jubilarse para disfrutar de la fortuna amasada durante tantos años de batallas, de opas y contraopas, de conspiraciones varias en las que los intereses económicos se han fundido con los políticos con un doble objetivo: el poder y el dinero.

Aunque asegura haber cedido competencias al CEO de Repsol, Josu Jon Ímaz –político vasco peneuvista reconvertido a empresario– nadie cree que Brufau no tenga funciones ejecutivas. “El día a día lo lleva Josu Jon”, declaran los responsables de comunicación de la petrolera confiando en que el mantra, a fuerza de repetirse, se convierta en realidad.

Antonio Brufau, empresario catalán y miembro destacado de esa Barcelona del seny y la pela

Ambos han sido forjados en la fragua de Deusto y caminan sin grandes estridencias, confiando en que ningún gigante petrolero lance una OPA hostil que les ponga en la calle antes de tiempo. Empresas como la francesa Total siguen al acecho y, si los precios del crudo se mantienen en rangos bajos en el futuro, la bajada de cotización de los títulos de la compañía española volverán a poner a Repsol a tiro de la multinacional gala.

Los que conocen bien a este empresario leridano confiesan que se le ha agriado el carácter con el paso de los años debido a las múltiples ocasiones en las que se ha manchado en el barro de la España hija de la transición. El capitalismo de Estado ha sido el modelo en el que ha nacido y crecidoBrufau, un entorno en el que desde el principio se supo mover con habilidad.

Tras ocho años en Arthur Andersen –auditora que tuvo que cerrar sus puertas tras el escándalo de Enron en EEUU– Brufau aceptó la oferta de Josep Vilarasau para compartir la dirección general de La Caixa con Isidro Fainé. Comenzó entonces una relación de amor–odio que permitió a la pareja hacerse con el control del aparato financiero e industrial catalán y, por extensión, del resto de España.

Los que conocen bien a este empresario leridano confiesan que se le ha agriado el carácter

Licenciado en Economía y Máster por IESE, el presidente de Repsol siempre ha sido en esencia un financiero con una única religión: las matemáticas. Como número tres de La Caixa fue responsable de las participaciones industriales del grupo, dejando a Fainé la labor puramente bancaria. Vilarasau cuenta en sus memorias que en 1990 propuso convertir La Caixa en un banco modificando su naturaleza jurídica para dejar de ser una caja de ahorros. Brufau aplaudió la decisión, pero a Fainé  no le gustó la idea y Vilarasau la descartó. Aquello abrió una grieta en su relación, ya que el actual presidente de la Fundación La Caixa pensó que habían pactado a sus espaldas la estrategia y se percató de que con Brufau lo mejor era seguir juntos pero no revueltos.

PRIMERA PARADA: GAS NATURAL

Una vez que Fainé se hizo con el control absoluto de las torres negras de la Avenida de la Diagonal Brufau fue enviado a Gas Natural, empresa controlada por La Caixa. Allí comenzó a demostrar que es un hombre de consejo de administración, que no rehúye el enfrentamiento, que da un golpe encima de la mesa cuando lo cree necesario y que se embarca en aventuras con una valentía que roza lo temerario.

Este carácter le granjeó enemigos en el máximo órgano de gobierno de la gasista, que criticaban a sus espaldas que sólo defendiera los intereses del principal accionista (La Caixa) y además lo hiciera con puño de hierro. Al mismo tiempo ejercía de consejero de Repsol, compañía en la que acabó de presidente en 2004. Fue nombrado pocos meses después de la victoria de Zapatero –11M mediante– en el marco de la estrategia definida por Pedro Solbes y Miguel Sebastián de poner empresarios de su cuerda para dirigir los campeones nacionales. Alfonso Cortina, nombrado por el PP de Aznar, cedió el sillón a cambio de 20 millones de euros. Así se hacen las cosas en España.

Su obsesión desde que aterrizó en la petrolera fue mantener la independencia, y lo hizo creciendo a golpe de talonario y llevando a Repsol hasta los confines de la tierra. Que un país que no dispone de reservas de crudo tenga a una de las compañías líderes del sector dice mucho de la capacidad de Brufau para convertir el plomo en oro.

Su obsesión desde que aterrizó en la petrolera fue mantener la independencia

No se le conocen escarceos ni devaneos, ni ha sido de los que ponía la mano para recibir mordidas y tampoco es un hombre que le guste alternar a altas horas de la madrugada para cerrar negocios. Es un ejecutivo que sólo piensa en la cuenta de resultados y eso le ha permitido mantenerse en el cargo a pesar de haber tenido que lidiar con políticos corruptos con querencia por la expropiación.

REPSOL: NEGOCIOS EN EL BARRO

Ese fue el caso de Argentina, donde Repsol llegó de la mano de Cortina con la compra de YPF, el gran quebradero de cabeza que ha llevado a Brufau por la calle de la amargura durante una década. Al principio gozó de la simpatía del matrimonio Kirchner y se sentaba con frecuencia con el ministro de Planificación Julio de Vido para ver la mejor manera de sacarle tajada a las reservas del país.

Todo cambió con el descubrimiento del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta. La influencia de Axel Kicillof, la falta de inversiones por la inseguridad jurídica y la crisis energética hicieron el resto. A finales de 2011 Cristina Fernández le declaró persona non grata y pocos meses después expropió YPF.

Otro de los episodios clave de la biografía empresarial de Brufau fue la frustrada OPA de Gas Natural sobre Endesa, que ideó personalmente desde la altura de su despachoen la sede de Repsol y para la cual contó con la inestimable ayuda del PSC que había aupado a Zapatero a La Moncloa y, como no, con el aplauso del nacionalismo catalán.

Y es que aunque se quiera blanquear su imagen desde gabinetes y consultorías de comunicación, Brufau ha sido uno de los destacados empresarios que han utilizado el mundo independentista, alimentándolo hasta convertirlo en el monstruo que es hoy en día. De hecho,  Artur Carulla –el empresario soberanista que dirige Agrolimen y es fundador del diario ARA– es uno de sus principales hombres de confianza y quien le guarda las espaldas en el consejo de administración de Repsol.

BURGUESÍA NACIONALISTA… HASTA QUE PELIGRA ‘LA PASTA’

Nuestro protagonista es un exponente claro de esa burguesía empresarial catalana que ha estado callada durante años mientras se fraguaba el golpe independentista, pensando que antes de que llegara la sangre al ríose podría embridar a los exaltados. Ejecutivos que sólo cuando han visto la gravedad de la situación han alzado tímidamente la voz y han trasladado sus sedes fuera de Cataluña para evitar perder hasta la camisa. Y ello a pesar de que Brufau tiene una visión global del mundo que le ha llevado a participar en diversos grupos y asociaciones empresariales de esas que marcan la agenda política al margen de las urnas.

Brufau es como un gato, tiene siete vidas”, apunta un economista que se reúne con frecuencia con el primer espada de Repsol y que confirma que no tiene ninguna intención de dejar el cargo en el corto plazo. El catalán ha vivido en una permanente montaña rusa, como la que divisaba cuando acudía a Port Aventura, parque temático del que llegó a ser presidente. Además ha conseguido ser uno de los empresarios mejor pagados del Ibex, amasando una fortuna de la que disfrutarán sus hijos cuando ya no esté, porque para Brufau el trabajo sigue siendo lo primero, con permiso de sus nietos.

GOLF, TENIS Y F.C. BARCELONA

Dirigir Repsol, aunque sea entre bambalinas, le deja poco tiempo para disfrutar de sus aficiones. Le gusta jugar al tenis y al golf, aunque en el deporte de los 18 hoyos es donde da la talla. Si en Madrid el sitio de referencia para cerrar acuerdos es el Palco del Bernabéu en Barcelona es el Real Club de Golf El Prat, donde Brufau comparte juego y confidencias con lo más granado del empresariado catalán. Tiene un hándicap de 14,5 que le sitúa entre los mejores golpistas del Ibex, aunque lejos de José Manuel Entrecanales y Ana Patricia Botín, lideres indiscutibles del selectivo con hándicaps de 5,2 y 7,8 respectivamente.

Casado con Roser Penella, mujer que ha logrado estar fuera del foco de la vida pública a pesar de los múltiples frentes en los que ha estado inmerso su marido, el presidente de Repsol es padre de tres hijos que le hicieron abuelo por primera vez en 2003. Acostumbrado a ir por libre, seguirá decidiendo su destino sin importarle lo que ocurra a su alrededor en el convulso sector privado nacional, disfrutando de los partidos de su amado F. C Barcelona y mirando al resto del mundo desde su torre de cristal. Sólo una vez estuvo a punto de tirar la toalla. Fue a finales de agosto de 2011 cuando Sacyr y Pemex unieron fuerzas para abatirle. Los que le conocen dicen que quedó noqueado durante unas horas, pero se levantó y ganó la pelea. Es lo que tiene ser un superviviente nato.