La reinvención de Clesa: del yogur grumoso a la leche sin lactosa

Clesa era la marca de leche y yogures por excelencia en los hogares españoles desde los años 60 hasta la primera mitad de los 90. Después de un ‘boom’ más que rentable para la compañía, la empresa especializada en los productos lácteos vivió una época de invisibilidad en el mercado. Había perdido el primer puesto en las neveras de España. Sin embargo, la empresa ha querido reinventarse para volver a recuperar este puesto.

Miles de hogares comen cada día en unos platos dados por Clesa. Y no, no es que la empresa láctea decidiera sacar a la venta vajillas, sino que, por la compra de sus productos, Clesa te iba regalando los platos para hacerte tu propio menaje. Esos platos, junto a los de Duralex, son los que presiden las casas de los abuelos y las del pueblo.

Actualmente, Clesa es una de las empresas con más presencia en Galicia. Sin embargo, los orígenes de la compañía no se sitúan en estas tierras norteñas. Su origen se remonta a 1920 en una explotación agropecuaria de Lerma, conocida como Bascones. Años más tarde se transformaría en Celebusa (Central Lechera de Burgos) para, en 1943, convertirse en Clesa (Centrales Lecheras Españolas S.A.).

Sin embargo, su objetivo era convertirse en referente a nivel nacional y, para hacer eso, debía afincarse en Madrid. Así, en 1962 abrió su primera fábrica en la capital en la Avenida del Cardenal Herrera Oria. Pronto se convertiría en un punto de referencia en la zona. Clesa se convirtió en una de las empresas con más éxito de ventas entre los habitantes de la capital.

En 2011, Clesa tocó fondo entrando en concurso de acreedores tras la compra de Nueva Rumasa

Simultáneamente a este proceso, Clesa fue aglutinando a más cooperativas lácteas como Central Lechera de Alicante o Letona (Central Lechera de Barcelona), propietaria de Cacaolat. Esta expansión fue pilotada desde los años 60 hasta 1998 por el empresario burgalés Arturo Gil Pérez-Andújar, nieto de los dueños de la granja de Báscones y presidente y consejero delegado de Clesa durante muchos años.

CLESA, LA OBSESIÓN DE RUIZ-MATEOS

Clesa era sinónimo de éxito muchos grupos querían hacerse con ella. El elegido fue el italiano Parlamat, especializados en productos lácteos también, en 1998. De su mano consiguieron grandes hitos, como añadir a su porfolio los helados Royne. Parecía que todo iba viento en popa, sin embargo, estos planes pronto se truncarían. La compañía italiana comenzó con problemas económicos y tuvo que deshacerse de Clesa.

El mayor beneficiado de todo esto fue Ruiz-Mateos. Desde 2004, Clesa se convirtió en la obsesión del máximo representante del holding. Finalmente, fue en 2007 cuando pudo hacerse con ella aprovechando la mala situación económica de Parlamat. La familia Ruiz-Mateos acosó a todos los altos cargos italianos, desde Silvio Berlusconi a Luiguia Ponti, titular del juzgado que había dictaminado la quiebra de Parlamat.

Su insistencia tuvo sus frutos y finalmente en 2007 pudo hacerse con su tan ansiado tesoro por 188 millones de euros. Con Clesa, Nueva Rumasa pretendía reforzar su proceso de expansión. Sin embargo, su sueño se convirtió en su peor pesadilla. Clesa fue el remate final para el hundimiento de Nueva Rumasa.

La intención era sacarle mucho más rendimiento a Clesa elaborando marcas blancas. Pero, para lograr tal fin, se necesitaba una fábrica más grande y moderna. Este fue el principio del fin.  

Además, la compra se realizó con cargo a la propia Clesa, que se endeudó hasta cotas extremas. El pasivo de Clesa se descontroló y la empresa entró en concurso de acreedores en febrero de 2011 presentando también un ERE a más de 300 empleados de la insignia. Ante este caos, el juez decidió apartar a la familia Ruiz-Mateos de la gestión, al considerar que habían adoptado decisiones empresariales perjudiciales para el patrimonio de la empresa.

REINVENTARSE O MORIR

Pero Clesa consiguió resurgir de sus cenizas como el Ave Fénix. Con un proyecto más modesto, en 2012, solo un año después de la ruina, la agrupación cooperativa láctea ACOLACT, integrada por Feiraco y otras nueve cooperativas gallegas, adquirió la factoría de Clesa en Caldas de Reyes, especializada en la producción de yogures y postres.

Desde entonces, Clesa ha tenido como objetivo volver a ser la que era. Para eso ha querido volver a especializarse en los yogures, como ya hiciera durante las últimas tres décadas del siglo pasado. Sin embargo, los tiempos cambian y las compañías deben adaptarse a ellos. Y eso es lo que ha hecho Clesa.

La agrupación gallega ha querido ocupar el hueco vacante en el mercado y ser la líder de los productos sin lactosa. Es por eso que, en su porfolio, además de leches y yogures para adultos, cuentan con una línea infantil. Uno de sus emblemas es ser una compañía puramente gallega. «Mantenemos en Galicia el proceso de elaboración de nuestros derivados lácteos, desde la mejor materia prima 100% gallega procedente de las granjas de nuestros cooperativistas hasta la elaboración de los productos finales que llegan a la mesa de tu familia», exponen en su web.

Clesa no ha conseguido recuperar los años dorados donde su marca era sinónimo de éxito. Y probablemente no lo vuelvan a conseguir nunca. Puede que tampoco sea eso lo que quieran ahora. La compañía es una de las empresas más reputadas de Galicia y, a nivel local, aún sigue guardando el cariño de todos aquellos que alguna vez se comieron uno de sus característicos yogures.

Lidia Vega
Lidia Vega
Redactora de economía y empresas especializada en Distribución, Alimentación y Consumo