La auténtica definición del Estado es fiscal y no un trozo de tela o un idioma

En el momento de escribir estos párrafos me estoy imaginando los memes que van a dedicar en internet a Donald Trump contratando a Warren Beatty para que hiciera lo que hizo en la entrega del Oscar a la Mejor Película de 2016. Pero también me imaginé a Mariano Rajoy haciendo una maquila de petróleo con Nicolás Maduro para que éste último financiara a Podemos y así cargarse al PSOE; así que, como todo es “ficción”, mejor que hablemos de cosas serias.

Desde que los europeos dejamos de hacer el cafre matándonos entre nosotros, es decir, desde hace más o menos setenta años, que no es tanto, la definición de estado nacional parece que ha pasado a ocupar un puesto preponderante en las aspiraciones de diferentes colectivos que, en su campo de actuación, ya sea nacional, regional o local, intentan construir una realidad nacional histórica que nada tiene que ver con las aspiraciones reales de los promotores de esos “nuevos” países que se quieren crear.

La nueva burbuja inmobiliaria que dejará ‘en bolas’ a los ricos

Dejando aparte el manido tema catalán, lo cierto es que usar una u otra bandera no es más que una reminiscencia de un pasado medieval, no necesariamente glorioso. Hoy en día los países se definen más que por cualquier otra cosa, por su modelo impositivo. Sí, ya sé que habrá algunos que digan que la lengua, la cultura y demás, pero en un lugar tan pequeño como Europa, la cultura es bastante homogénea, y la lengua da lo mismo, porque al final, y a pesar de los llantos franceses, todos vamos a acabar hablando inglés.

Insisto, lo importante son los impuestos. Desde la Edad Media se exigían diezmos y primicias para la Iglesia e impuestos, a veces insufribles, para que los reyes hicieran las guerras. De las exacciones que se le imponían al pueblo, dependía la popularidad de los dirigentes, e incluso su futuro político y su reino. Pero ahora ya hemos pasado a ser civilizados, y no se puede sojuzgar al pueblo porque proteste cuando se le expropia una buena parte de su renta para sostener un sector público cada vez más elefantiásico.

España necesita una armonización fiscal

Después de la Segunda Guerra Mundial, lo que han hecho algunos países ha sido competir con el nivel de impuestos para lograr la mayor radicación posible de personas y de empresas en su territorio, con lo cual consiguen una mayor recaudación, a pesar de que los tipos impositivos sean menores. Este juego ni es bueno, ni civilizado, puesto que conlleva un ataque directo a la democracia, es decir, al hecho de que todos seamos iguales ante las normas legislativas (y ello a pesar de no haber aprobado una oposición a abogado del Estado, con lo cual, seguro que ya tienes arreglada tu vida para siempre, al menos en la España actual).

Llevamos tres décadas intentando la armonización fiscal en Europa, y sin éxito, sobre todo por el baluarte inglés, que ha luchado siempre por mantener el paraíso fiscal de las inversiones en la “city de Londres. Pero ahora, con el Brexit, debería ser mucho más fácil que los demás países europeos acorralásemos a Irlanda, Holanda y Luxemburgo, y se impusiera la racionalidad de la igualdad fiscal de todos los ciudadanos. Y si conseguimos eso, debería ser mucho más fácil que, dentro de cada Estado nacional, se consiguiera lo mismo (sí, yo también creo en los pajaritos “preñados”).

dinero xoptimizadax ki5E U21938301299xdG 575x323@Diario Vasco Merca2.esHace unas semanas, veíamos las declaraciones de una abuela asturiana que se quejaba amargamente de que sus herederos tendrían que pagar 80.000 euros de impuesto de sucesiones por no haber fijado ella su residencia en Madrid, donde sólo pagarían 800. En la misma línea, en Cataluña o en Andalucía se pagan tres puntos más de IRPF que en Madrid, y así sucesivamente. La continua descentralización admitida por gobiernos débiles, ha hecho que las Comunidades Autónomas españolas tengan unas facultades fiscales que, en mi opinión, no deberían abrogarse. España no es un país muy grande, y parecería razonable que el marco fiscal fuera único, y que todos los ciudadanos hicieran el mismo esfuerzo fiscal independientemente de donde decidieran vivir.

Repito, un Estado es igual a su sistema fiscal, y si no que se lo digan a vascos y navarros, a los que hablarles de la posibilidad de renunciar al Concierto, es como mentarles a la “bicha”. De hecho, un modelo basado en la delegación de la recaudación en manos de las Comunidades Autónomas (en menor número que las actuales), y el establecimiento de un sistema de contribución para sostener los gastos de un Estado Federal, podría ser una alternativa que debería debatirse en nuestro Parlamento, si nuestros diputados fueran más conscientes de para qué se les elige, que desde luego no es para salir en los medios de comunicación al grito de ¡Y tú más!

España necesita, como dice todo el mundo, una regeneración política, pero esta regeneración pasa por redefinir el concepto de Estado, el mapa autonómico, el mapa municipal y sobre todo las facultades reservadas al Estado, entre ellas, un sistema fiscal único que no discrimine a los sujetos por razón de su empadronamiento. En estas cosas, y no en otras, es donde deberían focalizarse nuestros próceres… Sí, ya sé que es como una carta a los Reyes Magos, pero por lo menos déjenme decirlo… Así, me siento mejor.