Amancio Ortega: desde cero hasta Zara… gracias a la familia

Ni en sus mejores sueños Amancio Ortega Gaona hubiera podido imaginar que, andando el tiempo, sería capaz de construir uno de los mayores imperios textiles del mundo. A sus veintipocos años, aquel chico de pueblo bastante tenía con hacer la caja y estar pendiente de las ventas de la camisería ‘La Maja’, en la calle coruñesa de San Andrés. Si algún visionario hubiera pronosticado que el rapaz sería un día el factotum del grupo INDITEX, compuesto por las conocidísimas Zara, Massimo Dutti, Pull & Bear, Bershka, Stradivarius o Oysho, le hubieran recomendado que dejara lo que estaba tomando o le hubieran tachado, sin más, de loco.

Algunas crónicas y los pocos que guardan recuerdo del joven Amancio de aquella época le definen como un joven de origen leonés, tímido y, aunque educado, algo tosco en sus maneras y de limitada conversación, todo debido sin duda a su extracción rural y a una formación más que discreta en una época en la que estudiar era un privilegio reservado tan solo a los señoritos. Ortega no pudo permitirse grandes lujos porque tuvo que trabajar desde muy niño. Con 14 años comenzó como chico de los recados en la mercería ‘Gala’ y de allí a trabajar en ‘La Maja’, desde donde le había reclamado sus hermano Antonio, el mayor, que a diferencia de Amancio era ya un águila para las ventas, la relación con los clientes y la expansión comercial de aquella sencilla tienda de provincias. Su otra hermana, Pepita, se incorporaría años más tarde para trabajar también allí.

Rosalía Mera: insustituible compañera de unos comienzos muy duros

En ‘La Maja’, Amancio coincidió con Rosalía Mera, la que sería su primera mujer y sin la que, probablemente, Inditex nunca hubiera llegado, no ya a ser lo que fue, sino tan siquiera a existir. Recuerda la familia Castro Quintás, propietaria de aquella camisería, que cuando el encargado -Ortega- y la dependienta -Mera- se hicieron novios, Amancio le pidió al patrón que dispensase a Rosalía de una de sus funciones: probarse los bañadores que después se vendían – tarea necesaria porque se tenía el criterio de que no podían venderse sin antes ver como quedaban-. Al propietario de la época, José Luis Quintás, le pareció lógico. El noviazgo fructificó y tras la boda llegaron dos hijos, Sandra y Marcos, este último con una discapacidad psíquica que marcó el futuro de la pareja y sobre todo el de su madre que constituyó muchos años después, siendo ya la tercera mujer más rica de España, la fundación Paideia, destinada a la integración social de las personas con este tipo de discapacidad. El matrimonio duró 20 años -hasta 1986- y durante ese tiempo, Mera fue la mujer-en-la-sombra-y-a-la-sombra de Ortega. El pilar sin el que, aquel emigrante, nacido en 1936 en la pequeña aldea de Busdongo (extraño caso porque lo habitual era que fueran los gallegos quienes emigraban a Castilla) no hubiera podido construir su imperio.
Un emigrante más que se dio cuenta enseguida de que, como empleado por cuenta ajena, jamás prosperaría en exceso, así que montó su propio negocio. Comenzó a coser y a vender cucos para abrigar bebés y batas de boatiné a unos precios muy baratos. En este almacén comenzaron a trabajar desde el primer día Rosalía Mera y su cuñada, la esposa de Antonio Ortega, Primitiva Renedo. Las dos fueron pioneras del éxito de lo que sería, andando el tiempo, un gran imperio. Se mataban a coser a destajo, de día y de noche, para producir prendas de abrigo ‘casero’ y venderlas a precios irrisorios. En aquellos tiempos no había calefacción en muchas viviendas y aquellas batas supusieron una auténtica revolución.
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En poco más de un año Amancio cambió su diminuto taller por una tienda mayor y fue ampliando su plantilla. Una aventura que había empezado con su mujer y su cuñada, además de sus dos hermanos, pasó en un corto plazo de tiempo a contar con una plantilla de casi treinta personas. Las cosas empezaban a irle razonablemente bien. Tanto que introdujo una nueva marca, la bata Goa’, sus iniciales. En 1975 abre su primera tienda ‘Zara’, en la coruñesa calle de Juan Flórez.
Ortega empieza a viajar como un loco, por toda España, cargado de maletas en las que transporta sus batas. En 1979 tiene ya seis tiendas de Zara: en La Coruña, Lugo, Orense y Vigo. En 1985 crea Inditex (Industria de Diseño Textil S.A.) y empieza a ser ya, un hombre rico. Su obsesión es no dejar de crecer nunca. En 1985 alumbra la conocidísima etiqueta de Massimo Dutti. Otras como Stradivarius, no llegarían hasta 1999. Ortega se había convertido ya en un hombre que solo vive para su trabajo mientras que su mujer, que ya ha abandonado su tarea en el negocio familiar, se dedica en cuerpo y alma al cuidado de su hijo discapacitado Marcos y a estudiar ya que no pudo terminar ni la primaria. El matrimonio estaba ya, prácticamente roto

El segundo matrimonio

Amancio volvería a casarse por segunda vez, en este caso con Flora Pérez-Marcote, dependienta de una de sus tiendas. Con ella alumbró a su hija más conocida, Marta Ortega, nacida en 1983 y que se ha convertido en la gran heredera del testigo empresarial de su padre. Dicen que es ‘su ojito derecho’, la que más se parece a él. Con ella comparte grandes pasiones al margen de la vida empresarial como su afición a los caballos. Tan es así que Amancio le construyó una hípica para ella sola.
La familia, ya se ha visto, siempre fue muy importante para Ortega. Si con Mera creó un imperio, con Pérez-Marcote lo expandió. Con ella llegó el tiempo de la diversificación de sus negocios; la irrupción en el mundo inmobiliario, financiero y hasta en el sector asegurador. Su historia ha sido objeto de estudio en numerosas universidades y escuelas de negocios del mundo. Aquellas a las que él nunca necesitó acudir. Rompió moldes en todos los aspectos.

Del anonimato al ‘top ten’

Por ejemplo en su aversión a aparecer públicamente. La costumbre de los grandes líderes empresariales de acudir a fiestas o actos sociales, aparecer en el papel ‘couché’ le daba alergia. Por no existir, a principios de los 90 no existía aún ni siquiera una imagen pública de él. Increíble pero cierto. Fue el diario económico ‘Cinco Días’ el que, en 1992, publicó una diminuta foto de pésima calidad -seguramente de carnet- de un tipo de mediana edad y bastante calvo al que se presentaba como Amancio Ortega. Hoy puede resultar completamente absurda o difícil de creer la anécdota pero durante aquellos meses, aquella foto causó sensación. Nadie, muy pocos, le habían visto antes. Ningún ciudadano podía tan siquiera reconocerle por la calle. Ortega, ya multimillonario, jamás aparecía en cócteles o reuniones y enviaba siempre a su número dos, José María Castellanos, a cualquier evento al que por su condición de presidente de Inditex estuviera invitado.
El morbo de su anonimato era aún mayor si cabe si se tiene en cuenta que Ortega fue el primer español en figurar en el ‘top ten’ de los hombres más ricos del mundo, solo por detrás de apellidos como Slim, Gates o Buffet. Mucho más abajo, Rafael del Pino, las hermanas Koplowwitz o la familia Botín. En la memoria de todos permanece el homenaje que sus trabajadores le hicieron el día de su 80 cumpleaños. Un día especial pero en el que Ortega, como siempre, no dejó de ir a trabajar. Emocionado y del brazo de su hija Marta recorría el largo pasillo de trabajadores que le aplaudían en la que pudo ser, tal vez, la única ocasión en la que el ‘jefe’ se emocionara en su larga vida. Una existencia repleta de trabajo y sin sabores pero también de una plenitud que le ha llevado a lo más alto, haciendo lo que más le gustaba: diseñar y vender ropa para los demás. No cabe duda de que Ortega es un tipo especial; con cualidades que le hacen diferente al resto de los mortales. Pero tampoco de que, sin la ayuda de su familia, jamás hubiera llegado a ser lo que hoy es.