Héroes

Hace unos meses, un terrorista marroquí tomó rehenes en supermercado en el pueblo de Trebes, situado al sur de Francia. En su delirio, Redouane Lakdim (que así se llamaba el individuo), exigió la liberación de presos islamistas a cambio de respetar la vida de los ciudadanos prisioneros. En la operación de rescate, el Teniente Coronel de la Gendarmería, Arnaud Beltrame, se cambió por una mujer rehén. Posteriormente resultó asesinado por el terrorista antes de ser abatido por la fuerzas especiales francesas.

Anteriormente, el agente de la Guardia Civil, Diego Díaz murió al caer a un arroyo en Guillena (Sevilla), tras ayudar a varias personas que habían sufrido un accidente. Su cadáver apareció unos días después a unos trescientos metros del lugar donde cayó.

A principio de mes, en Lavapies,  agentes de la Policía Municipal de Madrid estuvieron a punto de ser linchados por una turba enfurecida, cuando intentaban salvar la vida a un senegalés que había sufrido un infarto. Tuvieron que ser rescatados por sus compañeros de la UIP.

En 2012, tres jóvenes Policías Nacionales murieron ahogados al tratar de salvar a un joven eslovaco, que se hallaba en peligro en Orzan, La Coruña. Entregaron sus vidas sin pensar por alguien a quien no conocían.

Todos los días, Policías Nacionales, Guardias Civiles y Policías Locales y autonómicos, se juegan la vida para salvar la de otros ciudadanos de los que ni siquiera conocen el nombre. Y lo hacen, no por que vaya en el sueldo, como he escuchado a algún manguta, sino porque desde que les fue entregada la placa y el uniforme, dedicaron la vida al servicio de los demás.

La diferencia entre este nuestro querido país y el vecino de allende los Pirineos, es que alli son considerados héroes nacionales, respetados como tal y homenajeados como se merecen los servidores públicos.

La profesión de policía es la única en democracia en la que al tomar el servicio y ponerse el uniforme azul o verde, el agente no sabe si al final de la jornada terminará en la cárcel, suspendido, muerto, herido o arruinado de por vida. Y eso es lo que la sociedad a la que sirven no comprende, al menos en España. Realizan jornadas interminables. Libran poco. Carecen de conciliación familiar, tan de moda en nuestros días y sus condiciones de trabajo son pésimas las más de las veces. Son vejados, insultados, amenazados, atacados. Hacen lo que nadie quiere hacer: tratar con la mugre, con lo peor de cada casa, con la exigencia de que limpien la escoria de las calles pero con modales de seda. No vaya a ser que se pasen y entonces todo el peso de la opinión pública y los tribunales, caerán sobre ellos de manera indecente.

Porque a lo que llaman trabajo, deben llamar servicio. A lo que llaman cumplir, deben llamar honor. A lo que llaman agente, deben llamar héroe.

Y hasta que no lo entendamos así, no seremos un país vertebrado, moderno y digno de tener los cuerpos de policía que tenemos.

Así que cuando se crucen con alguno de ellos, saludándole. Agradézcanselo, muestren su respeto y su cariño. Que lo necesitan y mucho. Son nuestros héroes. Los que darán su vida por usted sin pensárselo. Los que no huirán ante el peligro, sino que correrán hacia él para salvar todas las vidas que puedan.

Y eso solo lo hacen los que llevan muy dentro del corazón, impreso a fuego en el alma, el amor y la dedicación por los demás.

Héroes.