Ángel Cano, el hombre que sabía demasiado

Trabajar en un banco siempre es peligroso y mucho más si al frente está Francisco González y eres su principal escudero. Ángel Cano, que hasta hace pocos meses era un feliz jubilado de oro que dedicaba su infinito tiempo libre a disfrutar de los lujos mundanos sin tener que preocuparse por el dinero que tenía en la cartera, ahora se ha convertido en un pensionista timorato que olvida oportunamente su papel en la contratación de Villarejo por BBVA, a pesar de que varios episodios de la cintateca del excomisario desvelados por el diario digital MONCLOA.com le implican directamente en el caso de espionaje ilegal contra los enemigos del banco.

Su imputación puede ser el preludio de la de FG si la Fiscalía hace correctamente su trabajo y este santanderino que salió de forma abrupta de BBVA a cambio de guardar silencio y una pensión vitalicia de 1,8 millones de euros anuales sabe que si finalmente es condenado tendrá que volver a trabajar porque perderá su sueldo Nescafé, algo que descartaba hasta hace pocas semanas. La imputación le coge en un momento dulce, quizás el mayor tras 20 años de servicio incondicional al banco.

Antes de volver a la portada de los diarios económicos pasaba las mañanas en las instalaciones del INEF de Madrid compartiendo pista con atletas de élite a las órdenes de Antonio Serrano y preparándose concienzudamente para correr el maratón de Hamburgo y bajar de las tres horas, para lo cual entrenaba a un ritmo de 100 kilómetros por semana.

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Correr es para Cano más que una afición o un hobby de hombre de mediana edad con mucho tiempo libre y la cuenta bancaria llena de ceros. El running le ha aportado fortaleza mental y, sobre todo, le ha servido como herramienta para desconectar del trabajo, algo que no conseguía hasta que llevaba siete o diez kilómetros de entrenamiento cuando estaba en la primera línea del banco. El deporte siempre ha sido su válvula de escape, pero en los últimos años se lo había tomado casi como algo profesional y, paradójicamente al mismo tiempo, como un elemento lúdico alrededor del cual articular su vida. 

Los viajes para realizar maratones a uno y otro lado del Atlántico se han sucedido en los últimos tres años, en un momento vital en el que Cano tenía como única labor profesional la inversión en startups a través de un fondo creado con un grupo de amigos que ejercen de business angels buscando proyectos empresariales atractivos entre los cuales no están las compañías de fintech. Precisamente la aversión a este sector fue la causa principal de los desencuentros con FG y el motivo por el cual fue sustituido por su amigo Carlos Torres, actual presidente de BBVA que está en la diana del Banco Central Europeo (BCE) y del actual Gobierno socialista.

CERCANO Y LOCUAZ, EXCEPTO CON EL JUEZ

Cano siempre fue un financiero atípico en su relación con la gente, ya que es cercano y accesible, todo lo contrario que el ególatra de su exjefe. De hecho, el departamento de comunicación del banco le dio algún que otro tirón de orejas por departir amistosamente con los periodistas tras las ruedas de prensa de presentación de resultados de la entidad, en los que siempre se escapaba alguna confesión que servía de munición a los plumillas que mendigábamos unas migajas de información que no estuviera (in)debidamente maleada por los responsables de imagen y marca. 

Esta locuacidad parece haber desaparecido y por no responder no lo hace ya ni ante el juez Manuel García Castellón, que se quedó con las ganas de conocer de primera mano si es cierto que tanto él como FG formaban un triángulo delictivo con el entonces jefe de seguridad de BBVA, Julio Corrochano, en cuyo centro estaba Villarejo. Las grabaciones telefónicas publicadas por MONCLOA.com así lo apuntan y el magistrado de la Audiencia Nacional considera que existen suficientes indicios para sentarle en el banquillo, aunque de momento parezca que a Cano le ha comido la lengua el gato.

AMIGO DE CARLOS TORRES Y LEAL A FG

Cano no es un hombre al que le gusten las intrigas palaciegas, por lo que su situación actual le genera malestar y desasosiego. Meses antes de que le cortara la cabeza González escuchó rumores de sus más allegados, pero no les dio importancia. Pensaba que eran meras especulaciones y más teniendo en cuenta su buena relación con Carlos Torres. Ambos, sucesor y sucedido tenían en común su lealtad incondicional hacia el amo, pero el elegido creía en la transformación digital de BBVA mientras que el defenestrado dudaba de la rentabilidad de esta apuesta tecnológica que analistas y mercado consideraban suicida. 

“Para poner dinero tienes que tener alguna garantía de que el negocio funciona. Y eso no está tan claro”, señalaba en una reciente entrevista concedida al diario El País en la que mostraba su nueva imagen: sonriente y sin corbata, una prenda que siempre ha odiado y que quiso desterrar en los actos públicos veraniegos, una petición a la que FG se negó en redondo. Corbata azul como Dios manda.

Tras su salida de BBVA se tomó un año sabático aunque en la primera semana recibió más de 20 ofertas laborales. Se dedicó a su familia y a los maratones, pero con guardaespaldas puesto por el banco. En principio era por su seguridad, pero por lo que hemos conocido en los últimos tiempos no descarten que el vigilado en realidad fuera él mismo. La cultura corporativa del grupo financiero español estaba orientada más a la fidelidad al líder que a la meritocracia y eso se acaba pagando. 

Sobre sus espaldas está el contar lo que sabe o callar y arriesgarse a ser considerado la “X” de la trama. Por algo fue hombre de la máxima confianza de FG y el que le ayudó a poner fin a la herencia vasca del clan de Neguri que había fundado la entidad a mediados del siglo XIX y que ahora quiere recuperar el PNV en sus oscuras negociaciones con Pedro Sánchez para mantenerle en el Palacio de La Moncloa.

SUS AÑOS EN OVIEDO: ESTUDIOS, TENIS Y VINOS

Cano es un cántabro con alma de asturiano, ya que fue allí donde pasó muchos años en su infancia y juventud, tanto en la casa de sus abuelos maternos en una casa familiar en el concejo de Grado como en el piso de Oviedo donde se alojó con unos primos durante el lustro que duró la carrera de Económicas en la misma Universidad donde había estudiado su padre, un abogado con posibles que se había casado en Covadonga a finales de los años cincuenta del pasado siglo con una asturiana. Ambos pertenecían a sagas familiares que hicieron fortuna en México y República Dominicana, de modo que al joven Ángel nunca le faltó de nada.

Como adolescente el ex número dos de BBVA no protagonizó grandes aventuras –al menos confesables– y sus compañeros de aquella época aseguran que era muy formal, reservado y poco hablador, características ideales para ser un buen estudiante y dedicar más tiempo a los codos que a la fiesta. No obstante los viernes por la noche le gustaba salir con sus amigos, pero sin acostarse tarde para a la mañana siguiente estar fresco y en forma para jugar al tenis en el club de Oviedo, ciudad en la que trabajó tras licenciarse antes de convertirse en otro “Arturo” más al integrarse en Arthur Andersen. 

Es sorprendente comprobar como un gran número de profesionales que luego se convertirían en altos ejecutivos del Ibex comenzaron su carrera en esta firma que tuvo que cambiarse el nombre e integrarse en Deloitte tras el escándalo de Enron en Estados Unidos. Ése fue su puente para entrar en Argentaria, el banco público que el felipismo fusionó con el BBV a golpe de decreto, operación tras la cual Cano logró conservar su puesto en el comité de dirección. Diez años después, en 2001, ascendió a director financiero del grupo, en 2003 fue nombrado director de recursos humanos y servicios y en 2005, director de recursos y medios.

CAZA MAYOR: LA CABEZA DE JOSÉ SEVILLA EN UNA BANDEJA

Nuestro protagonista siempre ha criticado a los tiburones financieros, pero cuando ha tenido oportunidad se ha comportado como uno de ellos. De hecho su llegada al puesto de consejero delegado se produjo tras uno de las mayores ejecuciones corporativas de las últimas dos décadas: la de José Ignacio Goirigolzarri, actual presidente de Bankia y por entonces aspirante al trono al que FG se quitó de en medio porque le hacía sombra.  

Cano, lejos de lavarse las manos, pidió la cabeza de José Sevilla, que el entonces presidente le sirvió en bandeja de plata. Como escribía el periodista Eulogio López en aquellos tiempos convulsos que se vivían en la planta 27 de la torre BBVA, “el cese de Sevilla fue aún más fulminante que el de Goirigolzarri: éste se consumó en 24 horas, el de Sevilla en uno.”. Ambos ahora están al frente de Bankia y, en el caso de Goiri, la vida puede ponerle una perita en dulce a tiro: la presidencia de BBVA, aunque eso implicaría lidiar con las otras crisis que tiene el Banco además de la reputacional: los problemas en México y Turquía.

Tendremos que esperar a que se levante el secreto de sumario de la pieza separada del caso Villarejo que investiga la relación laboral del ex comisario con BBVA, algo que fuentes jurídicas aplazan incluso a después del verano, para conocer el grado de implicación de Cano en el escándalo del espionaje masivo a periodistas, jueces, empresarios y políticos.

García Castellón volverá a tomarle declaración y ya no tendrá excusa para permanecer callado, sobre todo si la Fiscalía decide imputar al banco como persona jurídica y al consejo de administración de la entidad. De Cano dependía directamente Corrochano, amigo de Villarejo y el que todos esperan que acabe comiéndose el marrón a pesar de que –según aseguraba al ex comisario– reportaba directamente “a Ángel y al presidente”. Hagan juego señores.