La Fundación Jiménez Díaz celebra su II Jornada de prevención de la obesidad infantil para promover hábitos saludables entre los más pequeños

Con el objetivo de fomentar la colaboración de todos los participantes en la detección precoz y la prevención del sobrepeso y la obesidad infantil, la Fundación Jiménez Díaz ha celebrado su II Jornada de prevención de la obesidad infantil del Proyecto InfaSEN -en esta edición, en formato online y disponible para su visualización en el canal de Youtube de Quirónsalud-, dirigida a los profesionales sanitarios, educadores y familias interesadas en promover y adoptar hábitos de vida saludables entre los más pequeños.

La estrategia InfaSEN, Infancia con Sentido, es un proyecto de prevención de la obesidad infantil basado en tres pilares: el sueño, el ejercicio y la nutrición. Puesto en marcha en 2019, está desarrollado por un equipo multidisciplinar de profesionales sanitarios de los cuatro Hospitales de Quirónsalud integrados en la red pública madrileña -los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz (Madrid), Rey Juan Carlos (Móstoles), Infanta Elena (Valdemoro) y General de Villalba (Collado Villalba)- y de sus respectivas áreas de referencia de Atención Primaria.

«Uno de los ejes de la estrategia de nuestros hospitales es el cuidado global de la salud, y desde Continuidad Asistencial participamos en la realización de actividades de promoción y prevención de esta, colaboramos con asociaciones de pacientes y con todas las instituciones que se relacionan con el hospital: otras instituciones sanitarias y sociosanitarias, educativas, corporaciones locales, etc.», explica el Dr. Óscar Gómez, director de Continuidad Asistencial de esta red asistencial.

Comorbilidades asociadas a la obesidad infantil

La prevalencia de exceso de peso en la etapa escolar -niños de 6 a 9 años- es del 40,5 por ciento, según los datos del último estudio ALADINO (2019), investigación de referencia en la vigilancia de la obesidad infantil en España. Además, afecta más a niños procedentes de familias con menores ingresos y es más prevalente en medio rural que en el urbano.

La Dra. Almudena Gutiérrez de Terán, pediatra en el Centro de Salud Imperial, cuyo hospital de referencia es la Fundación Jiménez Díaz, indica que esta cifra se estaba estabilizando en los últimos años. «Pero veremos qué pasa en el siguiente estudio de ALADINO, realizado ya en pandemia», dice, avanzando: «Se sabe que los datos no van a ser buenos, después de una situación completamente anómala para todos, y más para los niños».

Tal y como comenta esta experta, son muchas las comorbilidades asociadas a la obesidad infantil, entre ellas el aumento del riesgo cardiovascular: «Ya en la infancia, altera la configuración de los vasos sanguíneos, aumenta las grasas y baja el colesterol HDL, con lo que incrementa el riesgo de accidente cerebrovascular e infarto de miocardio». Además, señala que esta patología altera el metabolismo de los hidratos de carbono, que abarca desde la alteración de la glucosa en ayunas hasta la diabetes. «Puede producir hígado graso, alteraciones traumatológicas, digestivas, cutáneas y trastornos psicoafectivos importantes como la ansiedad o la depresión», añade la pediatra.

Estrategia InfaSEN (Sueño, Ejercicio, Nutrición)

La Estrategia InfaSEN, Infancia con Sentido, tiene como objetivo dar a conocer recomendaciones sobre hábitos saludables para cada grupo de edad y en cada uno de sus pilares (sueño, ejercicio y nutrición), «y llegar tanto a los niños como a los adultos que les rodean a través de información en red, charlas y talleres», explica la Dra. Teresa Gavela, médico adjunto responsable de la consulta de Obesidad Infantil del Servicio de Pediatría de la Fundación Jiménez Díaz.

Desde los inicios del estudio de la obesidad, el sueño ha estado estrechamente relacionado en su desarrollo. Como indica la especialista, es importante dormir un número de horas adecuado (ni mucho ni poco), pero lo más importante es mantener una regularidad en los horarios, sin que existan muchas diferencias de unos días a otros». Y añade que «sería interesante averiguar el cronotipo de cada paciente y adecuar a sus ritmos circadianos las recomendaciones horarias a las que realizar cada una de las actividades».

Por su parte, la Dra. Nieves Domínguez, pediatra de la Fundación Jiménez Díaz, recomienda que, como mínimo, tanto niños como adolescentes realicen 60 minutos de actividad física, de intensidad moderada o vigorosa, todos o la mayoría de los días de la semana, y que al menos dos de esos días incluyan ejercicios que trabajen la fuerza y la flexibilidad. «Si la actividad física es superior a los niveles recomendados, generará unos beneficios adicionales para la salud, ya que parece existir una relación lineal gradual entre la cantidad de actividad física y el estado de salud», señala.

Los niños y niñas pueden llevar a cabo el objetivo de los 60 minutos de actividad física con la realización de sus actividades habituales, que incluyen los juegos espontáneos durante los recreos escolares o en las cercanías del hogar, así como desplazarse andando al centro escolar o las actividades programadas como la educación física y los deportes. Los juegos activos que implican actividades de transporte, escalada y lucha contribuirán a desarrollar y mantener la condición física muscular y la flexibilidad.

En este sentido, la Dra. Domínguez hace hincapié en el papel de los familiares o cuidadores, quienes pueden fomentar que los niños sean físicamente activos actuando como modelos -por ejemplo, involucrándolos en actividades familiares-. Asimismo, incide en la importancia de que, a nivel psicológico, los niños vean la actividad física como algo divertido e interesante. «Hay que elogiarlos por ser físicamente activos y centrarse en los logros positivos, no en los fracasos», apunta. Además, hace un llamamiento al entorno escolar para que desde el colegio conozcan el efecto positivo del ejercicio físico y no se utilice la prohibición de dicha actividad (en recreos, horas de juegos libres, etc.), ni tampoco la realización de determinados ejercicios extra como castigo. «Los niños no deben asociar el deporte a algo negativo, es crucial centrarse en la participación y no en la competitividad», apostilla.