El alarmante alarmado

Cada sábado, desde hace ya ocho, Pedro Sánchez nos obsequia -es un decir- con una de sus prédicas. Dice en más de una hora lo que podría indicar, como mucho, en 10 minutos. Yo creo que tiene dos motivos principales para tanta verborragia: uno es el de ocupar cuanta más pantalla mejor, y otro es el de “envolver” en mucha palabrería las enormes carencias del Gobierno.

El último sábado nos dijo, entre otras cosas:

  • Que somos los líderes de Europa en cuanto a solidaridad. Sí, es verdad, pero él sabe que lo somos en tanto que peticionarios de que los países que cumplen nos echen una mano; él sabe que abanderamos la solidaridad de los pedigüeños.
  • Dijo también -y con todo su cuajo- que somos el quinto país del mundo mundial en realización de Tests. De nada vale el fiasco, el “guantazo sin mano” que le ha propinado la OCDE.
  • Y dijo, asimismo, que él llama cada lunes a todos los líderes de la oposición (no sé si parpadeó al decirlo, o si ni siquiera pestañeó un poquito); pero el caso es que, a los pocos minutos, Casado le desmintió.

Tanta afición a la mentira -que muchos predican, generalizando, de la clase política- en Sánchez se ha hecho ya patológica. Lo que sucede es que, lo quieran Él e Iglesias o no lo quieran, la realidad es muy tozuda; y la realidad se llama Europa, y viene vestida de negro, que es el uniforme de trabajo que se dice que usan los hombres (bueno, alguna mujer que otra habrá) que tienen por misión controlar los países rescatados e intervenidos.

Porque ni Sánchez ni Iglesias van a poder eludir el rescate económico: con el endeudamiento público desbordado; con las cuentas de la Seguridad Social exhaustas; con el paro en caída libre; con el gasto público creciendo y los ingresos del Estado con plomo en las alas también; con discursos de recuperación que nadie cree; con invectivas permanentes a los empresarios (los malos malísimos de siempre); con unas autoridades centrales desnortadas, unas comunidades autónomas cada vez más centrífugas, y unos ayuntamientos día por día más desasistidos; con unos ciudadanos cada vez más hartos de que se metan en nuestras vidas; con unas políticas de conservación de estado de alarma que van alarmando más que la pandemia; y, en fin, con un desastre cada vez más horripilante, llegará un momento que aquí no va a resistir ni el Dúo Dinámico ni sus múltiples imitadores. Por eso es que me pareció advertir el sábado pasado en Sánchez su propia y creciente alarma ante lo que se le viene encima, que no es otra cosa que salir de La Moncloa echando los hígados.

La verdad es que, si a mí me lo preguntan, yo prefiero mil veces a los hombres de negro de Europa que a los hombres y mujeres de rojo que nos malgobiernan. Si viene el rescate, éste será incompatible con la continuidad de este híbrido distócico que parieron, noviembre adentro, Sánchez e Iglesias, Iglesias y Sánchez, y que tanto fraude electoral supuso para la mucha gente que votó socialista. Por eso, porque saben que su Gobierno es incompatible con el océano de dinero europeo que nuestro País necesita, porque lo saben además inexorable, se van a negar hasta que no puedan más. Pero Ustedes, los que están teniendo la paciencia de leerme, piensen que es mejor sajar una herida a tiempo que perder todo el miembro infectado. Piensen si no:

  • Somos un País de bares, restaurantes, hoteles y demás coberturas para el turismo; y lo somos así porque hemos transigido en serlo, en abandonar el sector primario y el secundario, y convertirnos en una “Nación de servicios. De esa culpa no se escapa nadie. Pues ahora, cuando el turismo ni está ni se le espera, estos gobernantes sólo tienen el recurso de yugular esa arteria principal del torrente económico que a gran parte de nuestra población alimenta.
  • Somos un País de democracia débil y de mala calidad, porque buena parte de las instituciones esenciales están copadas por ellos, por la clase política, en general, que se las reparten como botín cortoplacista de la permanente guerrilla interna que tienen entre ellos.
  • Somos un País que nos quejamos de la poca solidaridad de los países ricos cuando caemos en la cuenta de que no pertenecemos exactamente a ese “club”; pero permitimos que medren y prosperen en España gentes, como son los independentistas catalanes y vascos, cuyo discurso es aún peor que el de holandeses, alemanes daneses y otros hacia nosotros; y es peor el de nuestros insolidarios de aquí porque éstos, lo quieran o no, son españoles.
  • Somos un País de clase media (aunque cada vez más decreciente), pero de cultura financiera y económica bajísima, porque, en lugar de entender que es la empresa -grande, mediana y pequeña, el único resorte efectivo de creación de riqueza, hay muchos que siguen el populista discurso, trasnochado por demás, del enfrentamiento entre eexplotadores y explotados; ese discurso de Iglesias y los suyos que, si pudieran, nacionalizarían hasta la casa de Amancio Ortega.
  • Y, en fin: somos, por ir acabando, un País de diversión fácil, de sangre caliente, de vivir al día y de votar con las tripas y no con el bolsillo.

La lista podría seguir; y es que alguien me dirá: ¿Pero no hay nada bueno entonces por estos andurriales? Sí, sí que lo hay; y hay mucho. Pero lo que sucede es que lo otro bastante de malo que nos asola está instalado en el mismísimo corazón de los centros de poder (y muchísimo más ahora, con el Gobierno que padecemos). Por eso, a lo mucho de bueno que tenemos le va a costar enormemente emerger, salir a flote.

Si vienen los europeos de negro, nos van a bajar a tierra; nos van a pedir recorte de pensiones, recorte de subvenciones -vamos, lo de la “mamandurria”-; elevar la eficiencia de la Función Pública; reducir la mucha grasa de los excesivos organismos e instituciones de la Administración. Nos van a medir y calibrar muy bien, y nos van a comprar por lo que realmente valemos, no por lo que digamos que es nuestro verdadero valor.

Si todo eso sucede, si fuera posible que España estuviera gobernada por verdadera gente de valía, por personas expertas en cada área de gobierno, ¡ojalá que vengan los de negro!. Además, yo no les voy a ver el color, así que….

Miguel Durán Campos (abogado)